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ASSAM, LA ÚLTIMA FRONTERA DE LA INDIA EN EL PRECIPICIO DEL OLVIDO

En busca del intrigante desconocido, me aventuré en el noreste de la India, pasando por las llanuras de Assam donde corre el río Brahmaputra, las altas montañas de Arunachal Pradesh y Nagaland, entre China y Myanmar. Cuando aterricé en Guwahati, me sumergí en ese caos atascado de motos, coches, rickshaws, autobuses apestosos, y un ruido continuo de claxon. El coche Tata Sumo 4×4 me esperaba con Tushar, el chofer, y Vikram, el guía, seguimos hacia el este para alcanzar el Parque Nacional de Kaziranga donde me instalé en un lodge que fue un refugio de cazadores en tiempos de la colonia. Fueron tres días de descubrir venados, elefantes salvajes, rinocerontes asiáticos, cocodrilos, gallos salvajes y cuando estaba observando el atardecer sobre el río, un rinoceronte quiso atacarme y me refugié en el jeep que recibió el golpe.

Tomando la dirección del oeste, hacia la frontera con Bután, cruzamos el largo puente metálico que atraviesa el Brahmaputra, flotando en una nube de claxon, pasamos por pueblos de casas de madera y arrozales, las nubes amenazaban, la selva invadía las laderas del Himalaya y la noche caía cuando alcanzamos el Bansbari Lodge, en Manas National Park, en medio de la selva invadida por sonidos aterrorizantes en la oscuridad.

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Montados sobre elefantes, nos acercamos a los venados y búfalos salvajes, y con el jeep observamos elefantes salvajes, ciervos sambar, al gaur (enorme bovino salvaje en peligro de extinción), enormes calaos, gallos salvajes, monos, tortuga Roofed y jabalí pigmeo. Pasamos caminando la frontera con Bután para observar monos langures dorados, especie protegida en peligro de extinción, mientras la bruma habitaba el bosque, desfilándose sobre el río que bajaba del Himalaya, y los guardias fronterizos nos vigilaban. Después del atardecer sobre el río Manas, donde los elefantes se bañaban, la selva enmudeció, los pájaros dejaron lugar a los grillos y ranas y en el pueblo empezaron los tambores, unos cantos y bailes a ritmo frenético y primitivo.

Visitamos una aldea, Barpeta, la tierra de los Satras (templos monasterios fundados por santos discípulos de Shrimanta Sankardeva), hogar de la tribu bodo de rasgos orientales. Unas mujeres tejían en sus telares de madera, otras nos enseñaban cómo se prepara el pan con hoja de betel (tipo de pimienta que estimula y mancha los dientes), nuez de Areca (palma), y chunnam (hidróxido de calcio en polvo). La gente mastica esa mezcla continuamente, y escupen su saliva entintada provocando manchas púrpuras en el suelo. Fascinante fue el encuentro con esa gente sonriente, intrigados por mi color de ojos y de piel, y preguntaban a Vikram los secretos de mi vida. El camino fue largo.

Encontramos gente colorada por el polvo que se echan durante el festival de primavera, elefantes trabajando, mucho tráfico, campos cultivados, colinas cubiertas de selva y orquídeas, puestos de control para revisiones y, finalmente, alcanzamos Tezpur. En esa ciudad a orillas del Brahmaputra, visitamos el templo dedicado a la diosa Bhairavi donde se realizan sacrificios de animales, situado sobre una colina con una vista hermosa del río y las ruinas del antiguo palacio. En el templo de Mahabhairav, dedicado a Shiva, me impresionó la ceremonia privada donde el monje/chaman realizaba unos extraños rituales frente a una familia de devotos, con incienso, gritos y tambores. Terminé mi día sentado en los ghats del río, observando a la gente que se sumergía en sus aguas, algunos lavaban los colores, otros realizaban abluciones, la vida escurría como un largo río tranquilo, al ritmo del agua sagrada que baja del Himalaya. En el hotel KRC Palace, que de palacio solo tenía el nombre, la gente hacía todo lo posible para una estancia digna de un palacio.

