INMERSIÓN EN LAS COLORIDAS Y ASOMBROSAS ETNIAS DEL SUR
Después del norte con sus fabulosas iglesias y su intrigante historia que ha dejado huellas monumentales, nos dirigimos hacia el sur, más tropical y húmedo, poblado por grupos étnicos cuyas costumbres nos sorprendieron y hechizaron. Las caras eran como un carrusel de retratos donde los criterios de belleza empujaba la gente a adornarse con pinturas y atuendos extraordinarios. Penetrábamos un mundo insólito, surgido del pasado, con sus atuendos originales.
Jinka, entrada del Valle del Omo
Después de cambiar de avión en Adis Abeba, aterrizamos en Jinka, en el sur, casi frontera con Kenia, para descubrir un panorama completamente diferente del norte que habíamos dejado con sus montañas áridas. La pista de aterrizaje es la calle principal que despeja la gente cuando suena la sirena, avisando de la llegada del avión. La ciudad se encuentra a 1 490 metros de altura y la sabana cubre las colinas con algunos bosques tupidos. La gente era distinta, más africana, mientras los del norte eran más de tipo europeo con piel morena. Nos hundimos de repente en un tormentoso mercado donde faltaba tiempo para descubrir las caras, las actitudes, las actividades, los colores. Nos encontramos con varios representantes de las diferentes etnias de la región: Ari, Hamer, karo, Banna e incluso Mursi. Para empezar cambiamos dinero para tener muchos billetes de 1 Birr, porque la mayoría de la gente cobra por foto. Encontramos un grupito de Mursi, gente nómada muy agresiva del valle Mago, tuvimos que pagar 3 birr por cada foto y contaban las veces que disparaba la cámara. Las mujeres colocan un plato de barro en el labio inferior, algunas de impresionante tamaño, y cuando lo retiran, el labio cuelga sin vida con su inmenso hoyo central.
En el mercado descubrimos hombres fabricando cigarros a mano, vendiendo arroz, extrañas verduras, platos hechos en china, caras fascinantes, actitudes sorprendentes, mujeres bellísimas de coloridos vestidos, y las diferentes etnias se encontraban en ese mercado surgido de otra época, un mundo completamente diferente del norte, más cerca de la África que nos imaginamos. Recorrimos las montañas cercanas para visitar unos pueblos de la etnia Ari. Fabrican cerámicas, viven en chozas de paja, escondidas en el bosque, cultivan y crían ganado. Gente muy amigable y simpática, nos recibieron con cariño y nos pedían dinero para las fotos. Nos enseñaban sus casas, como hacían la alfarería y las canastas y los niños nos detallaban con sorpresa, como si fuésemos extraterrestres.
Dimeka y los Hamer
Al día siguiente nos dirigimos hacia el sur, el gran valle del Omo, y encontramos gente caminando, principalmente de las tribus Borana, y muchos de los hombres cargaban un impresionante Kalashnikov, lo que nos enchinaba la piel. En Trumi nos detuvimos para tomar agua, el mercado había sido el día anterior y nos encontramos con algunos Mursi, unos Banna y unos Oromos con sus cicatrices tribales. Aparecieron los primeros Hamer con sus bellas mujeres y su peinado de barro grasoso. Entramos entonces en una zona más árida y nos topamos con un grupo de mozos de la etnia Bumi que llevaban plumas en la cabeza y aretes de alambre eléctrico de colores de colores rojos, amarillos y azules. Unas mujeres con cicatrices en formas geométricas en su pecho iban por agua, unas niñas nos observaban, maravillosamente bellas y de cuerpo esbelto.
