
Entre formaciones milenarias y figuras que emergen desde las entrañas de la piedra, la obra de Peñalta construye un universo que gira en torno a un diálogo entre naturaleza y memoria. Su práctica, profundamente intuitiva y a la vez rigurosa, revela rostros, emociones y animales que él imagina atrapados en la roca y nos invita a recordar que, en la era de la inteligencia artificial, lo tangible posee un poder irremplazable.

¿Qué significa la piedra para ti más allá del material?
Es un refugio en donde encuentro mucha paz. También es el medio para poder armonizar con la naturaleza. Representa ese instrumento para comunicar lo que tengo dentro, en sintonía con el interior que también guarda la naturaleza. En este caso, la misma roca.
Hablas de “escuchar el murmullo” de la roca antes de intervenirla. ¿Cómo traduces esa escucha en gesto pictórico?
Cuando busco el material, recorro talleres de mármol y piedra con mucha atención. Escucho. A veces hay un murmullo, otras veces un grito, como si algo dentro pidiera salir. Ese sonido interior me guía y lo traduzco en un gesto, encontrar y liberar al ser que habita en esa masa. Ese es el acto pictórico, darle forma a lo que ya estaba ahí, esperando.
Tu obra parece emerger más de la contemplación que de la planificación. ¿Cómo manejas el equilibrio entre intuición y técnica?
La intuición es inmediata, aparece cuando recorro los talleres, entre bloques ya cercenados. Ese instante en el que algo me llama, sin explicación, es un momento de encuentro. Luego viene el corte, encuadrar al personaje que percibí y ahí empieza la contemplación.
Ya en el taller, con la piedra frente a mí, me siento a observarla con calma, escucho música y entro en un estado íntimo, casi meditativo. Puedo pasar horas, días, incluso años frente a una pieza hasta que finalmente el personaje revela su historia. Es entonces cuando entra la técnica, el equilibrio está en respetar ese hallazgo intuitivo, pero saber traducirlo con precisión.
Hablas constantemente de personajes dantescos, ¿qué lugar ocupan la literatura y la mitología en tu proceso creativo?
Ambas son esenciales en mi obra porque trabajo constantemente con la imaginación. El guiño de Medusa, instalado en el Instituto de Geología de la UNAM, representa ese vínculo: una figura fragmentada que alude al poder de la mirada y a la naturaleza como fuerza incompleta. La cabeza de Medusa, convertida en escudo, funciona aquí como símbolo protector. Es también un puente con los geólogos, con quienes comparto una pasión por la piedra desde mundos distintos. Para mí, como dice un amigo geólogo: “Las rocas son los huesos de la Tierra”. Y desde ahí parte todo.


A lo largo de tu obra, los rostros aparecen una y otra vez. ¿Por qué las caras?
No sé exactamente por qué, pero necesito pintarlas. Es casi una obsesión. Desde niño las dibujo; están en todas partes. En lo cotidiano, en formas, sombras o texturas, siempre estoy buscando rostros. Quizá tenga que ver con la pareidolia, ese mecanismo ancestral que nos hacía reconocer caras como una forma de supervivencia. El rostro siempre ha sido una presencia poderosa para el ser humano, y yo no soy la excepción. En mi caso, es casi compulsivo: veo y dibujo constantemente.
¿Qué representan los animales dentro de tu universo?
Siento una atracción muy fuerte por los animales, especialmente los más silvestres. Me identifico con ellos profundamente. Su presencia, su fuerza, incluso su fragilidad, me conmueven. Dentro de mi obra, representan lo instintivo, lo esencial. Observarlos es una forma de conectar con lo más primitivo del ser humano, con algo que va más allá de lo racional.
¿Qué buscas provocar para el espectador al liberar esas figuras atrapadas en el mármol o piedra?
Lo que persigo es detonar una experiencia. Libero figuras desde mi historia y lo que la piedra me dice, pero cuando la obra se expone, el espectador entra en juego. Si logra dejar de mirar una pantalla y se detiene frente a una roca, ya es un logro. Cada quien proyecta lo suyo, ya sea miedos, recuerdos o deseos. Si alguien ve un caballo donde yo no lo veo, es porque su historia está dialogando con la pieza. Lo que más me interesa es que la obra despierte algo íntimo y que la piedra, de pronto, deje de ser solo piedra y se vuelva un espejo.

¿Qué papel tiene el error o el accidente en el desarrollo de una técnica como la petrovitapintura?
Trabajo sobre accidentes geológicos, como vetas, fracturas, tonalidades que ocurrieron hace millones de años. A partir de ellos reconstruyo, lo mismo sucede con la vida. No es un lienzo en blanco que podemos controlar a nuestro antojo, es una placa de roca que llega con imperfecciones. Puedes lamentarte por lo que una veta arruinó o decidir construir sobre lo que tienes. Muchas veces, lo que parecía un obstáculo revela algo inesperado. El accidente no estorba, es más bien parte esencial del proceso creativo.
En un momento en el que la realidad virtual y la inteligencia artificial redefinen la creación, materia y cuerpo, ¿cómo dialoga tu obra con estas nuevas formas de realidad?
Mi obra dialoga con la inteligencia artificial y la realidad virtual como un punto de equilibrio. Vivimos una era de avances exponenciales que transforman nuestra percepción de lo real. Pero frente a eso, el contacto con una piedra, con algo tangible y milenario se vuelve aún más valioso. En este mundo cada vez más digital, lo físico, lo auténtico, lo que tiene tiempo acumulado, como una roca, cobra una nueva fuerza. Mi obra se posiciona ahí, como un ancla frente al vértigo de lo intangible.
IG. @penalta_17