Aunque ensayes tu saludo, aunque prepares las preguntas a conciencia, Alejandro González Iñárritu impone. La sola idea de él. Su solemnidad, su éxito internacional, su discurso, tan estructurado como… Sí, un poco forever. Es un gustazo acercarte a hablar con el ganador del Óscar al mejor trabajo de dirección de 2015 y de 2016. Solo dos cineastas habían ganado el Óscar dos años seguidos en esa competida categoría. Dos leyendas del cine, Joseph L. Mankiewicz y John Ford. Sin embargo, a pesar de lo agradable de la plática, de lo interesante y amable que fue el director de Amores perros, ¿por qué tiene esa imagen de antipatía? ¿Por qué recelan de él sus compatriotas? Que su cine tiene interés a nivel mundial es algo evidente… pero, ¿y él? ¿Cuándo se quita la careta? Seguramente, en el set de filmación. Allá no tiene que ir dando tantas explicaciones. Allá seguro que todo su discurso lo aplica con rotundidad y, como él mismo asegura, exceso. En Los Ángeles nos encontramos, él toma té y viste de riguroso negro. Se ve más joven de la edad que tiene. Se ve más joven que yo, de hecho. Y me saca quince años.
Ganaste de nuevo el Óscar, son dos años seguidos como mejor director. ¿Y ahora qué, Alejandro?
No tengo idea. Ahorita hay una obsesión mediática con los premios. Me da risa que lo primero que piensa la gente es si ganas o no el Óscar. Ven a Leo como si estuviese haciendo películas para conseguir eso, y sencillamente, no es cierto. Obviamente, me da mucho gusto que la película obtenga premios, pero me excita mucho más compartir mis películas con el público y ver sus reacciones. El renacido es una película única en muchos aspectos y me interesa saber cómo la experimenta la gente allá donde se estrene.
Esta vez te ha tocado el premio durante una época más tranquila, porque el éxito de Birdman, hace un año en los Óscar, creo que no llegaste a disfrutarlo en su totalidad.
Hace un año estaba rodando. Llegué a los Óscar y recibía mails de que se estaban cayendo veinte locaciones, pero sí los gocé en su verdadera perspectiva. Fue muy sano. Yo estaba filmando, mis sentidos estaban en la producción, resolviendo problemas, y eso me ayudó a gozarlo todo sanamente. Me escapé unos días, me tomé una copa con el crew y los actores, pero no podía dejarme acariciar la parte de la vanidad o de la superficialidad. Fue un balance perfecto para mí.
En cualquier caso, premios aparte, entiendo que estás satisfecho con el resultado, que todos pudimos disfrutar en la pantalla el fruto de tu trabajo. Mucho.
Terminar una película como esta no fue fácil. Terminar cualquier película no lo es, pero con una de estas películas es como subir una roca vertical sin cuerda, y acabar sin uñas y sangrando en los dedos. Puedes caer fácilmente. Y sí, me siento muy orgulloso, todavía no me creo lo que logramos con tanto trabajo, exprimiendo esa hora al día, del atardecer. Esa hora, esa experiencia, es como yo me imagino que el cine debe de ser. O sea, si hay una revelación de algo que no tiene que ver con la historia, con el plot, con las palabras, o con cuán inteligente eres, sino simplemente el exponerse a la belleza del mundo. Capturamos esa idea de contemplación y al mismo tiempo creo que la película tiene una gran espectacularidad y emoción, pero la contemplación es la parte que más me interesó desde el principio.
Es una historia muy sencilla, una película sobre la supervivencia, la venganza, y en el fondo, como no podía ser de otra forma, sobre las relaciones entre padres e hijos.
Hay un tema filial que es una constante en mis películas. Puedes tener hijos o no, pero siempre serás hijo de alguien y eso te define. Cualquiera puede identificarse con eso que tiene tanto que ver con lo que somos. Pues hay un tema de cómo este contexto social, político, histórico que viven estos personajes, tiene mucho que ver con lo que vivimos hoy.
¿En qué sentido?
Creo que hay una relación del ser humano con la naturaleza de una ignorancia brutal, en donde se hace uso de los recursos de la naturaleza, sin ninguna consideración, como lo hicieron esos personajes.
Aquello fue el inicio del capitalismo desregulado que tenemos hoy, en que los bienes de la naturaleza se consideran como medios para conseguir utilidades económicas, sin ninguna consideración por la naturaleza misma, ni por las comunidades, con las consecuencias que ya sabemos.
¿Ves paralelismos en otros sentidos, o solo en cuanto a ese concepto del mal uso de la naturaleza?
Muchos otros, y están en la película. Por ejemplo, el racismo y la falta de entendimiento, el aviso de los fuertes de aquel entonces, lo que hoy serían las corporaciones. Por eso me interesó ese contexto, porque tiene mucha resonancia con lo que sucede ahora, porque se ha explotado mucho. Siempre se habla del oeste, del oro y del petróleo, pero aquí el oeste no existía. Los animales eran el income más importante por aquel entonces.