Visitamos unas chozas de la etnia Dassanech, afuera las mujeres preparaban el campo para cultivar sorgoy trigo, y los hombres se ocupaban del ganado. Las casas estaban hechas de ramas y paja, dentro había un espacio oscuro y humeado donde cocinan; el guía nos explicó que los jóvenes de ambos sexos siguen pasando por la ceremonia de la circuncisión. Mientras nos acercábamos más a Dimeka, nos encontramos con gente de la etnia Hamer; vimos una mujer sentada en el lecho seco de un río, escarbando en la arena hasta que apareciera el agua que recogía con una jícara para llenar su olla de barro. En Dimeka era día de mercado y fue impactante visitarlo, observar todas esas mujeres con sus extraños peinados que se hacen con barro de color ocre y grasa animal, dándole una consistencia característica de rizos rojizos, cortos o semi largos. Las mujeres son muy guapas y los hombres se adornan el pelo con plumas, barro o chongos, muy conscientes de su belleza. En general la gente era muy amigable, aunque seguían pidiendo dinero por las fotos. Son pastores con cabras y ovejas, cultivan sorgo, mijo, verduras, tabaco, algodón y vienen al mercado para vender y comprar. Muchos pintan su cuerpo con rayas y figuras geométricas de colores y visten varios abalorios, son famosos por la ceremonia del salto de los toros (Ukuli Bula) que protagonizan los jóvenes en la pubertad durante tres días: los jóvenes desnudos deben saltar sobre una larga fila de treinta vacas en los dos sentidos. Las jóvenes casaderas aguantan latigazos para demostrar su valor o fortaleza física y entre más cicatrices lleva una mujer, más respetada es. Los hombres llevan decoraciones y cicatrices corporales que reflejan su estatus social como cazadores, guerreros, y polígamos. Una vez casadas, las mujeres lucen unos gruesos collares metálicos imponentes. La primera mujer lleva el collar con una protuberancia pronunciada en la parte delantera, tiene un estatus social muy respetado con el privilegio de ser la responsable de la familia, de la economía, de la educación y participa en las decisiones importantes. Para curar el dolor de estómago en los niños, les colocan sobre la cara los intestinos de una cabra recién sacrificada. El mercado era un festival de caras, decoraciones corporales, peinados extravagantes, conjunto de gente fascinante y probamos una bebida preparada a base de miel con un sabor fuerte. Los Hamer lo toman como refresco energético. Estábamos sentados en el restaurante del pueblo cuando de repente una mujer entró sola, nos miró con dignidad y sin sonreír, me agarró el brazo para saludarme, se sentó en la sombra y dejó caer su mirada sobre sus lejanos pensamientos, observando nuestras rutinas. Tenía su collar de mujer principal pero me explicó el guía que era viuda.
En la tarde visitamos una aldea donde nos recibieron con las manos tendidas para pedir dinero por foto, las chozas eran de ramas y paja, y acompañamos a unas mujeres al río seco de donde sacaban el agua con esa técnica de escarbar la arena. Una de las mujeres con la piel de color bronce se estaba bañando a jicarazos y en la luz del atardecer su esbelto cuerpo brillaba como oro.
Mursi y Karo
Al día siguiente, por un camino caótico, cruzamos colinas y llanuras, encontramos unos Mursi que pastoreaban lejos de su territorio habitual al noreste del Omo Park donde abunda la mosca tse-tsé. Unas mujeres llevaban el plato de arcilla en los labios mientras otras se lo habían quitado. En su adolescencia, las mujeres solteras perforan su labio inferior y van expandiendo el agujero durante el periodo de un año aproximadamente. Después se insertan el disco de arcilla quemada que expande aún más el agujero, que a veces llega a ser tan grande que el labio cuelga bajo la barbilla. El tamaño del plato determina la dote de la novia, una mujer de plato muy grande se llega a pagar con cincuenta cabezas de ganado. Algunas llegan a quitarse los dientes centrales para albergar platos más grandes. Anualmente, los jóvenes solteros Mursi suelen participar en violentos torneos, en los que, provistos de largas varas, donga, ponen a prueba su fuerza, su valor y su destreza, para ganarse la admiración de las jóvenes casaderas y el prestigio para la comunidad de la región del país Mursi de dónde provenga el vencedor. Los Mursi son agresivos y violentos y las mujeres contaban cada foto que tomábamos para pedir dinero. El contacto con ellos fue difícil.
