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Rodrigo Rivero Lake y la historia del galeón de Acapulco

De la mano de Rodrigo Rivero Lake, uno de los anticuarios de mayor crédito del país y un fervoroso enamorado de Asia, resulta fácil comprender que, si bien las naves transportaron millones de pesos en plata, en el galeón de Acapulco –a la par conocido como galeón de Manila o Nao de China– superó con creces su valencia como empresa mercantil, convirtiéndose en un transmisor artístico-cultural único en su género. Dicho trayecto redefinió la posición que ocuparía México en el tablero mundial: fue el suelo novohispano el vértice geográfico donde convergieron Oriente y Occidente. Así, durante 250 años ininterrumpidos (1565-1815), México se encontró con Filipinas, China, Japón, Camboya, Indonesia, Ceilán, las Molucas, India e incluso, la península arábiga. Al respecto, el poeta español Bernardo de Balbuena se pronuncia en Grandeza mexicana (1604):

En ti se junta España con la China, Italia con Japón, y finalmente
Un mundo entero en trato y disciplina.

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UN MAR DE DUDAS

En 2009, la Unesco declaró el 8 de octubre como el Día Internacional del Galeón. La efeméride recuerda que, en 1565, el navegante Andrés de Urdaneta conseguía el ansiado torna- viaje, comunicando al lejano Oriente con la América hispana. ¿Por qué fue tan elogiada la tornavuelta?

De México para Filipinas se llamaba el Camino de las Damas porque la corriente los llevaba directamente hasta allá, pero el regreso no era tan fácil, debido a los movimientos de los mares, por la luna y una serie de factores que afectan a las corrientes. Entonces el regreso tomaba mucho más y no se logró hacer hasta después de 1565. Estamos hablando de cuarenta y tantos años de diferencia entre haber llegado a Filipinas y descubrir el camino de regreso. Eso lo logró Urdaneta, un agustino ya retirado –había sido militar– que tenía un concepto de cómo se movían los mares. En el momento de descubrir el regreso, se encontró una corriente que se llama Kuro-Shivo, o corriente negra, que permitía llegar hasta el norte de California directamente.

Cuando se descubre la tornavuelta, pues lo que sucede, vamos a decir, es que se cierra el candado entre México y Asia. Lo que puede ir para allá también puede venir de allá y permite traer una gran variedad de objetos, de especias, de porcelanas, de cosas enormes que llegaron en galeón –¡cantidades enormes!– y que nos permiten también exportar mucho de lo mexicano para allá: colorantes, cacao, tabaco, en fin, muchas cosas importantes. Entonces, en 1565, se escribe la noticia en una carta que se llama la Carta de Sevilla, que dice: “El venturoso descubrimiento que los mexicanos [¡los mexicanos!] han hecho, navegando con la Armada de su Majestad que mandó hacer en México, con otras cosas maravillosas, y de gran provecho, para toda la cristiandad”. En la segunda hoja, dice: “…y tan orgullosos de su descubrimiento, que dicen que serán el corazón del mundo”. Ese es el México que venía desde Nebraska hasta Centroamérica y de acá hasta Filipinas; el México que se creó a través del galeón y a través también del crecimiento de esta gran Nueva España que es la base de México.

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La extracción de la plata mexicana es, en el fondo, el gran catalizador del intercambio intercontinental. Según la historiadora Carmen Yuste, el 95% del cargamento del galeón que viajaba de América a Asia era plata (en lingotes y acuñada).

Claro, México se convierte en el primer productor de plata en el siglo XVIII; lo que durante el XVII era Perú. Por ejemplo, el descubrimiento del Potosí –en la actual Bolivia (en aquel entonces formaba parte del virreinato del Perú) –, es una cosa muy curiosa: un indio quechua que quiere hacer una fogata, de repente se da cuenta de que la montaña se empieza a deshacer por la cantidad de plata que tenía. Entonces, sí, en el siglo XVII, Perú es el gran exportador de plata al mundo, pero en el siglo XVIII, México se impone. Los grandes descubrimientos de las minas, y no solo eso, sino también México, a través del azogue, descubre una técnica que se llama “de patio”, en la cual la extracción de plata era mucho más fácil, más redituable y México se convierte, técnicamente, en el creador de esta tecnología. La calidad de la plata mexicana es extraordinaria y está destinada, obviamente, no nada más a pagar todo lo que costaba la extracción, sino que los intercambios importantes que se hacen con Asia se pagan con plata.