Seguimos la llanura hasta Itanagar, empezamos la ascensión de las montañas, descubriendo plantaciones de té donde los cosechadores eran manchas de colores dentro del universo verde, pasando puertos vertiginosos a más de 2,000 m, bajando por profundos cañones, constatando la extensión de la deforestación que galopaba de manera incontrolada, descubriendo unos elefantes jalando unos enormes troncos en un río.

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El paisaje era majestuoso, las siluetas de las montañas rodeaban nuestro horizonte, recorrimos los 290 km en 8 horas y encontramos hombres de la tribu nishi. Alcanzamos Ziro en un altiplano 1,700 m con sus arrozales inundados, observamos unos chamanes realizando una extraña ceremonia llamada Mithun junto a un canal, con un gallo sacrificado, fuego, incienso, hierbas. Estaban drogados y maléficos, pero propiciaban las buenas cosechas. Las mujeres tenían la cara tatuada y esos extraños botones de madera negra (yaping hullo) a cada lado de la nariz, provocando una extraña cara. Eran de la tribu apatani, de rasgos tibetanos, y encontramos las sobrevivientes de esa tradición porque la mayoría de la gente se viste de jeans y t-shirt, escuchan música occidental o Bollywood style, andan en motos o rickshaws Su primer contacto con el hombre occidental ocurrió en 1897, las costumbres se empezaron a perder después de 1960, aunque encontramos las últimas mujeres con botones nasales y siguen su religión donyi-polo que reza al sol y le sacrifican animales.

Cuando la bruma matutina cubría el valle inundado, visitamos unas aldeas de casas de madera, unos babo (largo palo) erecto junto al lapang (plataforma de madera de congregación) donde encontramos varias mujeres tradicionales; la gente nos
observaba con curiosidad. Estaba fascinado por esas intrigantes caras. Seguimos la carretera que nos llevaba, curva tras curva, por un bosque lastimado, en las aldeas de Raga, Tamin, Mori de las tribus nishi y hill miri, encontramos hombres con un casco de caña, algunos adornados con la cresta de un cálao, las casas de madera estaban elevadas. La selva había desaparecido en esas laderas escarpadas que se deslavaban y desde un mirador observamos Dumporjo, a la orilla del río Subansiri, nuestro destino, habíamos recorrido 160 km en 7 horas. El rústico Inspection Bungalow nos acogió, y antes de nuestra agreste cena, paseamos a la orilla del río, los niños me observaban como si fuese el Yeti; la vida transcurría al margen de la modernidad, disfrutando de sus televisores.

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El sol no alumbraba todavía ese profundo valle cuando empezamos nuestra ruta de 7 horas o 170 km para alcanzar Along, a 619 m de altura, pasando tres valles estrechos deforestados, con puentes exóticos, visitando las aldeas Tapi y Kabu con las hermosas casas de madera ensambladas sin usar clavos, solo bambú y caña. En las plataformas comunales, los hombres jugaban cartas, vestidos con sus blusas bordadas y sus cascos de caña. En el pueblo de Darka, habitado por los adi (gallong), caminé por el puente de bambú y caña en forma semicircular que atraviesa el río Yamgo, con 70 m de largo. Visité las casas elevadas, observé los niños jugando desnudos en el arroyo. La vida era apacible, los encuentros amables con risas y me veían como a un extraterrestre. Observaba las orquídeas que florecían en los árboles de Along, esa pequeña ciudad con su tráfico. El arroz era delicioso, pero no me atreví a probar las ardillas secas que me ofrecían en el sencillo hotel.

Seguimos el estrecho valle del río Siang hasta desembocar en la llanura, pasando Pasighat, y por una serie de brechas a medio inundar, llegamos al ferry para cruzar el río Brahmaputra. Mientras esperamos nuestro turno, comimos verduras en una vetusta tienda; subieron nuestro Tata atravesándolo sobre el ferry y pasamos ese ancho y suntuoso río sumergidos en la bruma. Desembarcamos en una carretera asfaltada para alcanzar Dibrugarh, “Tea capital city”, donde nos instalamos en el hotel Little Palace. La gente era de tipo indio, con sus miradas profundas, gente sonriente con la cual se podía hablar en inglés. En el mercado encontré frutas, muchas variedades de té, y visité Koli Aai Thaan, el santuario de la diosa. La cena fue abundante, el pollo no sabía a ardilla y las verduras eran frescas.

