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El boom del jazz mexicano

Para Eugenio Toussaint (1954- 2011), el jazzista más solvente que ha dado el país, el género en México siempre se comportó como un bicho raro, con oscuras crestas y valles. No obstante, desde 2010 el jazz mexicano, un nicho completamente eclipsado en la era off-line, vive un extraño, anacrónico y fascinante boom. Los datos no mienten: cada año la ecología jazzística genera alrededor de 60 festivales en la República; mensualmente, se calcula, hay más de 150 conciertos de jazz tan solo en la Ciudad de México, y existe una tendencia al alza de jazzistas connacionales que están conquistando el éxito allende las fronteras.

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Esto, en paralelo con otros eventos disruptivos en la historia del jazz nacional, como: la abundancia de online workshops; páginas web promotoras del nicho; la producción de materiales audiovisuales abocados 100% al género, como videoclips, sesiones en vivo, videoentrevistas, series de televisión y documentales; los innumerables programas radiales consagrados al jazz; los más de 120 sitios, entre clubes, bares, restaurantes y cafeterías, programando música en vivo al interior de la nación; la proliferación de universidades y academias especializadas en la instrucción jazzística; y la fecunda producción de álbumes que destacan por sus originales propuestas. ¿Qué provocó esta ebullición? La respuesta alberga un incontestable detonan- te: la popularización de internet.

INTERNET, UNA OPORTUNIDAD ÚNICA

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El boom del jazz mexicano se vincula hondamente a internet; mejor dicho, es consecuencia directa del desarrollo y popularización de esta herramienta. Y como tal, gracias a la web, México ha podido ponerse en contacto con otras ecologías jazzísticas de lejanas geografías. En ese sentido, es imposible obviar que el fenómeno sucede en el contexto de la llamada globalización; los performers de la nueva escena del jazz mexicano son, sin eufemismos, ciudadanos del mundo, la globalización los alcanzó, y ejemplo de esto son sus CV cosmopolitas y los muchos sellos en sus pasaportes.

Merece la pena presentar algunos highlights de la biografía de Roberto Verástegui, quien personifica, en buena medida, el paradigma del nuevo jazzista mexicano, un músico virtuoso provisto de un mindset global. Roberto nació en 1988, en Monterrey, Nuevo León. Se formó en la Escuela Superior de Música de aquella ciudad; se mudaría después a EE UU para estudiar en la División de Estudios de Jazz en la North Texas University.

El instrumento de Roberto es el piano, arregla y funge como acordeonista de la famosa banda Paté de Fuá, aunque su creatividad compositora se constata en Bahía de Ascenso, un proyecto de música experimental que emergió en 2020. En 2009, Verástegui se hizo del Down Beat Student Award, distinción que otorga la prestigiosa revista de jazz norteamericana homónima. Le interesa sobremanera la educación y, aunque radica en la Ciudad de México, lo mismo toca en Hong Kong que en Barcelona.

ANTES DE LA WEB

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No huelga anotar que, por un lado, el jazz en México fue absolutamente irrelevante para los medios masivos de comunicación hasta entrada la segunda década de los 2000. En 2004, Ben Ratfliff, periodista del New York Times, titulaba un artículo de la siguiente manera: “Rare Evidence From the Mexican Scene”; y por otro, que, durante el dantesco período previo a internet, el jazz local estuvo censurado por las disqueras que no vieron ninguna posibilidad de beneficios monetarios ni utilidades en este género. Si no había sellos discográficos apoyando el jazz, no había estaciones radiales programándolo; si no había estaciones radiales programándolo, no había audiencia motivada para consumir; y si no había audiencia motivada para consumir, el gusto por el género no podía inocularse. Así, al final de este ciclo vicioso, el jazz mexicano antes de internet era una ecología microscópica y anulada.

Así pues, internet no es otra herramienta más, por el contrario, se trata de un punto de inflexión en la historia del género en México. Y gracias a todos los cambios que trajo aparejados consigo, un nicho socialmente rechazado, moralmente estigmatizado y con poquísima presencia mediática, de diez años a la fecha está impactando en el mercado musical de forma inesperada. Internet, sin pecar de ciberingenuo, ha permitido derribar la mirada chauvinista, la barrera de la desinformación y la amplificada ignorancia que tanto afectaron al jazz en aquel mundo sin conectividad.