Estas monedas de plata, acuñadas en México, por la Mo de la ceca de México, se convierten en un asunto tan valioso que los chinos daban un premio por ello, porque había mucho oro en China, pero no plata. Incluso Rodrigo de Vivero, quien naufraga y va a dar a Japón, pacta con el emperador lo siguiente: “Vamos a traer técnicos que les van a enseñar a ustedes cómo limpiar la plata”, ¡porque necesitaban plata! Entonces, ese intercambio tecnológico que le promete México a Japón es de vital importancia.

La plata mexicana era de tal calidad que se aceptaba en todo el mundo; hasta George Washington hace muchos de sus vales de promesas de pago en el Spanish dollar, que es exactamente la moneda mexicana de ocho reales. Esa moneda circula por todo Asia, pero los ingleses ya habían hecho unas falsas, plateadas. Entonces, los asiáticos, para cobrar un impuesto les ponían un sello –los chops– y estos hacen muchas veces que las monedas estén casi “cazueleadas” de la cantidad de sellos que les han puesto; el golpe era una forma de garantizar que sí era plata. Entonces la moneda mexicana circula mundialmente a través del galeón de Acapulco-Manila. Se van también las tortas de plata. ¿Por qué esas tortas? Porque Filipinas produjo una cantidad de arte religioso y civil en plata, y toda esa plata era mexicana. Era una forma de exportar materia prima a través del galeón.

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Después de seis meses de trabajosa navegación, además de migración humana, el galeón regresaba a Acapulco cargado de variada mercancía: piedras preciosas, seda, mobiliario, porcelana, marfiles, especias y toneladas de historias preciadas. Me intriga saber el paradero de dichas narraciones.

Está bastante perdido todo ello. Por ejemplo, toda la joyería. Venía mucha joyería de China para ser engarzada en México, la hemos encontrado en los galeones que se han podido sacar del fondo del mar, con todo este cargo de objetos que llevaban. Pero todas estas historias están realmente perdidas porque oficialmente la Colonia siempre ha sido desdeñada. También por la misma leyenda negra y el nacimiento del país, que se da en el siglo XIX; para poder crear una nueva nacionalidad hay que desdeñar la anterior y con ello desaparecen todas esas historias. El maravilloso mundo que era la Colonia se encuentra realmente abandonado por la historia oficial.

Una de las historias más interesantes del galeón es la de la china poblana. Catarina de San Juan – también llamada Esmirna–, mujer que viene de Guyarat, del norte de India, es vendida en Macao. Los portugueses la compran y la llevan a Manila, y de Manila se la venden a una familia adinerada de Puebla, a la cual le dio tanta emoción que la fueron a recibir a Acapulco. Entonces, tiene catorce años, pero llega acompañada de una brillantez fantástica, pues al darse cuenta de la situación social empieza a hacer curaciones. Obviamente, venía con toda la medicina ayurveda de India, y se convierte en una maga de la curación.

Y para limpiar su nombre, por decirlo así, dice que su madre, sin haber conocido la religión católica, ya hablaba con la Virgen. Se convierte en una historia fantástica del siglo XVII. Esta mujer entra varias veces al convento y sale, siempre está en desposorios con un chino. Ella tuvo la capacidad de entrar y salir del convento y murió en estado de santidad, o sea, con olor de santidad. El padre Alonso Ramos hizo un libro muy importante en el siglo XVII de más de mil hojas –que es rarísimo–, no- vohispano, una edición limitada. Cuenta que cuando Catarina de San Juan salía de fiesta, siempre se ponía su vestido guyaratí y era realmente admirada por la sociedad poblana, por lo que empieza a copiar su vestido convirtiéndose en el vestido de la china poblana. Sobre esto tuve oportunidad de platicar mucho con don Octavio Paz –un querido amigo–, y como estuvo en India de embajador, siempre comentábamos que en el convento en el cual ella estuvo se inventa el mole. ¿Que qué es el mole? Un curry. Un curry con elementos nacionales como el chocolate y el chile. Toda esa combinación que nos llega a través del galeón nos cambia la vida y convierte a México en un centro importante de distribución.

LEVAR ANCLAS

Rodrigo, la siguiente es una de las subtramas más apasionantes del período novohispano: en 1597, en el monte Nishizaka, en Nagasaki, Japón, 26 cristianos fueron crucificados a modo de castigo ejemplar para frenar la intromisión extranjera. Uno de los misioneros martirizados, un joven de 25 años, se convertiría en el primer santo mexicano, ¿de quién se trata?

