Desde pequeña, Alejandra siempre fue la encargada de los álbumes fotográficos familiares. Antes de aprender a sacar una foto, ya le tocaba escoger las que le parecía que mejor plasmaban en papel un recuerdo. A los 10 años recibió una cámara, con la que recuerda haber jugado mucho. Un juego que se transformó con los años en pasión y que hoy es su profesión.
Trotamundos por naturaleza, Alejandra ha visitado más de 70 países y ha vivido en 9 diferentes. “Pero siempre regreso a casa”, nos dice. Nació en Madrid y la primera vez que vivió fuera fue para estudiar en Londres, seguido de Estados Unidos, Alemania, Italia, para posteriormente trabajar en Estambul, Nairobi, Bangkok, Chicago y en su actual hogar, México. “Viajar ha sido una tónica en mi vida, define tu carácter e influencia tu trabajo y la apertura con la que ves la vida”, nos dice. Desde quien observa su trabajo, fotografía artística, de viaje y social, sus múltiples hogares la han empapado de una amplia visión y empatía por las diferentes culturas que habitan el mundo, encontrando sincronías en donde los demás vemos polos opuestos. Rascacielos newyorquinos que combinan con infinitos bosques de bambú.
El trabajo social de Alejandra comenzó en Nairobi con Farmacéuticos Sin Fronteras en el área de finanzas, su primera carrera, y mientras se mantenía con el sueldo de este trabajo, hacía proyectos como voluntaria cooperando con mujeres artesanas, ayudándolas a importar sus productos a España o dedicando su tiempo a niños con VIH en un orfanato. Después de eso, Alejandra trabaja en Londres y al mismo tiempo, estudia fotografía profesional. Posteriormente viaja a Tailandia, donde decidió realizar un proyecto social, pero esta vez volcado completamente a la fotografía. Allí vive durante unos años en los que funda Bangkok Soul, empresa dedicada a realizar tours priva- dos fotográficos para viajeros y fotógrafos que visitan el país. Al mismo tiempo que comienza a vender fotografía artística de edición limitada para empresas y particulares.
Uno de los lugares más especiales en el mundo para Alejandra es Oaxaca, donde además de realizar uno de los proyectos más importantes para su carrera fotográfica, se encontró con un proyecto que cambió su vida, en más sentidos de los que pudiera explicar con palabras, pero que nos quedan claros cuando vemos sus fotografías. Lo más importante en el trabajo de fotógrafos y fotoperiodistas es que reflejen lo que pasa en la sociedad para hacernos a todos los espectadores más sensibles y conscientes. Un granito de arena no hará la diferencia, pero ¿qué tal la suma de los granitos de todos?
Muy humildemente y sin la concepción de que yo voy a cambiar el mundo, creo que la foto en concreto es una herramienta de comunicación poderosísima porque es un idioma internacional; la comunicación visual, no tiene fronteras. Qué tal si vemos en una exposición que, a una hora de vuelo de la Ciudad de México, se encuentra un orfanato de niñas que no tiene ayuda gubernamental o de ninguna institución privada, dirigido por señoras que ya son ancianitas, pero que quieren a sus niñas con locura y que viven con lo básico de lo básico. Empieza a despertar un interés y de repente la gente se pregunta, ¿Qué puedo hacer?”, nos cuenta Alejandra.
Nos explica que, a raíz de la publicación de estas fotos, se ha acercado mucha gente que aun- que no puede hacer una aportación económica, realiza una visita para ofrecerles algo de atención e interés que simplemente les ilumina la cara. Y finalmente saber que si no se puede ir a Oaxaca, siempre habrá un orfanato o un asilo de ancianos a la vuelta de la esquina de casa. Al final lo importante es colaborar de alguna manera.
Además del tiempo, ayuda y atención que Alejandra ha dedicado a las niñas que viven en el orfanato, el 30% de la venta de su obra se ha donado, con lo que han conseguido cambiarles los colchones, comprarles alimentos a los que con frecuencia no tienen acceso, así como material escolar y productos de higiene.
Los recuerdos de este proyecto se ven plasmados en Refugios y futuros, una serie fotográfica. “Se llamó de esa forma por lo que significa un orfanato: un refugio, una casa, protección. Y futuros porque eso es lo bonito de este tipo de proyectos, que ves que hay esperanza, que sí se puede cambiar la realidad de estas niñas, si no de todas, de algunas para que su futuro sea mejor”.
Bajo la premisa de concientizar y cambiar vidas, Alejandra trabajó en otra serie fotográfica en las calles de Nueva York: “La titulé The Beat of New York, por el latido, la vibra, la energía que hay en esa ciudad. La fotografía callejera es retratar la realidad de una sociedad concreta. Nueva York me fascina por lo cosmopolita que es, todas las etnias que hay. Creo que todos al final nos sentimos en Nueva York como en casa porque como hay de todo, siempre hay una parte de ti”.
Actualmente, la fotógrafa aún trabaja en el libro que publicará sobre su trabajo de dos años en Nueva York, que plasmará desde niños hasta ancianos, mujeres y hombres de todas las razas y de disciplinas artísticas también muy variadas, desde break dancers, skaters, mimos, pintores, guitarristas, bateristas e infinidad de otras disciplinas.
Alejandra también ha decidido explorar otras áreas de su talen- to. El año pasado, mientras se encontraba viviendo muy cerca del Ángel de la Independencia, decidió explorar su significado. La presencia de este símbolo en la ciudad la conquistó para realizar un trabajo en su honor. “Es lugar de celebraciones, de marchas, un emblema, todo lo que representa; le han tocado hasta los terremotos, lo que ha vivido es la historia de la ciudad y de muchos ciudadanos. Fue un desafío decidir cómo hacer un proyecto del Ángel, que no fuera una foto bonita, ¡ya hay miles! Decidí dar la visión de un Ángel 360”.
El Ángel 360 es representar un Ángel desde el punto de vista del periodismo, una noticia contrastada, con distintos ángulos, objetiva y que exprese distintas visiones. De esta forma, Alejandra lo fotografió en distintos momentos, bajo diferentes interpretaciones artísticas: un Ángel en la noche con luna llena, uno en el atardecer, uno de día y empleando varias técnicas fotográficas: un Ángel muy clásico, simulando la típica foto- grafía en blanco y negro con placa húmeda; un Ángel pop, modificando totalmente los colores y con tonos que nos recuerdan esta técnica. Ángeles con doble exposición, o triple exposición, con imágenes más difuminadas; un “Ángel del terremoto” como decidió llamarlo, intervenido con piedra. Finalmente, los montó en distintos formatos: “El Ángel pop, por ejemplo, está impreso sobre lienzo y tengo otros impresos en cobre y en latón. Utilizo acrílico, papel fotográfico y todo eso va configurando que al final sea un proyecto que va más allá de una foto bonita”.
Como artista, lo más importante es el desafío constante, la búsqueda de uno mismo y hacer cosas nuevas. “Hay artistas súper especializados y enfocados en una temática, que me parece maravilloso porque te permite profundizar muchísimo, explorar y crecer. En mi caso, quizá por mi vida, por vivir en distintos lugares, mi manera de crecer y evolucionar es estar en constante desafío conmigo y hacer cosas nuevas”, finaliza Alejandra con emoción y expectativa de los proyectos por venir.