Alcanzamos el río Omo, donde encontramos un pueblo de la tribu Karo, con sus casitas redondas de ramas y pasto. Sus ornamentos y pinturas corporales son sus rasgos distintivos y algunos mozos llevaban unas verdaderas obras de arte en su cuerpo. Son agricultores y hablan el mismo idioma que los Hamer. Decoran su cuerpo con tiza, imitando el diseño de las plumas, pintan mascaras en sus caras con tiza, hierro y minerales, las mujeres se hacen cicatrices en el pecho para ser más guapas y apetecibles para el hombre. El hombre luce esas cicatrices cuando ha matado a un enemigo o un animal peligroso. La cicatriz se hace con un cuchillo y después es frotada con cenizas para hacerla más llamativa. Así como los Hamer, loa Karo decoran su pelo con arcilla gris u ocre, y plumas de avestruz, símbolo de hombría y bravura. El poblado está amurallado con una cerca de caña y tiene una escuela, el ganado está cercado al exterior del pueblo y fabrican una silla/almohada que es un banquito muy decorativo. Era gente muy amable y hermosa, comunicativa y desde lo alto de su pueblo se observaba el río que corría entre el bosque donde paseamos hasta llegar a la orilla, donde un hombre desnudo se bañaba. Nos encontramos con unos mandriles escandalosos, unas gacelas y facóferos, pero dicen que muy cerca viven elefantes, leones y búfalos. El camino de regreso fue igual de fascinante, disfrutamos de un picnic a la sombra de un árbol, descubriendo la flora de la sabana, antes de regresar a nuestro hotel, sencillo pero muy acogedor y amurallado.
Siguiendo el Valle del Rift
El siguiente día emprendimos nuestro camino hacia el norte, siguiendo todo el valle del Rift, bordeado por colinas. En una planicie, que era un antiguo lago seco, encontramos un pueblo de chozas de la etnia Erbore, variante de los Oromos. Sus pinturas y ornamentaciones son de rasgos distintivos y se dedican básicamente a la ganadería. Más adelante hallamos unos hombres de la etnia Banna, muy similares a los Hamer. En nuestro recorrido nos faltó encontrar los Dorze que fabrican los Shama, túnicas de colores con dibujos geométricos, los Surma muy parecidos a los Mursi cuyas mujeres lucen los platos labiales y los Bumi. Alcanzamos la ciudad de Arba Minch alojada sobre un altiplano a 1 280 metros sobre el nivel del mar, a la orilla del valle, dominando dos lagos, Abaya y Chamo, que son un refugio de aves, cocodrilos, hipopótamos y algunas cebras. Famosa ciudad por su universidad y sus manantiales, se situa a 500 kilómetos al sur de Addis Abeba. Nos alojamos en el Paradise Lodge, muy acogedor y auténtico regreso a la civilización después de convivir con las etnias del sur.
Regresando hacia el norte por el Valle del Rift con sus lagos, recorrimos la carretera principal a veces asfaltada, con muchos tramos de tierra. Nos detuvimos en Shashemene, ciudad comercial importante, para comer, y siguiendo el valle descubrimos los lagos Shala, Abujata, Langano, Ziway, refugios de animales salvajes y especialmente mandriles muy agresivos. Observábamos el paisaje suntuoso, las chozas mejor hechas, perfectamente redondas y con muros de adobe y techo de palma, disfrutábamos de los encuentros y pasando el lago Koka empezamos a subir entre las montañas para llegar al altiplano de Addis Abeba donde nos hundimos en el intenso tráfico.
En la noche cenamos en el restaurante Bata la típica comida etíope disfrutando del show folclórico. La danza folclórica más común, la Esskista, tiene elementos fundamentales tradicionales de los diversos pueblos del altiplano etíope. Se caracteriza por un movimiento rítmico de los hombros, con una acusada mezcla de religiosidad, fetichismo y sensualidad confusa y fascinante. Contrasta con las danzas acrobáticas de los Welaita y los gestos teatrales de los remotos grupos étnicos de Gamo-Gofa y la parte baja del valle del Omo, que conservan costumbres más primitivas.
