Desde hace casi tres décadas, la obra de Yoshua Okón se caracteriza por tocar fibras sensibles al abordar problemáticas políticas y sociales como el cambio climático, la desigualdad económica, la migración, el consumismo y la violencia con la intención de generar una reflexión crítica acerca de asuntos que acontecen en nuestro entorno. Sus videoinstalaciones combinan de manera controversial el documental y el performance, a la vez que capturan las narrativas creadas por el artista con el objetivo de que la cámara actúe como un catalizador que desinhibe a los sujetos que aparecen, les permite representar un personaje y los lleva al límite, al punto en el cual se cuestiona la línea divisoria entre la ficción y la realidad hasta desdibujarse por completo. “La mayoría accede a representar el papel que les pido aunque no sean actores porque la cámara es muy liberadora. Te permite dejarte ir e, incluso, ser más tú de lo que eres cotidianamente”.
Son experimentos cuasisociológicos que nos invitan a cuestionar desde el sistema neoliberal en el que vivimos hasta la indiferencia que mostramos ante problemáticas sociales que requieren de una participación activa de nuestra parte con la finalidad de implicar al público profundamente en asuntos que algunas veces aparentan ser distantes y lejanos en nuestra realidad cotidiana; asuntos en los que preferimos no pensar porque nos resultan incómodos y es más fácil evadirlos, pero nos competen más de lo que creemos.
Yoshua utiliza un humor irreverente, sarcástico y políticamente incorrecto para despojar al arte de esa solemnidad que se le confiere sin dejar de abordar temas sensibles. Su humor funciona como un lubricante social que permite la entrada al espectador a un diálogo en torno al lado oscuro de nuestra sociedad. “El humor es un componente esencial en mi obra, es un medio para apelar al aspecto lúdico y afectivo que hay en nosotros y lo que nos permite tener más tolerancia con respecto a temas sensibles e incómodos”.
De alguna manera, se podría llegar a creer que su obra pretende ser una sátira política sobre la forma en la que opera el sistema neoliberal y sus efectos colaterales. Quizás sí lo sea; sin embargo, su interés no solo es ese, sino explorar la manera en la que el humor puede ser utilizado de forma seria para exponer de manera crítica la crisis que está atravesando este desbocado modelo económico que está al borde del colapso. “El humor negro para mí es una herramienta de seducción que permite crear una tensión entre la atracción y la repulsión. Al reír ya penetraste en la obra y no te queda más remedio que afrontar lo que se está poniendo sobre la mesa”.
Diariamente, los medios de comunicación y las redes sociales nos bombardean con información e imágenes al grado de saturarnos, volvernos indiferentes y desensibilizarnos en relación con la violencia que hay en nuestro país. “Vivimos en un mundo altamente mediatizado en donde la publicidad y la propaganda nos condicionan. El arte para mí es un espacio de libertad en el que uno puede pensar y conectar”.
Su proceso creativo es una compleja combinación de intuición, investigación y exploración formal. A pesar de que todas sus obras son distintas, hay un hilo conductor que las unifica bajo el interés por desestabilizar las narrativas dominantes y abordar el fracaso del neoliberalismo como un modelo no sustentable debido a sus excesos y falta de regulación, lo cual les ha permitido a las empresas y corporaciones trasnacionales tener un poder exorbitante que, al estar ejercido únicamente de manera lucrativa, ha generado una profunda crisis medioambiental y social.
“Oráculo” es la primera exposición individual de Yoshua Okón en la Ciudad de México desde su retrospectiva en el MUAC en el 2017. Está compuesta por cinco cuerpos de obra, que incluyen videoinstalaciones, pinturas y esculturas. El título de la muestra responde a dos razones. En primer lugar, hace referencia a una de las obras del artista, que se titula Oracle (2015) y que fue filmada en Arizona con los líderes de los Arizona Border Defenders, un grupo de exmilitares y expolicías ultranacionalistas que se autodenominan milicia y se dedican a impedir la entrada a migrantes. “Muchos de ellos han llegado a matar a los migrantes; por ejemplo, ponen un letrero que dice: “Aquí hay agua” y los mandan a deshidratarse en el desierto, o piden permiso a los dueños de los ranchos, ya que hay una la ley en Estados Unidos conforme a la cual si alguien entra a tu propiedad puedes disparar”.
En segundo lugar, el título alude a esa capacidad visionaria que tiene Okón de plantear temas universales como el calentamiento global. “No sabía qué título ponerle a la exposición hasta que hubo una pequeña coincidencia con mi nueva obra República bananera (2019). Es la única pieza inédita que se presenta en esta exposición y consiste en un video en que reproduce las imágenes de una tienda de Banana Republic ardiendo en llamas junto con una serie de esculturas de animales africanos inspirados en la historia de la marca, que al principio estaba ligada al concepto de safari y por eso las primeras tiendas que existieron estaban decoradas con animales disecados. Terminando este nuevo cuerpo de obra me fui de vacaciones y justo empieza el año con todas las imágenes de animales quemándose en los incendios de Australia. Fue premonitorio”. Si bien República bananera habla de la crisis medioambiental y de su relación con el poscolonialismo, Fridge-Freezer (2015) aborda el tema de la alienación en los suburbios. “Esta obra habla de la condición del suburbio como un espacio exclusivamente diseñado para satisfacer la lógica de la cultura de consumo, así como de los efectos secundarios de vivir en una burbuja artificial”.
A pesar de que su obra podría incluirse dentro de esta tendencia de artistas contemporáneos que hacen un cierto tipo de “artivismo”, Yoshua afirma que “el activismo y el arte son actividades muy distintas. El primero tiene agendas específicas y concretas; por ejemplo, yo quiero hacer que la gente deje de usar bolsas de plástico, es una meta muy concreta y específica. El arte opera de una manera muy diferente, ya que aborda los temas políticos y sociales desde lo simbólico”. A veces, uno se pregunta si el arte tiene la capacidad de generar un cambio en la sociedad y despertar la conciencia de los espectadores que pasivamente consumen las imágenes que nos rodean. Sin embargo, él considera que hablar de un cambio provocado por el arte es algo muy complejo, porque no es un cambio que se pueda calcular, ni medir, ni cuantificar de manera científica a diferencia del activismo. En ese sentido, Okón no crea arte para entretener ni para complacer al espectador, sino para estimular la creatividad y el pensamiento crítico.
Por último, cuando le pregunté cuál es el compromiso que el artista debe tener con la sociedad, él respondió: “Ser honesto y decir lo que piensas, porque la mayoría de las imágenes que nos rodean están hechas para vender algo, no vienen del corazón. El compromiso del artista es ser uno mismo y no trabajar para la agenda de nadie más, y generar imágenes estimulantes que nos hagan pensar críticamente; imágenes que nos estimulen y nos muevan el tapete”.
Puedes visitar “Oráculo del 23 de enero al 7 de marzo en Proyectos Monclova.
Texto y fotos de Sheila Cohen