«Si me quitas el arte no me queda nada». Así, nostálgico pero a la vez claro y seguro, el artista Andrew Myers de 33 años confiesa su condición, su verdad. Este artista busca preservar la belleza y el arduo trabajo humano que conlleva una verdadera obra artística, intenta la perfección a través de la precisión; quiere mantener el equilibrio entre experimentación y ciencia exacta.
A los 15 años comenzó a hacer arte y hacia los 20, y sin previa formación, Andrew daba un tour por el Art Institute of Southern California conocido actualmente como Laguna College of Art and Design. Cuando llegó a un aula donde hacían esculturas, el momento lo abofeteó, allí no tuvo duda que debía entregar su vida al arte. Lo aceptaron en la escuela por su talento indiscutible y a los 21 años, acabaría su opera prima. «Cuando terminé, sentí algo indescriptible, nunca había estado tan feliz en toda mi vida. Para mí el momento más bello de crear, no es vender la obra, no es que a la gente le guste; es cuando lo acabas y te encuentras tú sólo con tú pieza, es un sentimiento precioso, indescriptible. Eso es lo que sigo persiguiendo, ese momento. Es casi como un amor».
Los padres de Andrew son una pareja norteamericana que trabajaron como misioneros alrededor del mundo ayudando a personas con problemas de drogadicción, entre otros. Esta situación hizo que Andrew naciera en Braunshweig, Alemania, fuese criado en Ciudad Real, España y hasta tenga a sus abuelos en México; hoy vive en Laguna, California. «Nos encanta España, somos más europeos que norteamericanos». Tal vez, tantos caminos y cambios hayan hecho que este artista analizara con peculiar atención los detalles que le rodean y lo hayan hecho tan minucioso; cada trabajo que hace lo realiza con sutileza, emoción y sobretodo precisión. «Para mí todo empieza con la idea. Un día estaba en la escuela haciendo escultura, viendo un libro de Bernini y Miguel Ángel—es decir, los maestros—; me di cuenta que no tengo suficiente tiempo para hacer así de bueno, para hacer una escultura perfecta de una mujer o una mano de mármol. Supe que para lograr ser artista y ser bueno tengo que ser diferente. Debía tener una idea única y que contenga algo de humanidad para que no haya barreras de lenguaje y que todo el mundo lo pudiese entender. Todo es precisión; si tienes una idea muy buena pero no sabes cómo traducirla en una obra de arte, entonces ésta no llega a serlo. Es concretar la idea cuidando de forma perfecta, hasta el último detalle». Parece que Myers sueña con la perfección, pero algo debe quedar claro primero, ¿ésta existe? «Creo en el intento de la perfección, no creo que un humano pueda ser perfecto, pero se puede intentar, ¿no? Es un camino largo, pero aún me queda toda la vida para hacer varias cosas. El arte es mi vida, no tengo hobbies, lo único que tengo, además de mi hijo y mi familia, es el arte. Pienso y vivo para él».
El arte de los tornillos y del ¿miedo?
Comprendo cada palabra que me dice Andrew cuando miro sus esculturas, sus dibujos, pero sobretodo, la serie a la que le llama Art Screw (arte con tornillos). «Todo está hecho a mano y como dije, hay mucha precisión. Llevo tanto tiempo haciéndolo que ya es “más fácil” para mí; ahora tengo idea de lo que estoy trabajando—la primera obra que hice, no sabía lo que estaba construyendo—, el tiempo es el que se presenta difícil y no cambia; me tardé seis meses en acabar mi primera pieza. En cuanto al material, los tornillos son muy diferentes, lo que me di cuenta después de hacer el primer trabajo de esta serie es que lleva muchas matemáticas—ciencia que a mí me encanta—. No es tanto trabajo del alma como lo es de la mente».
