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BUTÁN, REINO DEL HIMALAYA: Un lugar de magia, misterios y sorpresas

Este hermoso país que estuvo una vez aislado, abre sus puertas y su corazón al mundo y se une a la comunidad global. Es una nación regida por una monarquía constitucional, conocida también como la Tierra del Dragón de Trueno, Druk Yul. Se hablan más de 18 dialectos, pero la lengua oficial es el dzongkha, utilizado en los antiguos Dzongs o fortalezas y palacios del poder espiritual y gubernamental de este reino.

Bután no es un lugar ordinario. Les puedo decir, con toda certeza, que ha sido el viaje más especial que he hecho en mi vida. La magia nace desde el momento de aterrizaje, conocido como uno de los más di- fíciles, pero para mí ha sido el más espectacular: en un día claro las ventanillas del avión se convierten en el mejor balcón para admirar la cordillera, la belleza natural y los paisajes de este mágico destino. Rozando el Himalaya y esquivan- do picos, te encuentras encajonado entre valles y montañas, y así comienzan a asomar templos budis- tas, la religión oficial del país, en su orientación tántrica, como la del Tíbet. Cuando menos te lo esperas, aterrizas en el aeropuerto de Paro y emprendes un sueño de viaje. Inmediatamente te enamoras de la gente de Bután. Los ciudadanos están considerados como los más felices del mundo, pues el país entiende la calidad de vida de su gente según un índice conocido como Felicidad Nacional Bruta, que mide el equilibrio entre lo espiritual y lo material.

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La mayor parte del viaje por el interior se realiza en coche, Bután está en pleno crecimiento al igual que sus carreteras. Paro se encuentra a una hora en coche de Timbu, la capital del país, que posee un encanto muy peculiar, con su mezcla entre lo antiguo y lo nuevo, sin perder la autenticidad, y especialmente porque es la única en el mundo sin semáforos. Solo encuentras poli- cías uniformados y con guantes blancos, parados sobre decoradas cabinas en algunas intersecciones.

Lo primero que visité fue el National Memorial Chorten, una estupa de estilo tibetano decorada con elaborados mandalas que es un gran ejemplo de arquitectura budista y, para muchos butaneses, el lugar de adoración y del rezo diario. Al entrar al templo, ves gente circulando alrededor del chorten, la palabra tibetana para designar estupa que significa santuario. Personas mayores y niños que van camino a la escuela, suelen visitar el templo temprano por la mañana, haciendo girar las ruedas del rezo. Visitarlo es una gran manera de empezar a entender la religión budista.

Presidiendo el valle de Timbu se encuentra el Buda Dordenma, una inmensa escultura de acero, dorada y compuesta por más de de 100 000 pequeñas estatuas de buda. Está rodeada de bosques, mide más de 50 metros, y desde lo alto de la montaña emana paz y felicidad a todo el reino. Llegar hasta ella puede ser un increíble recorrido a pie o en bici.

Existen 20 distritos en Bután, cada uno tiene un dzong (fortalezas que albergan el centro de la religión, del poder militar, administrativo y social). Algunas dependencias del gobierno y las oficinas del rey están en el Tashichho Dzong, situado al borde del río Wangchhu, al norte de Timbu. Está rodeado de hermo- sos jardines y en las mañanas parece que flotara entre la niebla.

A lo largo del viaje conocí muchos templos y cada uno es único a su manera, bien sea por sus alrededores, su arquitectura o por la historia y leyendas que los envuelve. Creo que cada quien siente una conexión distinta y se deja conquistar por diferentes aspectos de la cultura cuando viaja por el país.

Para mí, uno de los sitios más especiales fue el monasterio Dechen Phodrang, que quiere decir Palacio de Gran Dicha. Está localizado a 20 minutos de Timbu que es una escuela monástica y hospeda a más de 450 monjes budistas, en su mayoría estudiantes que han crecido en circunstancias difíciles o son niños sin hogar. Tuve la fortuna de conocer el monasterio por dentro y ser parte de una auténtica ceremonia budista entre los monjes superiores y sus aprendices. También me permitieron participar en la ceremonia de la lámpara, la cual consiste en prender 108 velas y pedir por algo o alguien con cada vela, algo sumamente emotivo y representativo. El número 108 es sagrado para la religión budista.

Hay muchos templos a los cuales se llega caminando en recorridos impresionantes con estupendos paisajes. Algunos que les puedo recomendar en Timbu son: el Phajoding Lhakhang y el Pangri Zampa Lhakhang, este último, la única escuela de astrología budista en el país.

