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Juan Garaizabal: escultura y la identidad de los lugares urbanos

Láminas de acero componen estructuras que desafían las nociones tradicionales de forma y espacio, a la vez que revelan la profunda relación entre la arquitectura y su pasado. El artista madrileño ha forjado su camino artístico empleando una interacción magistral entre distintos materiales y el juego de la luz. Con el deseo de preservar la identidad cultural de sitios urbanos, cada instalación de Juan Garaizabal es una narrativa que honra el pasado y proporciona una nueva perspectiva sobre la relación entre el entorno construido y la memoria. 

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Fotos: cortesía

¿Qué te inspiró a buscar tu camino como artista y escultor? 

Hasta los cuatro años soñaba con ser astronauta. Más adelante empecé a admirar a mi abuelo materno, Enrique Marsans, un gran empresario con un carisma envidiable, y pensé que iba a destacar por ese camino, pero mi tiempo libre lo pasaba íntegramente dibujando y haciendo inventos mecánicos. Sospechaba que algo en mí no iba a encajar en el rol de empresario burgués. 

El día que vi por primera vez lo que significa crear un universo artístico propio, mi idea de lo mejor que se podía hacer en la vida cambió. Fue al visitar el Museo Dalí en Figueras que coloqué ese tipo de legado en la cima de todos. Desde entonces, cada día de mi vida he mantenido esa jerarquía. Ha sido en gran parte por aquellos artistas como Georgia O’Keefe, Monet, Diego Rivera, Chillida, Miró y Pollock que, más allá de sus obras, cada uno ha creado un universo paralelo en distintos lugares del planeta. Mi elección es la escultura porque con ella he conseguido un lenguaje propio.

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Fotos: cortesía

¿Cuál fue la primera escultura que recuerdas haber visto y qué te hizo sentir?

Las esculturas clásicas siempre me llamaron la atención, particularmente al plasmarlas en dos dimensiones. Recuerdo haber dibujado de niño decenas de vistas del Discóbolo, de Mirón. Con 14 años, estando en París, por primera vez me quedé petrificado ante una obra pública en tres dimensiones, la visión del Pont Neuf envuelto por Christo cambió de golpe mi paradigma de lo que el arte podía hacer en el espacio y en la sociedad. 

¿Qué aspectos de tu formación artística consideras más influyentes en tu enfoque creativo? 

Más allá de lo que me han enseñado en las academias, considero que lo más decisivo fueron mis exploraciones innatas, el dibujo continuo y caótico que hacía desde pequeño de forma compulsiva y los inventos para los que usaba todo tipo de piezas y materiales que encontraba. Mi madre me recuerda que todo lo que se iba a tirar en casa, fuera un radio, un alambre o una caja, yo lo veía, y decía: “Justo lo que necesitaba”. 

En mi camino es clave encontrar terrenos en el arte que no han sido explorados. Eso es algo que debe venir dentro de uno mismo. Las referencias externas que provengan del propio arte pueden llegar a ser peligrosas ya que si un artista estudia a fondo el trabajo de los demás para inspirarse, es fácil que termine copiando sin saberlo. Mi inspiración brota de distintas cosas como historia, mecánica, naturaleza, literatura, música, meditación y hasta submarinismo. De todo, menos del propio arte plástico.

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Fotos: cortesía

¿Qué te llevó a crear Memorias Urbanas? 

Aproximadamente 20 años estuve en busca de un discurso que fuera totalmente mío para aportar algo al camino del arte. Con la presión infinita de saber que solo formando parte de un grupo muy reducido de creadores contemporáneos globales daría sentido a mi vida, fui probando lenguajes y conceptos. Fue un proceso angustiante porque nada te garantiza que lo vas a encontrar. Sin embargo, di con el concepto de recuperación de la energía de edificios extraordinarios desaparecidos en Rumanía. Me encargaron la creación de la Noaptea Alba o noche en blanco de Bucarest y la creación de mi primera Memoria Urbana es una historia sobre la que ya se ha escrito mucho. Mi concepto propio llegó de la mano con una técnica de escultura que también he ido desarrollando. Esta requiere de mucho esfuerzo físico de mi parte y ha resultado ser la manera en la que hago cosas que no hacía nadie más, y eso era para mí el objetivo. Sufro el ruido, el frío, el polvo y los golpes con enorme agradecimiento. Lo normal es que no hubiese llegado nunca. Es un privilegio.