Pasamos plantaciones de té hasta alcanzar Jorhât, observamos los árboles repletos de orquídeas, y nos detuvieron en el primer control donde revisaron nuestro permiso para entrar al país Naga, Nagaland. Las primeras casas típicas de techo curvo, adornadas con asombrosas tallas de madera, aparecieron en esas montañas desoladas por la deforestación y los techos de zinc. Alcanzamos Mokokchung, nos instalamos en el rústico hotel Whispering Winds con hermosa vista, donde el agua llegaba en cubetas y se calentaba con unas resistencias que sumergían en el agua. En las calles empinadas de la ciudad encontramos un hombre ao naga vestido de manera tradicional con sus aretes de pluma y diente de jabalí, su piercing nasal y sus tatuajes, y nos dirigimos a Ungma. Un gran tambor de madera y la iglesia baptista eran lo más destacado de la aldea. En el pueblo de Chuchuyimlang descubrimos su casa/templo que conservaba las bellas figuras de madera de estilo primitivo, algunas con enormes penes, típicas representaciones del arte naga. Es un lugar lleno de misterios, leyendas y personajes-dioses de madera. Platicamos con una señora con enormes aretes que perforaban en círculo sus lóbulos. Arroz, verduras y pollo adornaban nuestra mesa antes de pasar la noche en el lúgubre hotel rodeado de bruma nocturna, a 1,400 m de altura.

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Tushar nos llevó por caminos rudos, se perdió, atravesamos paisajes suntuosos pasando ríos por vados, cruzando puentes sobre torrentes, encontramos varios grupos de gente con atuendos diferentes, aretes redondos, aretes de dientes de jabalí o plumas, collares, tatuajes, con labios y dientes rojos por masticar betel.
Después de interminables curvas, alcanzamos el pueblo de Tuophema donde cada clan se encarga de una casa tradicional con sus adornos de figuras primitivas, y el museo presenta una colección de obras de arte naga, tallas de madera representando guerreros, cálaos, animales. Tuophema se anima al momento del festival Angami Sekrenyi en febrero, símbolo de purificación y ritos. El hotel era más agradable.

El siguiente día nos observó sufriendo las 7 horas (200 km) de traqueteo en el coche, disfrutando el paisaje soberbio de montañas, observando el pico Japfü de 3,048 m de altura, encontrando algunas casas típicas. Alcanzamos Kohima, un gran pueblo ruidoso de calles empinadas, atascado de motos, coches y ruido, de edificios de concreto sin estilo. La gente vestía jeans y playeras, vibraba al son de la televisión, la tradición se perdía. Me explicó Vikram que para conocer lo auténtico era mejor ir al festival, cuando la gente se viste de manera tradicional, bailan y preparan unos festines. Nos instalamos en el hotel Japfü, con agua corriente y caliente, y descubrimos un restaurante tradicional con exquisitos platillos vegetarianos regionales.

Recorrimos las aldeas cercanas de la tribu angami, con algunas casas tradicionales de caña, bambú y madera. En una de ellas descubrí un perro durmiendo pegado a la hoguera, la gente era muy amable y nos tocábamos las manos como señal de amistad, furtivo lazo eterno roto por destinos separados. Las tradiciones se pierden, se conservaba la calidez de esos nagas, herederos de un pasado que había creado un arte primitivo impresionante. Terminamos el día en Kisana, un gran centro cultural donde se construyeron las casas de las 16 diferentes tribus, con todos los adornos de figuras de madera, los techos curvos con su frente picuda, unas puertas monumentales y el impresionante pabellón de bambú. El lugar se anima en el gran festival Hornbill en diciembre, cuando la gente viste sus más bellos atuendos. La cena de despedida juntó verduras al estilo hindú, pescado a la brasa y un baile folklórico que nos permitió admirar sus vestidos.