Yo crecí con esa referencia literaria y cinematográfica de la frontera como paradigma de la aventura, del viaje. Porque esta película no solo es lo que vemos en la pantalla, sino la aventura que ustedes “disfrutaron”, ese viaje a las montañas rocosas, e incluso, a Argentina.
Fue duro, pero por eso lo disfrutamos más ahora. Yo soy así, me gusta la vida de esa forma, con esa filosofía del viajero, del aventurero, entre comillas. Me gusta no estar cómodo. Hay gente que, cuando viaja, por trabajo, le encanta comer en las cadenas de restaurantes, ir al Denny’s, por que les gusta saber qué van a recibir. Conmigo es todo lo contrario, me gusta ir a los restaurantes chiquitos de un tipo que entiende la cocina de manera diferente. La comodidad no va conmigo.
Y regresando a la idea literaria de la frontera. Claro que me gusta mucho Jack London, Conrad, Faulkner, me gusta esta épica del hombre contra la naturaleza y del hombre contra el hombre, pero también me gusta la intimidad. Mis referencias son más Dersu Uzala de Kurosawa, Andrei Rublev de Tarkovsky, Aguirre y Fitzcarraldo de Werner Herzog, o inclusive Apocalypse Now, películas que tienen una épica en su escala, pero también una épica intimista, eso es lo que yo quería lograr.
Tu cine es experimental, pero a pesar de eso, tiene el favor del público. ¿Cómo crees que conecta tanto con la gente?
Yo creo que más bien es ser honesto con uno mismo. Yo siento que, si a mí me gusta algo, si a mí me interesa, no soy un marciano, tiene que haber otra gente que le guste. Yo apuesto por eso. No sé a qué tanta gente le vaya a gustar. Si hay gente que le gusta, que no es la mayoría, va a conectar, y por eso lo hago. Trato de ser honesto conmigo mismo.
Estoy seguro que tienes en mente grandes historias que se desarrollan en México, y como no sé si tengas intención de regresar pronto, ¿qué opinas del cine que se hace ahora en tu país?
Sí, definitivamente me gustaría volver a filmar en México, ahorita hay grandes cineastas por allá. Me gusta el cine de Reygadas, de Fernando Eimbcke, de Amat Escalante, de Gerardo Naranjo, yo creo que hay cineastas con una voz y una personalidad muy importantes, reconocidas en el mundo entero. En México hay un talento individual muy fuerte, una buena época, creo que es una buena camada.
Has tocado todo tipo de temas y geografías a lo largo de tus películas, ¿qué crees que pueden tener en común, dónde ves el hilo que las teja unas con otras?
Lo que te decía, el tema filial es un tema recurrente. Por alguna razón, siempre acabo tocando este tema. También creo que hay una intensidad, una “mexicanidad”. Discutía, el otro día, con Reygadas, que él es un minimalista y yo soy un maximalista. Mi trazo es de brocha gorda, mi voz es profunda y ruidosa, mi carácter es así. Soy más un muralista, con grandes temas y lienzos, donde toco desde lo cosmogónico y lo social, a lo histórico. Por eso me identifico mucho con los murales de Orozco. Sí hay una cuestión de querer pintar en un trazo, todo el lienzo. En este sentido, yo siempre he dicho que un manzano, hace manzanas. No sé si soy zapote o soy banana, pero un árbol de bananas hace bananas, te guste o no. No puedo traicionarme a mí mismo.
Te preguntaba esto porque, repasando Birdman, y tratando de ver la continuidad con El renacido, llegué a la conclusión de que ambas películas iban sobre las segundas oportunidades, sobre “renacer”, en este caso, literalmente.
Puede ser. Yo creo que hay una especie como de renacimiento de este personaje y hay una lucha constante. Yo creo que hay un tema de la resistencia, de la lucha. En la vida de cada ser humano tenemos muchos ataques de oso, caemos en un abismo. E igual, encontramos por el camino a alguien que nos ayuda y nos cura. Yo creo que sí hay una metáfora con la vida de cualquiera. Cuando tengo amigos que están batallando con el cáncer o han perdido un hijo, eso son ataques de oso. Pero que la gente se reinventa y es a través de eso que siguen luchando y quién sabe por qué nos mantenemos luchando, la venganza, la persistencia del amor. Esa era la pregunta, ¿no? ¿Qué hace que esa persona siga realmente adelante después de haberlo perdido todo?
Y a pesar de todo esto que dices, dejas margen a la esperanza, la bondad del ser humano.
Sí, para mí es una película bastante luminosa. Está llena de nobleza. La nobleza de un padre defendiendo a su hijo como loco, del personaje de Will Poulter que deja comida a una mujer, un indio del búfalo que ayuda a su compañero sin buscar ningún interés. Entre tanto dolor, hay mucha belleza. Yo creo que la belleza está siempre, inevitablemente relacionada con el dolor. Eso no lo digo yo, esa es la existencia misma. Yo creo, espero, que la gente lo perciba así, una película con mucha belleza. Es belleza si realmente trasciende cualquier tipo de violencia o dolor que tenga la película. Creo que hay mucha más luz que oscuridad. Así lo quise hacer yo.
Fotos cortesía de Twentieth Century Fox Agradecemos a Cine Premiere por la oportunidad de realizar la entrevista