En un mundo completamente digitalizado que ofrece constante acceso a los mejores spots desde cualquier lugar con tan solo un click, lograr espacios verdaderamente exclusivos no es tarea fácil. No significa que estos no existan, solo que somos cada vez más exigentes en lo que consideramos lujo.
El lujo es tiempo, es un lugar que no se encuentre en todas las redes sociales, que por un momento, compartamos únicamente con los nuestros. Y quién, como mexicano, puede pensar en un mejor representante de lujo que Luis Barragán. Diseños con colores folclóricos cuyas fotos se han difundido por el mundo a través de las marcas más prestigiosas. Sin embargo, fue a través de un artículo del New Yorker, que surgió en mi la curiosidad respecto a este emblemático arquitecto, a quien, según explica el texto, después de su muerte convirtieron en un diamante.
Leí sobre su obra, sus años de trabajo y el reconocimiento dentro y fuera de nuestro país. Entre tantas maravillas y los ya tan conocidos –y no por eso menos espectaculares- espacios, me encontré con uno, que para mí, representó una joya. Lujo, exclusividad, y talento: Casa Gilardi.
Los descubrimientos como este, están hechos para compartirse, para disfrutarse entre amigos. Invité a mi cómplice de aventuras, aquel que nunca dice no cuando se trata de algo nuevo. Subimos a la camioneta e iniciamos a toda velocidad el viaje hacia una de las colonias más bellas en la Ciudad de México, la San Miguel Chapultepec, asegurándonos de saborear cada segundo del trayecto, de eso se trata la vida, del recorrido.
Con suerte, al llegar, nos encontramos con Juan, nieto del arquitecto, quien con calidez nos guiaría por los rincones de la casa. Su abuelo se retiró 10 años antes de regresar a construir Casa Gilardi, que hoy, se recuerda como su última creación.
Durante la construcción, lograron conservar una hermosa jacaranda que es la total protagonista del patio central. El pasillo formado por columnas en color amarillo conduce a mi sitio favorito: una espectacular alberca con azules, rojos y blancos contrastados armoniosamente, que cambian sus tonos con el paso natural de la luz durante el día.
Mexicanísima arquitectura, color y diseño, dignos de todo reconocimiento.
Fotos por Mónica de León.