El avión despegó con nuestras maletas cargadas de cruces ortodoxas de metal que son una verdadera obra de arte y los recuerdos de ese fascinante viaje en la cabeza. Habíamos recorrido el tiempo, pasamos de un mundo moderno a los tiempos de la Reina de Saba, jugueteando con los ancestros de Aksum a la sombra de los obeliscos, entrando en las oscuras iglesias labradas en la roca para escuchar los cantos fascinantes, hasta llegar a las tribus del sur, integrada por sus costumbres ancestrales a carácter salvaje. Etiopía es un viaje exótico con una sorprendente historia, que se mueve al ritmo de extraordinarios vestigios donde se recuerdan los fastos de la corte de Haile Selassie y las fiebres que sufría Rimbaud. Es un viaje inolvidable.
GUÍA DE ETIOPÍA
[toggle Title=”CÓMO LLEGAR”]
La compañía Ethiopan Airline vuela desde París o Frankfurt al igual que Lufthansa y Turkish Airline.
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[toggle Title=”CUÁNDO VIAJAR”]
La mejor temporada es en invierno cuando el tiempo es seco, aunque puede hacer mucho frío en las noches dependiendo de la altura. La temporada de lluvia es de junio hasta octubre y puede estorbar el tránsito en el sur. Es un viaje un poco complicado para realizar individualmente.
Es conveniente organizar el viaje con una buena agencia como Corte Inglés o Viajes Intermex. Las carreteras son buenas en general pero no es muy recomendable viajar en autobús ya que por lo general se encuentran en mal estado. Es mejor un vehículo privado doble tracción especialmente en el sur del país.
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[toggle Title=”DÓNDE DORMIR”]
Sheraton Addis Abeba
D.Taitu Street, cerca del palacio, Addis Adeba.
T. 25111 517 1717,
www.sheratonaddis.com
Queen of Sheba Hotel
Addis Abeba
M. [email protected]
Axum Hotel
Addis Abeba
www.axumhotel.com
M. [email protected]
Goha Hotel en Gondar
T. +251 58 111 0634
www.gohahotel.com
M. [email protected]
Taye Belay Hotel, Gondar
T. +261 111 2150
www.tayebelayhotel.com
M. [email protected]
Roha Hotel, Lalibella
T. +251 33 336 0009
www.rohahotel.com
M. [email protected]
Mountains View Hotel, Lalibela
T. +251 333 360 804
www.mountainsviewhotel.com
M. [email protected]
Jerusalem Hotel, Lalibela
T. +251 333 360 047
www.lalibelajerusalemhotel.com
M. [email protected]
Consolar International Hotel, Aksum
T. +251 347 750 210
www.consolarhotelaxum.com
M. [email protected]
Yeha hotel y Remhai hotel en Aksum
Goh Hotel, Eco-Omo Lodge, en Jimka
Paradise Lodge en Arba Minch
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[toggle Title=”DÓNDE COMER”]
Bata
Goha Restaurant, en el hotel Goha, Gondar
www.gohahotel.com
Taye Belay Restaurant, en el hotel Taye Belay
www.tayebelayhotel.com
Roha restaurante, en el hotel Roha, Lalibela
www.rohahotel.com
Mountains View Restaurant, en el hotel Mountains View
www.mountainsviewhotel.com
Bethelhem Hall, en el hotel Jerusalem, Lalibella
www.lalibelajerusalemhotel.com
Consolar Restaurant Aksum, en el hotel Consolar
www.consolarhotelaxum.com
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[toggle Title=”QUÉ VISITAR”]
Inscritos al Patrimonio de la Humanidad:
Fasil Ghedi y otros monumentos de Gondar
Parque Nacional de Simen
Las iglesias talladas en la roca de Lalibela
Restaurante Baka en Adis Abeba
Hotel Ghion en Aksum
Paradise Lodge en Arba Minch
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