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La carretera nos regaló las últimas curvas para bajar de Kohima a 1,450 m de altura, a Dimapur a 145 m, en 74 km, y en el aeropuerto tomamos el vuelo para Calcuta. La aventura había terminado y me iba con los ojos llenos de fastuosas imágenes de gentes y paisajes, cuyas tradiciones y raíces estaban desapareciendo. Los nagas dejaban su cultura para entrar en el mundo del jeans y t-shirt, coches y motos, olvidando el pasado, dejando sus festivales como museos vivientes. Sentía que había vivido los últimos momentos de la muerte anunciada de una civilización, de una cultura en vías de extinción, de un mundo que está naufragando. Estaba feliz de esa aventura, los rudos caminos eran los últimos guardianes de esas tradiciones ancestrales al borde del precipicio de un futuro sin sabor.
Apatanis, adis, nagas me habían hecho vibrar como si fuesen fantasmas surgidos de un pasado que se está borrando poco a poco, y encontré los restos de una civilización intrigante. Las caras de los naga y de los apatani se grabaron en mi memoria con la magia de miradas surgidas de otros mundos.

Me llevaba un tesoro excepcional lleno de conmoción y emoción. Un elefante me contó “que la vida corre y la memoria vive” y le contesté “que los viajes y la gente son la mejor escuela de la vida”.

GUÍA ASSAM

[toggle Title=”LOCALIZACIÓN “]

Assam es un estado al noreste de la India que se encuentra entre China y Myanmar. La región incluye otros estados como Arunachal Pradesh y Nagaland. Los idiomas oficiales de la región son hindi e inglés, además de los dialectos locales.

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[toggle Title=”CUÁNDO VIAJAR”]

La mejor temporada es de marzo a mayo y de octubre a noviembre.

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[toggle Title=”CÓMO LLEGAR”]

Ya que estás en la India, te recomendamos volar desde Delhi a Guwahati con Spicejet o Indian Airlines, y salir desde Dimapur hacia Calcuta o Delhi. Todo el recorrido se hace en coche con chofer.

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[toggle Title=”DÓNDE DORMIR”]

The Bansbari Lodge, Ambari. 

Las habitaciones se basan en un concepto de hotel boutique que permite que disfrutes de vistas a santuarios y de las aguas del Ganges y el Brahmaputra, a los que solo tienen acceso las naves del Assam Bengal.

assambengalnavigation.com 

D. Parque Nacional Manas, Calle Barpeta-Manas, Barpeta, Assam 781301, India

T. +91 361 266 7871

Hotel KRC Palace, Tezpur 

Además de que las habitaciones son espaciosas y limpias, el hotel es muy céntrico; las vistas dan directo al Brahmaputra, y enfrente del edificio, se encuentra el mercadillo más conocido de la ciudad.

hotelkrcpalace.com 

D. Calle J. N., Kacharigaon, Tezpur, Assam 784001, India

T.+91 3712 222 688

Hotel Blue Pine, Ziro 

El hotel tiene vistas al pueblo de Hapoli y al valle de Ziro. Además, se encuentra a tan solo 7 km de donde viven las tribus de Apatanis, unas de las comunidades más emblemáticas de India.

wego.com

D. : Pai Gate, Quarry Line, Hapoli, Ziro, Arunachal Pradesh 791120

T: +91 3788 225 223

Holiday Cottage en Along. 

D. District Hospital, Along 791001, India

Hotel Little Palace, Dibrugarh 

hotellp.com 

D: AT Rd, Marathahalli, Dibrugarh, Assam 786001, India

T: +91 373 232 8700

Hotel Whispering Wind, Nagaland. 

whisperingwinds.co.in 

D. D.C Hill, Sangtemla Ward, Mokokchung, Nagaland 798601, India

T. +91 96151 66202

Hotel Japfü, PR Hill, Kohima. 

[email protected] 

D: NH39, B.O.C, P.R. Hill, Kohima, Nagaland 797005, India

T: +91 370 224 0211

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[toggle Title=”DÓNDE COMER “]

Generalmente en los hoteles organizan la cena y las comidas se hacen donde uno se encuentra.

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[toggle Title=”DÓNDE COMPRAR “]

Handloom Centre 

gadwalhandloomcentre.com 

D: 4-1-352, Gadwal Towers, Abids, Hyderabad 500001, Telengana, India.

Ruzaphema

Una variedad de bazares se montan en esta área dentro de la ciudad de Kohima en la región de Nagaland. Piezas artesanales, especias y animales se venden en los mercados de la zona, todos estos atendidos.

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