GLOCALIZACIÓN DEL JAZZ HECHO EN MÉXICO

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En el campo online, internet logró descentralizar la escena del jazz mexicano y teóricamente, lo local devino en estatal, nacional e internacional. La sorpresa sucede cuando en la realidad fáctica comenzaron las repercusiones y de súbito diera inicio el proceso de internacionalización exógeno (de adentro hacia afuera), como lo de- muestran los casos de los jazzmen Gerry López y Daniel Wong, radicados en Suiza; Víctor Mendoza y Mark Aanderud, en España; Hugo Fernández, en Alemania; Esteban Herrera, en Canadá; y Magos Herrera, Antonio Sánchez, Kimberly Fergie, Enrique Toussaint, Rodrigo Villanueva, Francisco Lelo de Larrea, Rey David Alejandre y Abraham Laboriel, en Estados Unidos.

De acuerdo con lo anterior, en el pasado falto de web, los casos de mexicanos tocando jazz en el extranjero se contaban con los dedos de una mano. Tino Contreras y Eugenio Toussaint, en épocas distintas, fueron los casos más significativos. En cambio, después de internet, ha su- cedido una auténtica revolución que parece no cesar y el talento de los jazzistas mexicanos le ha dado la vuelta al globo una y otra vez: el saxofonista Diego Maroto ha girado por el sureste asiático; Ingrid Bueajean se presentó en Finlandia y China; Pilla Piano ha estado en Chile y Argentina; el baterista Adrián Oropeza ha dado conciertos en Filipinas, Corea, Bolivia y Portugal; además de Irlanda, Francia y Bélgica, el pianista Alex Mercado se ha presentado en el North Sea Jazz Festival de Holanda y la intérprete Julia Vari en EE UU, España, Italia y Rumania; Héctor Infanzón ha hecho lo propio en el Java Jazz Festival de Indonesia y en clubes de Malasia; y el listado continúa. Sin exagerar, el 90% de los músicos y agrupaciones locales que han viajado al extranjero lo lograron en la última década y sobra explicar por qué.

Ahora bien, el impacto también comprende la internacionalización endógena (de afuera hacia adentro). El ecosistema del jazz mexicano se nutre y vigoriza del talento foráneo como bien lo testimonian la cantante irlandesa Louise Phelan; Joe D’Etien y Todd Clauser, de EE UU; el trompetista Jordi Albert, de España; los músicos Hernán Hetch, Pedro Cervera y Daniel Zlotnik, de Argentina; Ammy Ammorete, Cristian Mendoza, Hans Ávila, Jaime Ferrada y el baterista Gabriel Puentes, de Chile; Marcos Milagres, Joao Henrique y Guiherme Milagres, de Brasil; Jahaziel Arrocha, de Panamá; Gabriel Hernández, Osmany Paredes y Ricardo Benítez, de Cuba; Juanjo Gómez, de El Salvador; Flora Pasquet, de Francia; Olson Joseph, de Haití; y Misha Marks, de Nueva Zelanda.

VISIBILIDAD DEL JAZZ NACIONAL

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Naturalmente, internet es solo una plataforma. La visibilidad del jazz local ha alcanzado niveles inusitados debido al impacto de la imagen en movimiento. Desde el año 2010, la producción de videos profesionales de jazz es una realidad que se disfruta y comparte a diario, en buena medida, como corolario de la autogestión del jazzista, pero también como fruto del entusiasmo de los fans del género y los nuevos prosumidores.

Con todo, es oportuno advertir que la fuerza de estos materiales no se ciñe al universo online. Con las dos temporadas de la serie de jazz mexicano Nota dominante de la comunicóloga Valeria Estefan, estrenadas en 2014 y 2019 respectivamente, los videos musicales alcanzaron a la televisión abierta mexicana y, como tal, el consumo del jazz local –que en el siglo XX fuese en principio auditivo–, ha sufrido un cambio de paradigma en el que el lenguaje visual opera como diferencial. Ahí están, además, Resiliencia por una nota. El documental de la Big Band Jazz de México (2012); Concierto para necios (2018); 10 años. Calacas Jazz Band (2019) y Jericajazz. Jazz en tierra mojada (2019), Bicho Raro. Una epidemia de jazz mexicano (2020), todas ellas obras cinematográficas exhibidas en festivales de cine, giras culturales y circuitos artísticos.

El impacto de los productos audiovisuales del jazz mexicano ha mejorado el reconocimiento icónico-visual de los artistas y, por supuesto, de sus respectivas virtudes interpretativas y habilidades creativas-musicales. El récord de internautas en el país habla por sí mismo. Según datos de la Asociación de Internet MX, en 2006 existían 20.2 millones de usuarios de internet en México; en 2020, la cifrá se cuadruplicó, obteniendo 84.1 y la tendencia es ascendente. En Youtube, San Juan Project cuenta con más de 400,000 reproducciones en su video El hilo negro; con Todo mi corazón, Paco de María alcanza las 272,000; Magos Herrera tiene 230,000 vistas en su clip de La Llorona; y Calacas Jazz Band supera las 206,000 reproducciones con la canción Tu luz. Antes de la popularización de internet, esta exposición de los materiales jazzísticos era poco menos que inconcebible.

