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Los sueños que construyeron un museo

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MUSEO MEMORIA Y TOLERANCIA

Para que un sueño se haga realidad se necesita de alguien que lo sueñe y de otros que crean en él.
Los elementos de cualquier proyecto que cause un gran impacto son: la nobleza del proyecto, la certeza de poder lograrlo y la perseverancia para no desertar. La nobleza es lo que hace que el sueño se contagie y que muchos otros se unan, la certeza es lo que despierta la pasión por lo que se hace y la perseverancia logra consolidarlo durante el trayecto.

Así es como nace y se materializa el Museo Memoria y Tolerancia, que tiene como misión la de difundir la importancia de la tolerancia, la no violencia y los derechos humanos, además de crear conciencia a través de la memoria histórica –particularmente a partir de los genocidios– y alertar sobre el peligro de la indiferencia, la discriminación y la violencia para crear responsabilidad, respeto y conciencia en cada individuo.

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Doce años pasaron desde la idea inicial hasta su apertura en octubre de 2010. Un viaje a los lugares que hoy se yerguen como testigos de la maldad más sofisticada y perversa que ha visto el ser humano fue lo que detonó en las fundadoras del museo el deseo de que esta memoria sirviera como herramienta para fomentar una sociedad más justa y comprometida, así como la gran necesidad de alertar sobre las terribles consecuencias del odio y la violencia para hacer conciencia en cada persona. El hombre… convertido en el gran depredador, en el destructor de su propia especie, ha dejado en su paso por la tierra imágenes imborrables, muertes sin razón y testigos marcados por la desolación. Tanto sufrimiento no tendría sentido si las sociedades futuras no aprendieran la lección. Con esta premisa dio inicio el sueño de crear un museo de tintes humanos más que históricos.

Sin conocerse y con la firme creencia de que en México tenía que existir un museo de esta naturaleza, cada una empezó a trabajar por su lado; hasta que pronto el destino las puso en el mismo camino, corría el año 1998. El primer reto fue la línea de contenido del museo. Era necesario tener claros los objetivos y la forma de aproximarse a la historia. ¿Cómo abordar el tema de la memoria histórica de los genocidios para entender el valor de la tolerancia? ¿Cómo lograr un museo con mensajes humanos que ayudaran a enfrentar los retos actuales?

Poco a poco se empezó a concebir un museo capaz de transformar a sus visitantes a través del aprendizaje, la reflexión y la acción social. Con la idea original clara y llenas de energía comenzaron a tocar puertas para buscar el apoyo que lograra financiar el sueño. Sharon Zaga tenía 22 años; Mily Cohen, 26. Dada su juventud e inexperiencia lucharon durante un par de años para que el proyecto fuera tomado en serio. Sus casas se convirtieron en oficinas, daban conferencias a quien quisiera oírlas y entrevistaban a los sobrevivientes del Holocausto y Ruanda para tomar en cuenta sus opiniones y visión del proyecto. En el camino se fueron uniendo voluntades que fortalecieron el equipo y trabajaron durante años para ver realizado este sueño.

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Así es como en 1999, Memoria y Tolerancia, A.C. surgió como una asociación no lucrativa con el propósito de transmitir la tolerancia a través de la memoria histórica, mostrando los mayores ejemplos de intolerancia a los que ha llegado el ser humano
–como son los genocidios– para entender el valor de la tolerancia y la diversidad.
Para la generación de los contenidos de todas las exhibiciones Memoria y Tolerancia contó con la ayuda de especialistas e instituciones académicas nacionales y extranjeras. El proceso de generación de contenidos fue complejo, como era de esperarse, dada la seriedad y delicadeza de los temas exhibidos. Las discusiones dentro del equipo fueron acaloradas y muy fructíferas, ya que a todos los involucrados los movía la pasión por lograr un contenido excepcional, apegado a la verdad y, sobre todo, con un alto contenido humano. Aterrizar estas ideas no fue fácil, pero los aportes llegaron motivados por la nobleza de la misión. Casi un centenar de personas donaron su tiempo y su talento en esos años. Un despacho de arquitectos, otro de abogados y una constructora donaron su trabajo profesional durante los 12 años de la construcción del museo. Donadores particulares y empresas se unieron a la causa, lo que logró un museo hecho por la sociedad civil para la sociedad civil.

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Hoy el museo es una realidad, un espacio abierto al diálogo y la reflexión. Los logros durante estos tres años de apertura apuntan a que el Museo Memoria y Tolerancia se convertirá en un punto de referencia de los Derechos Humanos en México y, sobre todo, en un lugar que promueve la justicia, la empatía y la acción social como motor de cambio.

Un museo que te lleva a explorar la condición humana a través de la historia. Un recorrido en donde cada visitante se cuestionará sus propios prejuicios, reflexionará sobre su papel en el mundo y logrará concienciar sobre el compromiso humano que todos tenemos para el bien común.