De san Felipe de Jesús. Él era un muchacho muy rico que varias veces sintió el llamado de Dios y quiso dedicarse a ello, pero entraba y salía del noviciado porque le gustaba mucho la fiesta. Un día, para irse ya a Filipinas como lego, su nana le dijo que él iba a ser bueno cuando renaciera una higuera que tenían en casa. Entonces, Felipe se fue a Filipinas a estudiar, pasó cuatro años allá, y cuando venía de regreso a México para hacerse fraile, el barco naufragó. Llegó a las costas de Japón, y como digo, empezaron a existir varios factores que se combinaron para que se diera este caso.

El capitán del barco le mostró a un japonés un mapamundi en el cual aparecía todo lo que pertenecía al rey de España y le hizo ver lo pequeño que era Japón. El japonés le preguntó “¡Oye! ¿Cómo logran hacer tantas cosas?”. Esto en el contexto de un Japón bélico, samurái, que venía de una guerra civil enorme, entonces se encontraban muy interesados en saber cómo se habían hecho de tanta tierra los españoles. El capitán dijo: “Bueno, primero mandamos cristianizar y después mandamos a los ejércitos”. Esto llegó a los oídos del emperador y del shogún, y declararon la cristiandad totalmente en contra de la ley. Con ello también cerraron las entradas porque una parte del interés de los novohispanos era cristianizar.

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Así, para tenerlos como caso ejemplar de que no debería de existir cristianismo, mataban a la familia entera por uno que fuera católico. A Felipe y a otros cristianos los metieron en jaulas, la mayoría eran franciscanos y otros jesuitas. Los llevaron por todo Japón y les pegaban en el camino, les cortaron las narices, orejas, en fin. Cuando llegaron a Nagasaki, a su martirio final, a algunos de ellos los crucificaron, como a san Felipe de Jesús, y a otros, los japoneses que se habían convertido, primero los martirizaron, a sus familiares los colocaron alrededor de donde estaban siendo quemados –de una forma muy lenta para que toda la familia se conmoviera– y después mataron a toda la familia mientras ellos seguían vivos. O sea, ¡fue una cosa terrible!

Había incluso premios para el que inventara formas en que pudiera sacrificarse más fuertemente, más dolorosamente a la cristiandad. Fue una persecución terrible. En el momento en que mataron a san Felipe de Jesús, dicen que la nana vio renacer la higuera de su casa. Este relato se convierte en una historia milagrosa en la cual también sale a relucir el mexicano, el mexicano de buenos sentimientos. No se le consideró siempre beato, se consagró hasta 1828, cuando salieron los españoles de México, porque no nos dejaron tener ningún santo. Ahora, tampoco nos importaba mucho porque para qué un santo, cuando la madre de Dios había venido aquí al Tepeyac. Guadalupe se presenta como la salvadora, la que unifica a México en su idea “Non fecit taliter omni nationi”, que en español se traduce como “No ha hecho mejor favor a nación alguna”. ¡Y así es!

Hace poco, haciendo acopio de material bibliográfico para esta entrevista, acudí a las principales librerías comerciales del país. Pregunté por el galeón de Acapulco, el de Manila y la Nao de China. Más allá de las cejas circunflejas de los auxiliares, me tomó por sorpresa percatarme de que en el sistema no aparecían obras bajo un título que incluyera esas palabras. ¿A qué atribuyes este fenómeno?

Sí, se trata de un abandono histórico, empezando, como digo, por la historia oficial, de no querer reconocer la grandeza del México colonial. Como he platicado, hay batallas de ultramar de los ejércitos novohispanos mexicanos en el siglo XVII, mártires, historias de amor, una serie de cosas inmensas, de momentos y de hechos de orgullo para los mexicanos. Mas: la historia oficial no permite esto y es una falla, porque no nos considera en nuestra dimensión histórica. Trescientos años fuimos novohispanos; no sé por qué no lo tenemos que ser con orgullo.

Por ejemplo, me he encontrado unos grandes cañones mexicanos hechos en la fundición de Chapultepec en el año 1605, ¡preciosos! Están en India, en un museo en el sur. ¿Cómo fueron a dar allá? Estuve investigando que William Draper, un pirata inglés, logró tomar Manila en 1762, agarró los cañones, se los llevó y los fue a botar a la India y ahí se quedaron. Tuve interés en que México los reclamara. El gobierno no le encontró utilidad porque eran novohispanos. Pero hay que entender que esos cañones se hicieron con una colecta de la gente de la calle, porque era tan atacada Filipinas por piratas chinos y japoneses que conmovía a las personas. Regalaban sus anillos, sus joyas para poder costear la fabricación de esos grandes cañones que fue- ron hechos en Chapultepec, en la calle de Fundición –hoy Rubén Darío– y se llevaron hasta Manila. Puedo decirte que son unos cañones que tendrán tres metros de largo con una calidad fantástica, con el escudo novohispano, con la inscripción de quién fue el virrey, en qué año se hicieron, etc.