Este artista menciona que a veces la gente no entiende lo que él está haciendo, pues llegan a confundir su trabajo con ciertas obras que evocan al color digital de los píxeles. Él aclara que su trabajo va mucho más allá. Primero es un dibujo, después es una pintura y luego es una escultura; son tres cosas sin involucrar una computadora o cualquier otra tecnología de ese tipo en el proceso. «No es cómo aquel artista—Christian Faur— que estructura crayolas para asemejar píxeles, en ese caso la computadora hace todo. Tú solo eliges los tonos de color y la tecnología hace lo demás. En estas obras de los tornillos, es todo hecho a mano, es una escultura tradicional a pesar de ser arte contemporáneo. Mi objetivo cuando empecé a hacer estas piezas, es que un tornillo que es duro y metálico, pudiera transformarlo en la textura de la piel. Quería hacer un retrato en donde los tornillos asemejaran la dermis de una persona y creo que la obra ha encontrado el éxito en ello». Sin duda, es un trabajo mental y físico considerable; las obras grandes (1.2 x 1.2 m) tardan de cuatro a seis meses, llevan 10,000 tornillos que son pintados cada uno a mano y por ende 10,000 agujeros también. Cabe recalcar que en ocasiones hay hasta cuatro colores en la pequeña cabeza de un sólo tornillo. «No puedo trabajar ocho horas al día haciendo eso, porque me mata la espalda. Si meto 200 tornillos en un día, estoy contento». Para aquellos que quieran adquirir una pieza de éstas o tan sólo quieran saber el precio por curiosidad, cuestan alrededor de 30,000 dlrs. —las obras de mayor tamaño— y las pequeñas de 10,000 a 12,000 dlrs., y saben qué, ¡lo valen! Dejemos que Andrew nos lo explique: «Yo gano más haciendo esculturas y dibujos, porque me tardan mucho menos y son más grandes. Me lleva una semana en hacerlos y casi puedo cobrar la mitad de lo que vale una obra de tornillos; ésta última es una obra más de amor que de ganar dinero». Es verdad, comprar un trabajo de la serie Screw Art, significa tener literalmente un pedazo significativo de la vida del artista, de su desvelo, de su pasión y conciencia que, como bien aclara Myers, es una de las partes más difíciles, pues debes ser honesto contigo mismo, situación que la gente evita siempre porque a la vez significa la realidad de tu vida. «Cuanto más entiendes, más difícil se hace ver una vida bonita y simple, porque sabes que todo conlleva una complejidad. Todos estos sentimientos los expreso en mis obras, de esa forma salen de mí; ya no son parte mía, sino parte del arte. El arte es como la vida; mientras mejor la entiendes, puedes hacer más. El miedo es bueno para sacar una obra, porque si todo es cómodo y fácil, pierdes la chispa y la sorpresa. La necesidad de hacer algo diferente, es lo que también te motiva. Intento cambiar constantemente en mi trabajo para que no tan sólo me acomode en algo, gane dinero y ya. Siempre quiero hacer algo mejor que la última vez».
Como ven, este artista que entiende a la soledad como incesante compañera de la profesión, encuentra motivación en el miedo. Yo creo que esto es una virtud, es como hacer de la mierda un combustible que inyecta seguridad a la mente humana para creer en uno mismo. «Cuando digo que el arte “es quien soy”, lo creo con toda mi alma», dice Myers.
Con esa fe en sí mismo, Andrew es consciente de que primero debemos sanarnos a nosotros mismos, antes de buscar sanar a la humanidad. «Como está ahora el mundo me asusta bastante, creo que hay mucho dolor, inseguridad y más cosas que no entendemos. Nunca he pensado en salvar a un montón de gente como lo pensaban por ejemplo mis padres—que intentaron ayudar a todo el mundo—.Lo más importante para mí es empezar con la gente que tienes a tu lado y tratarla como quieres ser tratado. Quiero seguir aprendiendo, ser la mejor persona posible».
Recapitulando el tema del miedo, el artista teme también la pérdida de creatividad por la condición que ofrece la tecnología (iPads, los juegos de video, computadoras, etcétera), dice que ahora hay una App (aplicación), para todo. ¿Existirá una App para encontrar la creatividad? Tal vez, ¿pero que hay entonces del Do it Yourself? «Yo recuerdo que si quería jugar con algún juguete en específico, mi padre me decía: “Allí está el taller para que lo construyas tú mismo”. Me parece que el arte va a tender mayormente a lo digital, hasta que la gente se dé cuenta que eso no es arte, y así regrese a lo que debería ser, a las raíces del mismo, a su belleza y sus principios, eso sí, el arte clásico es imposible que muera».
Perfección
Andrew se encuentra terminando cuatro retratos en tornillos, de una serie llamada: We don’t belong in the shadows. «Una parte de la cara no tiene tornillos, sólo está obscura, de color negro y la otra parte sí está en relieve con tornillos, es el contraste de la luz contra la oscuridad, la parte que está en luz existe, es física y es real, mientras la otra no. Estamos empezando otros proyectos totalmente diferentes que aún no se lo que van a ser; vamos a experimentar mucho. El problema que tenemos con las obras de los tornillos es que venden siempre, pero es muy difícil juntar piezas para tener una exhibición, porque tardan demasiado tiempo en hacerse; se venden en una semana y apenas nos dejan dinero para hacer otras piezas del mismo estilo. Estamos intentando juntar obras para que más gente tenga acceso a ellas, porque cuando vendemos una, tal vez sólo lo vean diez personas en la casa de un tipo que vive en Nueva York».
En toda la entrevista Andrew y yo conversamos en español, él tiene un singular acento castellano, pero da espacio a su inglés perfecto para llamar a Ryan Heimbach y Zareh Bashikian —su equipo de trabajo—, me los presenta y cuenta que para él son oro. Tímido, cálido y agradecido con la vida, dice no tener palabras de sabiduría, pero para cerrar, quiere compartirse con cualquier artista que esté empezando su carrera: «Nunca se den por vencidos, hay días y meses que son malos, pero en el arte siempre hay esperanza, y una llamada por teléfono puede cambiar toda tu vida; no es como otros trabajos en los que la esperanza no existe. He visto artistas que son buenos pero pierden esta virtud, además de la pasión. En verdad, si sigues creyendo en tus ideas y trabajo, todo mejora, eso es y será siempre».
Después de todo, es posible que el camino a la perfección sea no darse por vencido y tal vez, llegas a encontrarla cuando crees en ti mismo.