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‘SOCIAL MEDIA’ Y LA MEDIATIZACIÓN DEL GÉNERO SINCOPADO

El reconocimiento no se logra en el anonimato. Youtube, Facebook e Instagram han rehabilitado socialmente la ecología del jazz nacional, dando pie a una novedosa y dinámica manera en que los músicos comienzan a generar awareness con su público. A través del aprovechamiento de las herramientas digitales es que los jazzistas han establecido un diálogo con sus seguidores libre de intermediarios, permitiéndoles estar actualizados sobre las fechas de los próximos gigs y lanzamientos, adelantos de sus futuras colaboraciones e información sobre contrataciones. Pero esto no es exclusivo de los ejecutantes, el e-mail primero y luego las redes sociales, conectaron a todos los actores de la ecología en un pispás: a los músicos con los clubes, a las disqueras con los gestores culturales, a los centros educativos con los periodistas y así, ad infinitum.

INSTRUCCIÓN PARA EL JAZZ

La oferta académica va en pal- pitante ascenso: las licenciaturas en jazz impartidas por la Universidad de Ciencias y Artes de Chiapas (Unicach), la Universidad Veracruzana ( Ja- zzuv), la Escuela Superior de Música (ESM) y la Universidad Autónoma del Estado de México (Uaemex), lo comprueban. Las escuelas y academias privadas también ofrecen diplomados, cursos, talleres y master classes, entre ellos la Escuela de Música DIM, la Universidad Tito Puente, Centro de Creado- res Musicales, LaFaro Jazz Institute, DeQuinta Producciones y la nueva Escuela de Jazz de la Ciudad de México vinculada al festival Neuma. Además, no hace mucho Fermatta anunció la Maestría en Estudios de jazz e improvisación, una excelente noticia para la profesionalización del quehacer jazzístico.

MEXICAN JAZZ PLAYLIST

El jazz hecho en México es la expresión de una creatividad galopante. La ecología está desbordada de manifestaciones que van desde el piano solo hasta el formato de big band y en él hay cabida para todos los subgéneros: hot jazz, swing, jazz latino, hard bop, jazz manouche, el avant-garde, free jazz y toda clase de híbridos sonoros, como las colaboraciones entre la ONJM con raperos del clúster Red Bull; el jazz barroco de H3A; el homenaje a Pérez Prado de Los Músicos de José; la propuesta de celebrar la cultura otomí de Víctor Patrón; la fusión del rock progresivo y hip hop con la síncopa de Fiquet; el jazz-mains-tream pop de Sou; o el coctel de influencias musicales en la discografía de Pepe Hernández.

OFERTA EN VIVO

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La música sincopada suena por todo el territorio mexicano. Pero hay clubes dedicados de lleno al género: destacan el Zinco Jazz Club, Pizza Jazz Café, Parker & Lenox, El Convite, Café Jazzorca, el New Orleans Jazz Club y Casa Franca, en la Ciudad de México. En Cholula, Puebla, se ubica el Jazzatlán; está el Centro Cultural Bretón en Guadalajara, Jalisco; y en Monterrey, Nuevo León, el Blue Jay, el Bebop y el recientemente inaugurado, Saxy Jazz Club.

‘AWARENESS’ PARA LA ECOLOGÍA

Como recuento de lo dicho, internet modifica la relación tradicional entre oferta y demanda porque el plano virtual es por sí mismo una nueva variable en la ecuación comercial. En un soporte virtual que por definición es descentralizado, multicultural y desterritorializado, consecuentemente la oferta también se ha disparado: el internauta puede elegir entre muchas más opciones de las que antes le permitía el plano físico. Y eso resulta simplemente innegable. Como innegable resulta aseverar que el nicho del jazz nacional no solo creció en volumen internamente, robusteciéndose de más bandas, clubes, piezas originales, escuelas, críticos, endorsements, académicos, ejecutantes, websites, fondos gubernamentales, noticias, libros y gestores culturales; sino también en lo externo, obteniendo una mayor atención y reconocimiento de parte de la industria musical comercial y, sobre todo, generando uno de los más acendrados anhelos del género, el awareness real de la audiencia.

Texto por:
LUIS FELIPE FERRA
Es Licenciado en Comunicación por la IBERO, Maestro en Humanidades por el Instituto Cultural Helénico y Maestro en Gestión de Arte y Cultura por la Universidad de Melbourne. Ha trabajado para agencias de publicidad como Publicis, Olabuenaga-Chemistri y Central Buzz. Es cofundador de la productora cultural POLYTROPOS AC para la que filma desde el 2011. Actualmente cursa la Maestría en Cine en la Universidad Queen’s de Belfast.
Fotografía: Fernando Castillón