Un gran atractivo de la capital es el mercado de fin de semana que se monta en ambas orillas del río, y donde se puede encontrar desde comida y especias, antigüedades, arte y textiles tradicionales. Para mí, lo más interesante fue el área de los inciensos. La Fábrica de Papel Jungshi es otro sitio auténtico de mucho interés. Cerca del centro de Timbu se encuentra el Museo Textil y la Librería Nacional de Bután que resguardan lo mejor de su cultura.

Me despedí de la sorprendente capital de Bután y para continuar la gran aventura, seguí la carretera Timbu-Punakha que atraviesa todo el reino. Aunque la distancia es de 80 km, el recorrido dura aproximadamente 4 horas por las vueltas que da y, apesar de ser un trayecto pesado, vale la pena. La vegetación cambia dramáticamente de pinos y valles a bosques húmedos y arbustos; subes hasta una montaña donde es posible tocar las nubes, en el llamado paso Douchula.

En el punto más alto de la carretera se encuentra el templo Duk Wangyal Lhakhang, dedicado a los monarcas de Bután. Consiste en 108 pequeñas chortens rodeadas de un bosque denso de pinos extremadamente altos. Ahí mismo está la entrada al Royal Botanical Park, con espectaculares vistas que no se pueden perder, pues a lo lejos se ven los picos nevados del Himalaya. Al continuar por la carretera, vuelven aparecer valles y ríos que parece que nunca acaban y los campos de arroz son algo hermoso de admirar. De ahí en adelante, todo es cuesta abajo hacia el valle de Punakha.

Punakha fue la capital del reino durante 300 años. Está situada entre dos ríos, el Mo Chhu (Madre) y Pho Chhu (Padre) en cuya unión se emplaza el Punakha Dzong, probablemente el edificio más impresionante de Bután. Se atraviesa el río por un puente de madera y se llega al majestuoso edificio blanco rodeado de jacarandas. Una vez dentro, te enamoras de las elaboradas pinturas y de los detalles tallado en madera, es verdaderamente un lugar mágico, ideal para entender el budismo tántrico y la historia de Bután. En Punakha también se celebra el festival más famoso del país: por 5 días entre febrero y marzo, el pueblo celebra con bailes y música al gurú Rimpoche.

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Me atrevo a decir que Punakah es lo más imponente de Bután, la forma en que el río abraza el valle, lo virgen y auténtico que es, la vegetación y los campos de arroz, hacen que no se compare con otro lugar; hasta el hotel donde me quedé, el Amankora, es un punto de referencia, totalmente enfocado en la cul- tura butanesa, respetando y admirando la arquitectura y las formas de vida del país. Para llegar allí, se debe cruzar un puente suspendido, cubierto de banderas coloridas de rezo que bailan con la brisa.

Las caminatas son frecuentes cuando se viaja por Bután, pues para llegar a muchos templos no existe otra forma de acceso. Por ejemplo, para ir al templo de la fertilidad Chimi Lhakhang, se debe hacer un recorrido de 30 minutos aproximadamente, entre campos de arroz y arbustos; o quien quiera conocer el Namgyal Chorten, otro ejemplo espléndido de arquitectura y arte butanés, necesitará subir a pie una pequeña montaña con vista a varias comunidades. A pesar del cansancio, vale la pena cada paso.

Punakha es el lugar para la aventura y el deporte, empezando por el río Pho Chhu (Padre) donde se puede realizar canotaje. También es posible rentar una moto de montaña y recorrer los alrededores del río, los campos y las comunidades, o bien intentar practicar el tiro al blanco que es el deporte nacional de Bután.

Antes de seguir con Paro y el monasterio Taktshang (o Nido del Tigre) el más popular de Bután, les quiero platicar un poco sobre la comida, algo que a mí me tomó por sorpresa, no imaginé que fuera tan especial y rica, y que luego la iba a extrañar tanto. Para empezar, gra- cias a su baja altitud y abundante agua, a los agricultores se les faci- lita sembrar arroz blanco y rojo, al igual que frutas y verduras, principalmente el chile.