¿Cómo abordas la relación entre el urbanismo, la historia y el arte contemporáneo en tus esculturas? 

Lo veo como un círculo en el que doy vueltas. A veces arranco por un elemento histórico, la visión de un lugar actual que me inquieta o por una composición escultórica que pruebo en el taller, y arrastro esas ideas en la cabeza hasta que se alinean en proyectos completos que integran todos los elementos. Es decir, una obra final tiene que contar con la energía de algo que ha sido extraordinario y luego ha desaparecido. 

Además, que la situación del emplazamiento actual y las instituciones que lo promueven tengan las posibilidades de acoger una obra con las mejores condiciones estéticas, de seguridad, de uso y de utilidad. Por último, que la propuesta de recuperación con escultura que yo haga signifique retos estéticos que yo entienda que aportan algo a la historia del arte y también, en particular, al emplazamiento. Cuando todos esos elementos se cuadran un proyecto resulta imparable.

¿Existe algún concepto recurrente en tus obras que consideres parte de tu expresión? 

La línea como elemento que transmite el máximo con el mínimo. Las masas centradas en un fragmento como camino para visualizar el todo. La experimentación para que la pieza surja de maneras imprevisibles, huyendo de cualquier esquema convencional de base y desarrollo. Trabajo con sorpresas incluidas en el taller que se van introduciendo de forma natural en el plan. La poesía que encuentro en los edificios y en los vacíos. La invitación al público a formar parte de la obra por múltiples caminos y a hacerla suya mediante la interacción con ella.

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Fotos: cortesía

Háblanos de la importancia en tu trabajo de la manipulación de materiales como la madera, el hormigón y el cristal. 

Me obsesiona crear valor añadido. Por eso me oriento a recuperar maderas desechadas y trato de devolverles la nobleza que llevan dentro. Con el hormigón también tengo una sensación particular. A partir de unos polvos y arenas con la mezcla oportuna se obtienen fragmentos que realmente son mármoles negros o blancos. 

En todos los casos se trata de que, a partir de muy poco, la actuación del escultor obtenga valor. Me interesa que algunos materiales reflejen el paso del tiempo, mientras que otros, como el cristal, un básico en mi obra, o el acero, puedan permanecer inalterables Admiro la tensión temporal que ellos brindan a las obras.

¿Cómo generas interacción con tus esculturas?

He explorado distintos caminos, y constantemente van apareciendo más. Crear un espacio habitable que los visitantes ocupen de manera natural es uno, pero hay muchos más que he ido empleando. Mis obras suelen jugar a que la mente del espectador las complete, tanto físicamente, al ser líneas y masas inacabadas, como intelectualmente, planteando preguntas sobre la historia que hay detrás.

He utilizado el sonido con ecos de murmullo de mercados que surgen de las obras en tres idiomas en Toledo, que reflejan tres culturas. También el uso de la iluminación que responde a la presencia del espectador, como en Berlín. O la superstición de lanzar monedas, en Biarritz, y los espejos en el suelo y en el techo haciendo reflejos infinitos, en Seúl. Así mismo he utilizado las escaleras, transmitiendo la cuestión de ascender dentro de la obra. De hecho, la obra que desbordó cualquier previsión en cuanto a interactividad la hice en una edición de Arco, la feria de Madrid. Era un enorme reloj de arena en el que los visitantes tomaban un cuenco de arena de la base y ascendían por una escalera para verterlo en el vaso de arriba y, cuando se llenaba, caía toda iluminada. Una metáfora de las diferentes vidas del vidrio y del reciclaje. Hubo tal acumulación de espectadores y gente subiendo que, aunque era absolutamente ordenado y controlado, la feria pidió a la galería Álvaro Alcázar limitar el uso a cuatro veces al día para no acaparar toda la atención. 

¿Qué desafíos enfrentas al trabajar con elementos como motores y luces LED? 

Como dijo Mariano Fortuny sobre la memoria, con quien, gracias a Barbara Rose, trabajé en la Bienal de Venecia en 2013: “No hay mayor misterio que la electricidad”.

