Se dice que las crisis son oportunidades para reinventarse y que cuando un paradigma cambia este nunca regresa, esto también aplica en arquitectura. Hace 365 días que el coronavirus apareció en nuestras vidas y lo que comenzó como un cese temporal de actividades, se ha convertido en un cambio radical no solo en nuestra manera de vivir y de relacionarnos, sino también en la forma en que nos desplazamos. Nuestras nuevas rutinas no solo han modificado el ambiente y el espacio en el que vivimos. Otros espacios esenciales para nuestro desarrollo se han visto afectados, modificados, transformados y abandonados a causa de la pandemia. Hospitales, escuelas, centros comerciales, centros de convenciones, parques y hasta las calles de las ciudades están viviendo una “nueva normalidad”. Y aunque resulta difícil saber si los nuevos hábitos adquiridos serán definitivos, es evidente que estos impactarán directamente en el diseño de nuestros espacios.
Para nadie es ajeno que la gran protagonista de la pandemia ha sido la tecnología. Gracias a ella hemos estado conectados para socializar, aprender y trabajar sin salir de casa. Algunos arquitectos coincidimos en que el home office llegó para quedarse, al menos como alternativa. Pues, aunque muchos trabajos se siguen haciendo en su sitio, para otros existe la posibilidad de que el regreso a las oficinas sea híbrido o, incluso, inviable. La crisis económica causada por la pandemia ha provocado que algunas empresas dejen sus espacios físicos y sigan trabajando con sus equipos desde sus casas.
Para Gilberto L. Rodríguez (Monterrey, 1966) esto es un ganar-ganar porque los colaboradores se ahorran el tiempo de transporte y la gasolina; y las empresas, el costo de la renta. Además de las ventajas que supone la reducción de la movilidad: “Estoy seguro de que después de vivir las ventajas en la calidad de vida trabajando desde casa, habrá personas que consideren cambiar de trabajo para seguir haciéndolo de manera remota”.
No obstante, nos hemos dado cuenta de que las casas no estaban preparadas para la nueva modalidad de home office. De la noche a la mañana, la mesa del comedor se convirtió en el escritorio de trabajo y el cuarto principal en la sala de juntas para conectarse a las videollamadas. Los espacios de trabajo en las casas serán tan indispensables como las regaderas, y aunque pareciera que las dimensiones de la vivienda podrían llegar a aumentar, desgraciadamente no es así: “El mercado hace que las cosas se vayan regulando. La gente no puede pagar más metros cuadrados en las zonas en donde se desarrollan los departamentos de 60 a 80 m2. No creo que los desarrolladores quieran hacer departamentos más grandes porque no se venderían. Más bien se tendrían que diseñar espacios que permitieran un poco más de privacidad. Las oficinas en casa podrían aparecer como espacios cerrados o bien como lugares planeados en los pasillos o dentro de las recamáras: en un rinconcito donde no se vea la cama podrías tener un espacio empotrado en una ventana donde te puedas aislar. La idea es procurarle a la gente espacios donde pueda trabajar en paz”.
La vivienda es un tema fundamental en la humanidad al vivir una crisis o algún evento extraordinario como el que estamos viviendo. La zozobra nos hace reevaluar el concepto de casa: ¿dónde vivo y con qué cuento donde vivo? La pandemia ha puesto en valor no solo el espacio privado en el que habitamos, sino todo lo que nos rodea.
Aunque las ideas sobre la zonficación urbana propuestas en el siglo XX por el movimiento moderno quedaron obsoletas, otras ideas como la densificación de las ciudades para administrar sus recursos y evitar que crezcan, siguen vigentes y han evolucionado para incorporar otros usos dentro del mismo edificio.
De esta manera, “Un edificio que sea solo de departamentos ahorita es lo más obsoleto, tenemos que ver cómo usar las azoteas para dispersión, cómo usar las plantas bajas para conectar el edificio con la ciudad y cómo tu vivienda puede ser lo más flexible. Los edificios tienen que ser más divertidos, más densos, más mixtos, con más programa y con tecnología de punta para estar conectados”.
Juan Carral O’Gorman (Ciudad de México, 1976) vive y trabaja en Cancún, donde ha transformado un barrio desarrollando proyectos de vivienda de distintas escalas. “Parece que podemos hacer edificios que sean pequeñas ciudades y eso me entusiasma. De alguna manera la pandemia nos ayuda a cambiar la norma, que es lo que estamos tratando de hacer, convencer a las autoridades de tener edificios con distintos usos y actividades en donde puedas vivir, trabajar, ejercitarte y subsistir ahí mismo”.
LALO es un edificio de usos mixtos en Monterrey, diseñado por Gilberto L. Rodríguez y Rodrigo de la Peña. Cuarenta y dos pisos de altura alojan habitaciones de hotel, locales comerciales y, aproximadamente, 300 departamentos. El proyecto que está en construcción ha sido modificado a raíz de la pandemia: uno de los pisos se convertirá en un co-working con oficinas privadas a la venta para los residentes de la torre. La idea de tener un espacio de trabajo en el mismo lugar en donde vives, pero fuera de tu departamento, se promociona con la escrituración y el crédito de tu vivienda, incluyendo los metros cuadrados de tu oficina (porque es el mismo proyecto).
“Trabajar en casa es un reto por las distracciones que pueden representar los niños dentro de la vivienda. Qué comodidad que puedas vivir en el piso 25 y tengas la posibilidad de bajar al piso 18 a tu oficina, donde además habrá espacios compartidos como salas de junta, recepciones y salas de estar”, opina Gilberto L. Rodríguez.