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A BUEN PUERTO

Una vez que atracaba un barco en Acapulco, ¿qué ocurría con la mercancía?

Sabemos de la tan renombrada Feria de Acapulco. A través de barcos pequeños se corría la noticia de que ya iban a llegar los grandes galeones y esa noticia llegaba tanto a la Ciudad de México como a Puebla, a toda la Nueva España y también a los virreinatos del sur. Porque en Perú también necesitaban las especias, medicinas y todo lo que llegaba de Asia, y también esos lujos, porque venían, por ejemplo, rollos de algodón de Cambay, de India: por eso se llama cambaya el tipo de tela con el cual se hacían los rebozos. Venía una gran cantidad de materiales necesarios para la vida tanto de la Nueva España como del sur de América. Entonces, todas estas mercancías se llevaban de Acapulco hasta Veracruz, y de Veracruz iban a Cuba, y de Cuba a España.

El intercambio cultural entre el México novohispano y la Filipinas colonial llegó a tal grado que el tagalo, la lengua nativa de aquel territorio oriental, incorporó nahuatlismos tales como: “chicle”, “atole”, “epazote”, “papalote” y “tocayo”, entre varios otros. Pero eso solo fue el principio. ¿Qué otros elementos le heredó la cultura novohispana a Filipinas?


Nada más la forma de vivir la religiosidad que tienen. Hay que considerar que la Virgen de Guadalupe es la patrona de América y de las islas Filipinas, entonces el cristianismo se encuentra muy arraigado entre la gente. Afortunadamente, les ayuda mucho en la vida, en el avatar diario. Es un país no muy desarrollado y tiene una gran cantidad de pobreza, pero la similitud con lo mexicano es fantástica. No solamente en el lenguaje, también nos encontramos en el japonés varias palabras aztecas, aztequismos que se fueron pegando, como por ejemplo: a una especie de sandalia hecha de paja se le llama “huarache” (wajari) en japonés. Y también darle pecho a un niño se dice ochichi, otra palabra azteca. Entonces, toda esta llegada penetrante de los mexicanos en cualquier parte de Asia es muy importante. Las islas Filipinas fueron mexicanas durante 250 años, la influencia la encontramos en la comida, forma de ser, hasta en la forma de hacer fiestas, muy mexicanas. Hace poco estuve en una playa en Filipinas y estaba muy sucia, entonces me dediqué a recolectar las cosas que había ahí y de repente le dije a una persona: “Where can I place this trash?”. Y me dijo: “Ah, la basura”. Entonces, ¡me encantó que la palabra fuera la misma!

Por la apariencia de la gente y su forma de ser, es un país en el que realmente nos sentimos como si nos encontráramos en cualquier lugar de las costas mexicanas.

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¿Piezas de tu propiedad emparentadas con los galeones…?


¡Claro! Se tiene conocimiento del gran contrabando que había, pues el galeón bordeaba toda la costa mexicana y una de ellas era la de Jalisco. Tengo una pieza que realmente estimo mucho, una Virgen de marfil grande que perteneció a Chucho Reyes. Él era de la costa de Jalisco y obviamente esa Virgen tuvo que haber llegado a través del galeón. Es una pieza que tiene más de 200 años en México y que me recuerda esa grandeza mexicana que se representa en una pieza asiática en México, combinando lo asiático con lo europeo. Para hacer todas las esculturas de Vírgenes, se les daba a los chinos una estampa para que la copiaran, sin embargo, no sabían cómo era la parte de atrás. Por lo que las vírgenes de Guadalupe que llegan a México, hechas en China, la parte trasera la resolvieron poniéndole la forma del tocado que usa Kuan-Yin, la diosa budista de la misericordia. Entonces, vemos en una pieza lo japonés, lo chino, lo mexicano, en fin, y todo lo que significa ese gran movimiento que fue el galeón de Acapulco, en el cual México creció junto con Asia.

Texto por: LUIS FELIPE FERRA
Es Licenciado en Comunicación por la IBERO, Maestro en Humanidades por el Instituto Cultural Helénico y Maestro en Gestión de Arte y Cultura por la Universidad de Melbourne. Ha trabajado para agencias de publicidad como Publicis, Olabuenaga Chemistri y Central Buzz. Es cofundador de la productora cultural Polytropos AC y pertenece al Global Fellowship (2017-18) del Instituto de Relaciones Culturales Internacionales de la Universidad de Edimburgo.


Fotos de: Diego Vargas Nasser