El gran desafío es que es invisible y que hasta que no se enchufa, uno no puede saber si va a funcionar o no. Por eso siempre llevo a un electricista certificado en el equipo. La luz es clave en muchas de mis obras, ya que me interesa aprovechar la noche para aportar otro significado a la obra. El movimiento a través de motores lo he introducido también en mis piezas. Hay varios ejemplos de relojes que giran contra el tiempo sobre la estación de Pennsylvania, en Nueva York, y en Dallas.

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Fotos: cortesía

¿Cómo concilias la preservación del medio ambiente con la creación de arte al utilizar diferentes materiales?

La base de mi trabajo es un material totalmente reciclado, como el acero. Además, todo se aprovecha de una manera o de otra. Mis estudios son en gran parte almacenes de trozos de desecho, es la manera de poder contar con elementos sorprendentes cuando tengo la oportunidad.

Los propios patrones de producción y bocetos terminan siendo obras y teniendo un uso en una colección. Nunca he creído en el arte por el arte ni para uno mismo. Mi teoría es que para pasar de una imagen mental a utilizar recursos físicos la justificación es que tenga un impacto en más personas. Por eso creo también en la comunicación y la difusión porque mejoran ese ratio de aprovechamiento.

La preservación del medio ambiente es esencial en la creación artística contemporánea. He producido diferentes piezas interactivas que trabajan sobre el reciclaje escenificando las diferentes vidas de los materiales. Una de ellas con Ecoalf, que convierte el plástico de los mares en tejidos y ropa.

¿Cómo defines el papel del artista en la sociedad contemporánea?

Como sociedad hemos pasado del ser al tener y del tener al parecer. La gente busca diferenciarse en la sociedad apoyándose en signos cada vez más superficiales. En este contexto, creo que hay diferentes tipos de artistas y por lo tanto diferentes misiones. En mi caso, el artista contemporáneo tiene la responsabilidad de servir como un narrador visual de la historia y un guardián de la memoria colectiva. Al preservar y comunicar la historia de los lugares urbanos, los artistas contribuyen al entendimiento y aprecio de la riqueza histórica de nuestra sociedad.

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Fotos: cortesía

¿De qué manera tu trabajo contribuye al diálogo sobre la identidad y la memoria de un lugar? 

Al resaltar la importancia de los elementos arquitectónicos y objetos históricos. Cada escultura representa una capa de la historia y agrega profundidad al entendimiento de la identidad urbana. En estos momentos lo estoy experimentando de la manera más visible en China. Se han construido ciudades ultramodernas de la nada y mi papel interviniendo en ellas con escultura es dotar de alma, raíces y vínculos con su identidad. 

¿Cómo abordas la temporalidad en tus esculturas y su relación con la historia y el presente?

Pienso que nada extraordinario es temporal y todo lo que no lo sea, lo es.

Abordo la temporalidad mediante la representación de elementos históricos y contemporáneos en una misma obra. Esta combinación enriquece la narrativa y refleja cómo la historia continúa. Por otro lado, muchas de mis obras que han sido temporales en un sitio, terminan adquiriendo otro sentido en un nuevo lugar en su forma “definitiva”. 

¿Qué te motiva a seguir creando y explorando en el mundo del arte?

Cada nuevo trabajo es una pieza más que va construyendo mi mundo. El medidor para mí es “cosas que no se habrían hecho si yo no hubiera existido” y que en ese sentido marcan la diferencia. Quiero pensar que se percibe mejor ese universo con cada escultura que construyo. Además, la evolución constante del arte y la sociedad ofrece un espacio fértil para seguir explorando nuevas formas de expresión histórica.

En un futuro, ¿cuál crees que será el papel del arte y la escultura? 

Creo que el rol de ambos en cuanto a la exploración de la historia continuará siendo fundamental. El arte contemporáneo seguirá desafiando las convenciones y expandiendo su enfoque en la historia, sirviendo como un medio poderoso para comunicar y preservar la memoria de los lugares urbanos en constante transformación.

Quotes: “Las obras de arte tienden puentes de interés entre las historias de diferentes lugares”.

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