Según Juan Carral O’Gorman, el balcón es una pieza de la vivienda que se ha revalorizado a partir de la pandemia: “Cualquier edificio de vivienda que tiene un espacio exterior propio es mejor que aquel que no lo tiene. Además, el balcón es un elemento arquitectónico muy bonito que te filtra la luz y el ruido de la ciudad, te cuida del sol y del agua y es un espacio donde puedes tener la arena de tu gato, la bicicleta, etc. No hay vivienda que se saque un 10 que no lo tenga”.
Pero no hay rosas sin espinas, y ese pedazo de aire libre cuya arquitectura nos permite interactuar con la ciudad y estar en contacto con el exterior es costoso. Juan Carral lo acota: “No son metros cuadrados construidos que te dan más prorama. Un balcón de 1.5m a 2m no te hace albergar a un hijo más, se considera más como un lujo.
En estos momentos se usaría muchísimo; en un caso de cuarentena, el balcón es un espacio rico para respirar aire fresco y tomar el sol”. A nuestro favor juega un factor muy importante que es el clima. Nuestra situación geográfica es privilegiada para hacer espacios abiertos, ventilados, y salir adelante más rápido de esta pandemia que los países de primer mundo como Noruega, Inglaterra o Alemania.
Aunque es posible que otras tipologías de arquitectura cambien, son nuestros hábitos los que poco a poco irán transformando los espacios que habitamos. Bernardo Gómez-Pimienta (CDMX, 1960) reflexiona: “Los centros comerciales van a tener un impacto importante. Hemos todos descubierto que las compras por internet son bastante sencillas y puedes acceder desde tu computadora o teléfono a prácticamente todas las tiendas”. El también director de la Facultad de Arquitectura de la Universidad Anáhuac, añade: “Yo creo que la educación en formato exclusivamente presencial terminará ahora. Considero que las universidades y las escuelas tendrán una parte presencial, pero lo virtual llegó para quedarse. No será necesario ir a la universidad todos los días como lo hacíamos antes.
Incluso, las oficinas se reducirán de manera muy importante. No pensaríamos en tener ya 400 o 600 personas en un solo espacio. Tendremos algunos espacios para la gente que tiene que estar en la oficina y salas especiales para tener ese tipo de reunión que no puedes tener virtualmente, pero la mayoría hará su trabajo desde casa. Muchísimos edificios de oficinas creo se van a transformar en vivienda”.
En México, el 70% de sus habitantes vive en asentamientos urbanos y las ciudades son un conjunto de recorridos que también se han visto afectados a raíz de la pandemia. Con la movilidad reducida, pensar que las ciudades podrían ser diferentes entusiasma a algunos arquitectos. En palabras de Gómez-Pimienta: “Tenemos que incrementar la densidad dentro de la ciudad y no permitir que la ciudad crezca y se siga extendiendo. La idea sería desarrollar los diferentes centros para que la gente no se tenga que desplazar de lado a lado. Donde los parques, los servicios y las compras puedan hacerse en ese centro”. Lo que representa a su vez una buena oportunidad para promover otras alternativas a los medios de transporte colectivos como el uso de bicicletas, patines, motos, etc.
Además, dentro de las ciudades estamos viviendo un momento muy especial para promover otro tipo de vida urbana donde podrías vivir y trabajar en un mismo lugar y salir a caminar para dar un paseo y hacer algunas compras. Juan Carral considera que “El barrio es una buena solución para vivir mejor. En la Ciudad de México, por ejemplo, hay colonias como la Juárez, en donde tienes el localito de abajo que tiene restaurante o comida para llevar. Para comer puedes bajar de tu casa, respirar aire fresco y convivir en la calle con algunas personas. Diferente a una torre en la que vives detrás de una barda, cruzando una reja y un control de vigilancia. Esa arquitectura que hace que los barrios desaparezcan”. Existe un reto importante en la planeación de la ciudad en todos los niveles para que los usos mixtos ayuden a reducir la movilidad urbana y con ellos mejorar la calidad de vida de todos sus habitantes.
Lo que estamos viviendo es una buena oportunidad para reflexionar sobre los cambios que podríamos hacer en el diseño de las ciudades y los espacios que habitamos dentro de ella. Pero no hay mal que dure 100 años ni personas que lo aguanten. Y ante el deseo generalizado de que todo se normalice y poco a poco vayamos dejando atrás esta situación, pensar en que la pandemia va a hacer cambiar a la arquitectura tal y como la conocemos sería pesimista. El solo hecho de imaginar que el tamaño de los hospitales aumentará, o que se construirán clínicas permanentes especializadas en covid-19, es indeseable. Incluso pensar que los salones de clases van a desaparecer, o que los teatros y estadios se van a demoler, resulta desorbitado. No obstante, asegurar que las oficinas van a sufrir ajustes significativos y que los centros comerciales podrían desaparecer, parece lógico e inmediato. Si algo nos ha enseñado esta pandemia es que podemos trabajar a distancia y que el supermercado y el centro comercial se encuentran a un clic de distancia.
Texto por: EMILIO ÁLVAREZ ABOUCHARD
Fundó su taller de arquitectura en 2017 y obtuvo medalla de plata en la 3ra. Bienal de Jóvenes Arquitectos de la República Mexicana por el Edificio Avenida Central. Arquitecto por el ITESM campus Monterrey, participó en la Cátedra Blanca CE- MEX XXI del Tec de Monterrey bajo la batuta del arquitecto Agustín Landa Vértiz, y cursó la Cátedra Blanca CEMEX del arquitecto español Alberto Campo Baeza en la Escuela Técnica Superior de Arquitectura de Madrid. El trabajo de Emilio Alvarez Abouchard Arquitectura ha sido publicado en México y el extranjero, y colabora con diversas publicaciones escribiendo artículos relacionados con la cultura y la arquitectura.