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Sofía Ortiz

Se le otorgó el Premio Ethel Childe Walker por la mejor tesis en Artes Visuales (’11) tras sus estudios en Yale. Consolidó su interés por el dibujo al trabajar como ilustradora en la Facultad de Mastozoología de la Universidad Museo Nacional de Río de Janeiro (‘12).
Recibió la beca Jóvenes Creadores 2012 – 2013, otorgada por FONCA y CONACULTA. Ha expuesto en Estados Unidos y México, y actualmente colabora con MYL Arte Contemporáneo y Galería JLS. Trabaja a partir de formas orgánicas y el juego entre ciencia y magia.

¿Cómo empezó tu carrera, Sofía?
Desde muy niña comencé tomando clases con una artista, Perla Krauze. Creo que todo mundo nace con el impulso por dibujar y por pintar, y más que empezar a hacerlo, uno deja de hacerlo. Yo no dejé de hacerlo.

Estuviste en Yale, ¿cómo llegaste ahí? ¿Cuál fue el objetivo?
Estudié la prepa en una escuela internacional; yo no tenía en la cabeza irme a estudiar fuera, eso no se da mucho aquí. Pero esta escuela tenía un enfoque de irse al extranjero. Finalmente, apliqué a tres escuelas, como para ver “chicle y pega”; o sea, no lo hice tan en serio de momento, pero me acabaron aceptando en Yale y pues necesitaba ir a ver.

¿Qué hiciste en Yale? ¿Cuál fue tu experiencia?
La verdad es que llegué pensando que iba a estudiar Historia del Arte y, de hecho, hice como el equivalente a un minor en Historia del Arte. Pero aparte tomaba clases de pintura y arte, según yo como extras, porque no me quería dedicar a eso; pero, de cierta manera, no pude evitar caer en tomar más y más clases y dejar por un lado la Historia del Arte y acabar graduándome con la licenciatura en Artes Visuales.

¿Crees que dedicarte al arte y a la pintura sea el destino de tu vida?
Lo veo más como una coincidencia, las cosas se han ido dando. No soy mucho de planear el futuro, sino de ir viendo paso a paso qué es lo que va saliendo. Hasta ahora, tal vez porque siento una necesidad o porque no puedo evitar hacerlo, las cosas han salido de tal manera que he podido seguir trabajando, pintando y dibujando.

¿En Yale fuiste escogida para estar en el equipo de restauración de cuadros, verdad?
Sí, me gané un fellowship en el quinto semestre de la universidad para trabajar en el Laboratorio de Restauración de Cuadros del Museo de Arte Británico en Yale. Era una chamba de un año, pero acabé estando ahí dos y cacho; me gustó muchísimo. La restauración es un trabajo de mucha dedicación y de mucho enfoque, mucha paciencia, y esas son cosas que me ayudan muchísimo hoy en día. Hice estudios de técnicas de pintura del siglo XVIII, que es una pintura en capas, puro glazing, y tiene que ver mucho con la acuarela, porque en la acuarela también se manejan las capas. Y hubo una conjunción mágica allá porque, estando en el laboratorio de restauración y estudiando la composición en capas de los cuadros, empecé a dibujar en laboratorios. Iba al laboratorio de Anatomía de la Escuela de Medicina a dibujar los cadáveres y luego me fui a otros laboratorios de Biología a dibujar especímenes biológicos. En ese momento empecé a ver una relación, empecé a ver los paralelos entre cómo se construye un cuadro y cómo se construye un cuerpo.

¿En qué estás ahorita? ¿Cuáles son tus proyectos?
Todo este año soy becaria del FONCA, en la beca de Jóvenes Creadores. Mi proyecto es un poco continuar con el de laboratorios e ir a los de la UNAM para dibujar animales; también una serie de viajes de campo a diferentes lugares de México, como la Reserva de la Biósfera de las Mariposas Monarcas en Michoacán o la Reserva del Chinchorro en Quintana Roo. Quiero ir colectando toda la información visual que compone los cuadros a través de expediciones de buceo y expediciones de campo. También estoy trabajando en un proyecto con otros dos artistas jóvenes, muy buenos debo decir, para una galería JLS, donde estamos haciendo proyectos de intervención en la obra de cada uno.

¿Cómo ves tu carrera profesional en cinco años?
Este año he empezado a dar clases y me gusta mucho enseñar. Creo que es algo muy difícil, creo que todavía no soy muy buena, pero siento que hay mucho campo para poder aprender. No es “enseñarle” a alguien, sino ayudarle a ver qué es lo que le interesa, que es la pregunta del millón: ¿Qué quieres hacer? Y por supuesto que quiero seguir pintando, quiero seguir dibujando. Mientras pueda seguir en mi obra y en mi trabajo, voy a ser feliz. El próximo año tengo una residencia en Colombia, en una reserva natural que se llama Río Claro, en Antioquia, que está entre Medellín y Bogotá. Voy a ir dos meses a dibujar formaciones rocosas y plantas endémicas del lugar. Es un lugar muy extraño y muy bonito que se preservó desde las épocas glaciales, entonces hay una cantidad de flora y fauna endémica impresionante.

Define, en una palabra, tu pasado.
Azul.

Tu presente.
Rojo

Tu futuro.
Tornasol.

¿Por qué defines tu vida en colores?
Porque más que una imagen, es una sensación y abarca muchas más palabras que una sola, como me pediste.

Platícanos un poco sobre cómo conceptualizas y luego aterrizas tu obra.
La obra comienza con una serie de dibujos de observación, por ahora son animales, con el proyecto del FONCA voy a laboratorios de la UNAM a dibujar las colecciones de especímenes. Son sesiones bastante largas, cada dibujo toma aproximadamente tres horas. Creo firmemente que el dibujo es una manera de conocer y aproximarse a las cosas, y entenderlas. Entonces, al realizar estos dibujos me quedo con esas estructuras flotando en la cabeza. A la hora de ya aproximarme a las acuarelas toda esta información, que, de cierta manera, está ahí en el fondo, en la parte reptiliana, empieza a salir solita. Yo me dejo. Trabajo mucho con el accidente y con la incidencia de los materiales, cómo el agua se mueve en un papel y crea ciertas topografías y se empiezan a hacer estos caldos de colores primitivos de los que empiezan a emerger formas orgánicas. Hay un paralelo entre la manera en que pinto y la manera que siento que las cosas se dan en la naturaleza, que es un proceso siempre local, es un proceso de construir sobre lo que ya está y es también una red de conexiones increíble e infinita.

¿Cuál es tu destino favorito?
El último viaje que hice fue a Tokio. Era un lugar que tenía metido en la cabeza desde muy pequeña, como desde los diez años, y fue absolutamente increíble. Hubo una disociación absoluta con todo lo que conocía. Construyeron una isla que está llena de museos y entretenimiento y réplicas pequeñas de otras cosas, como una Estatua de la Libertad del tamaño de una persona. Hay una fascinación, o una tensión, entre lo que se apropian y lo que es propio del lugar.

¿Hay algún lugar o rincón que nos recomiendes?
Para mí, lo más increíble fue ver los centros comerciales. No tanto por el consumismo, sino por ver la cantidad y la repetición de productos. Hay una concentración de cosas y una repetición de objetos impresionante. Especialmente esos lugares donde van a hacer apuestas con unas maquinitas que hacen un ruido que no te deja pensar, gente fumando, desde abuelas hasta chavos de 18 años; no sé, hay un uso de espacio muy diferente.