Los sabores son algo similares a los de la India, y de igual manera, siguen el principio de no servir un solo plato, sino varios platillos pequeños. El chile rojo en Bután no solo es una especia, sino el ingrediente principal de muchas preparaciones como mi favorito el ema datshi, una mezcla de queso y chile que con una probada te lloran los ojos y no puedes parar. Preparan mucho curry, arroz, puerco, albóndigas picantes y tienen una interminable selección de verduras: berenjena con tomate y cebolla, o repollo con chiles y queso, el favorito del Butanés. Disfruté de esta inolvidable cocina todos los días en el hotel, y como cada día mi deseo de probar platillos nuevos crecía, decidí investigar más y preguntarle a mi guía Nahuen sobre ingredientes y recetas típicas. Indiscutiblemente lo que pasó después fue la sorpresa más placentera: tuve la enorme suerte de conocer una casa de agricultores locales en medio del campo. Me llamó la atención la costumbre tan diferente de tener el comedor como cuarto principal de la casa. Nos sentamos en cojines en el piso formando un círculo, mientras la señora de la casa, quien nos hizo la comida, sacaba y sacaba diferentes y deliciosos platillos. La mayoría son picantes y van acompañados de arroz rojo, mucha verdura en diferentes salsas y el famoso ema datshi que no puede faltar. Para acompañar la comida te ofrecen “té de mantequilla” que es hecho con manteca de yak y hoja de té. No ne- cesariamente se usan los cubiertos y yo seguí la costumbre, parece ser mucho más cómodo. Fue una ex- periencia inmensamente enriquecedora y estoy muy agradecida de haber convivido con gente auténtica y ser parte de una forma de vida tan bella y sencilla. Esa felicidad y armonía con la que viven es algo que se debe admirar.

Así finalizo mi estancia en Punakah, tomé el mismo trayecto de regreso a Timbu y de ahí hacia el encantador pueblo de Paro, cuya calle principal se construyó en 1985, y se abre a la arquitectura tradicional, rodeada de tiendas de artesanías locales y restaurantes. Se puede recorrer y explorar todo el pueblo en dos horas y al final del día, al atardecer, es un placer caminar por el pueblo y hacer algunas compras.

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A las afueras de Paro se encuentra el monasterio más sagrado de Bután, que mencioné anteriormente, el monasterio Taktshang (Nido del Tigre). Fue construido en un vertiginoso y arriesgado acantilado a 3,000 pies del valle de Paro. La caminata dura más de 3 horas, dependiendo del paso de cada quien; si viven a la altura del mar, como yo, pueden tardar un poco más en acostumbrase, pero el camino es fácil, con escalones en algunas partes; el chiste es llevarla con calma y disfrutar de las hermosas vistas y paisajes. A mitad del camino empieza a asomar entre los árboles el monasterio, y de verdad, es algo impresionantemente bello y majestuoso. El toque final después de la empinada subida es cruzar un puente debajo de una cascada con una caída de agua de aproximadamente 200 pies. Toda el área está cubierta de banderas coloridas de rezo y, si lo desean, pueden traer las suyas y unirlas al puente con un rezo. Los últimos escalones antes de entrar al monasterio son los más difíciles, pero los más valiosos. Dentro del monasterio no se permiten cámaras ni celulares ni zapatos. Al entrar al primer monasterio un monje te ofrece agua con azafrán con la cual debes rozar tus labios y mojar la parte de atrás de tu cabeza. Recorrí varias salas y habitaciones decoradas con iconos budistas, ofrendas, pinturas y las tradicionales lámparas de aceite o mantequilla de yak. Se puede ofrecer comida o dinero. Al entrar al último cuarto, Nahuen, mi guía, me explicó la iconografía del altar y la historia del monasterio.

Se cree que en el siglo VIII, el gurú Padmasambhava, también conocido como gurú Rimpoche, voló sobre una tigresa buscando albergue en las cuevas, y meditó allí por tres años mientras se inspiraba antes de propagar la religión budista. El monasterio que vemos hoy no es el mismo que se construyó en 1600, sino el reconstruido después de un incendio en 2005, pero la filosofía e ideas que representa este monasterio, según la creencia, jamás serán destruidas.

Es, sin pensarlo dos veces, el recorrido más impresionante y único que he realizado. No me cansaré de insistir en que Bután es un lugar de mucha actividad, aventura y sorpresas. Me platicaron sobre un recorrido llamado snowman trek para amantes de la naturaleza, acampada y aventura. Dura 30 días y es probablemente un reto muy grande para cualquiera que sea parte de esta increíble experiencia. Empieza en uno de los valles más remotos de Bután llamado Lunana, se recorren 6 montañas y 11 pasos elevados, mientras se persiguen ríos arriba de la montaña y se disfruta de los paisajes más originales que se puedan imaginar. Complementan este trayecto, la hermosa gente de Bután, la cultura budista y la naturaleza, todos elementos clave para entender y gozar de este magnífico viaje. Bután tiene un aura de autenticidad que enamora tu corazón y tu mente mientras recorres el reino del Himalaya.

Al terminar mi estancia en Bután no pude menos que agradecer haber sido parte de estas experiencias y poder conectar con este hermoso país y su cultura. Me di cuenta de cómo todo el país está tratando de balancear sus costumbres y tradiciones con el crecimiento y el nuevo desarrollo. Así que tomen la oportunidad más cercana para explorar este magnífico destino que apenas está empezando a abrirse al mundo.

GUÍA DE BUTÁN

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