
La obra plástica del artista estadounidense Alexander Grawoig explora la tensión entre control e improvisación, azar e intención, buscando capturar la relación dinámica entre el caos y la armonía como fuentes de creación divina y humana.
Músico con una importante trayectoria como guitarrista y compositor, el artista ha gravitado hacia el silencioso mundo de la pintura y actualmente radica en Querétaro, donde asegura haber encontrado el espacio de tranquilidad ideal para desarrollar una obra plástica que busca trascender lo material a través del color y grafías atemporales.



Optaste por una formación autodidacta en lugar de la academia. ¿Qué influyó en esa decisión?
Desde niño disfrutaba aprendiendo a través de la experiencia y la experimentación. Cuando me di cuenta de que la música y el arte resonaban en mí desde una edad temprana, fue algo automático: simplemente comencé a crear y no he parado desde entonces.
A medida que fui creciendo y tomándome esto más en serio, sentí la necesidad de aprender más y conocer a colegas y mentores. Como suele suceder, esto empezó a ocurrir de forma natural y sin sentirse forzado, y me encontré rodeado de personas con ideas afines e increíbles mentores que me enseñaron muchísimo.
Tu trabajo explora el equilibrio entre el azar y la intención. ¿Qué papel juega la improvisación en tu proceso creativo?
La improvisación ha sido la base de mi práctica artística desde que comencé a trabajar seriamente en la música en 2008. En mi proceso de pintar y en mi composición musical, siento que la improvisación permite que fluya la energía divina. Me mantiene viviendo en el ahora eterno, me revitaliza cuando me siento cansado, se siente como una forma de meditación o de oración que me permite buscar y traer belleza a este mundo, y me recuerda que no estoy en control, que simplemente soy un canal de la gracia y el amor de Dios.



A menudo buscas unificar elementos sensoriales y conceptuales. ¿Qué deseas transmitir?
Si fuera por mí, solo existiría la obra y muy poco concepto, pero el mundo exige una explicación para todo. La conciencia de nuestra conexión con lo divino es el único mensaje que quiero transmitir.
¿Cómo fue la transición de la música experimental a la pintura?
Fue un proceso de aprendizaje largo y extremadamente doloroso. En resumen, me di cuenta de que la conexión con la belleza de una obra de arte visual es casi inmediata y esa experiencia incluso puede volverse más significativa con el tiempo, mientras que la música es una experiencia basada en el tiempo y, en la mayoría de los casos, en géneros específicos.
Creo que la mayoría de las personas en esta época no tienen el tiempo ni la paciencia para experimentar la música hermosa en el espíritu en el que fue creada. No diría que esto es un hecho, pero ha sido mi experiencia. Estoy eternamente agradecido de tener la oportunidad de aportar algo a la tradición de la pintura y de estar sobre los hombros de miles de años de seres humanos intentando expresar lo inexpresable.



Tu obra integra elementos de azar y control. ¿Qué te atrae de esta tensión?
No fui criado con una disciplina espiritual estricta ni con una religión, por lo que el trasfondo de mi vida ha sido una profunda curiosidad por la espiritualidad, el significado de la vida y la verdad. En este momento, creo que la belleza en el arte proviene de Dios. Dios trabaja a través del artista, moviendo su mano y asistiendo en la creación de la belleza en el mundo.
A partir de improvisaciones basadas en el azar con pinturas, pigmentos, medios, pinceles, agua, gravedad, tiempo y telas, parece siempre surgir un orden divino, como si estuviera destinado a ser. Dejo que ese orden emergente guíe mis dibujos para vigorizar la geometría y la armonía de la composición. Las implicaciones espirituales de este proceso me llevan a explorarlo sin cesar.
Fotos: Cortesía del artista.