Estados Unidos, un mundo dentro del mundo, tiene su fama, sus admiradores y sus enemigos, y Manhattan no deja de fascinar, con sus novedades y sus renovaciones, su jungla de asfalto zarandeada por una gente que nada detiene. Decidí enfrentar los controles del aeropuerto JFK para descubrir Chelsea, ese barrio trendy de Nueva York. Llegué sintiéndome en una película de los años treinta, con sombras y humo de cigarro, en un mundo surrealista y real: antiguos almacenes, edificios de ladrillo, obras por todas partes y, en medio de ese desorden, unas cuantas galerías soberbias. Aquí encontré, surgido del futuro en un espacio que perforó el tiempo para renacer: el Americano, el hotel del grupo Habita que está dando un nuevo look a Chelsea, creando un ambiente donde acude una cierta jet set que viste al estilo Chelsea, con desenvoltura elegante, elemento esencial en un barrio con viento en popa.
El piso de cemento se adorna con elementos contemporáneos; madera, vidrio y aluminio calientan el ambiente del restaurante y el patio, Anthony Venegas, el chef, es gran autor de platillos suculentos y las habitaciones abrazan en un espacio funcional. En el techo descubrí la terraza con su larga piscina y una vista soberbia de la ciudad heteróclita dominada por el Empire State Building que se alumbra en la oscuridad. En la tarde/noche, es un bar de botanas y asados donde está bien ser visto, encontrar artistas y gente muy chelseaniana, que se integra en un ambiente fashion, liberal, divertido e intelectual. Sentí mi estancia completa en ese Americano que amé y donde degusté los mejores huevos benedictine de mi vida.
Ya instalado en ese hogar, me aventuré días caminando por la nueva cara de Manhattan. Caminé por todo Chelsea, descubriendo cómo amarlo, teniendo visiones de un barrio que está viviendo un renacimiento. Donde antes hubo almacenes, mercado de carne, un mundo sucio de trabajadores, cargadores, camiones, humo y gritos, ahora hay galerías de arte contemporáneo con espacios fastuosos, repartidas sobre varios pisos, y apartamentos de lujo para gente dinámica, elementos esenciales del futuro americano. Primero recorrí el High Line, un paseo verde a lo largo de una antigua vía de tren elevado que domina las cuadras y se mete entre edificios y donde me crucé con todo tipo de gente guapa y relajada, tomando el sol, comiendo su sándwich o leyendo sobre una banca.
Es un paseo único que se degusta al ritmo disoluto, observando, disfrutando las vistas de una ciudad en evolución, que me llevó finalmente al Chelsea Market, ya en el Meatpacking District. El edificio fue la antigua fábrica de Nabisco (National Biscuit Company), donde se inventaron las famosas Oreo, ahora transformado en tiendas y restaurantes gourmet, expendios de ropa y objetos exclusivos y originales, en un espacio de ladrillos viejos y estructuras de acero que han vibrado con la recesión y seguramente han vivido pasiones. Los muros dejan la imaginación bogar por aventuras novelescas de otros tiempos.
Entre las calles 27 y 19, entre la 10ª y la 11ª, existen más de 350 galerías y estudios artísticos que exponen obras sorprendentes, pinturas que hablan con sus coloridos, fotografías insólitas, esculturas que brotan de la mente de genios intrigantes. Cada una impone su estilo, sus artistas, sus emociones, sus energías. Abrí las puertas de Paul Kasmin, Tagliatella, Danzinger, David Zwirner, Yossi Milo, BDG, Pace… el arte me trastornaba, platiqué con Raphael sobre los trastornos de las obras; con Jacquelin, sobre los piques transmitidos a la civilización; con Yasmin, sobre el abanico de ideas, desvestimos el arte, construimos unas críticas, inventamos los golpes que transmiten los virtuosos. En cada galería entregaba y compartía impresiones. Fue un paseo cultural enriquecedor que solo Chelsea me podía dar gracias a la simpatía de su gente.
Descubrí restaurantes encantadores como The Red Cat, Tía Pol y Empire Diner; tiendas de ropa trendy al estilo Chelsea, como Letter J o la intrigante tienda de Comme des Garçons que, además de tener esa fastuosa línea de ropa, ofrece un edificio de ladrillo con aspecto de taller de coches y un espacio futurista accesible por un túnel de aluminio; el ambiente me sedujo totalmente. Para terminar el día caminé por el Hudson River Park, a lo largo del río Hudson, donde los antiguos muelles del puerto de Chelsea y almacenes se están transformando en conjuntos deportivos, gimnasios, y esa promenade verde es el espacio para caminantes, corredores o ciclistas. La gente se mira, se estudia, los amigos platican, se sientan sobre una banca para ver bajar el sol, el paseo es íntimo, exquisito, refrescante, cargado con una buena energía extravagante. Es un remolino de caras y miradas, una verdadera vitrina hacia el alma de la gente easy going, mientras el edificio de la IAC, diseñado por Frank Gehry, nos observa.
Los domingos, los restaurantes ofrecen brunchs que atraen a un público espectacular, el lugar ideal para ser visto, y en la calle 25, entre la 6ª y la 7ª, donde hay grandes tiendas, se instala el Antique Garage, un mercado callejero de antigüedades. Las calles sombreadas con sus edificios adornados de escaleras son residenciales. El Chelsea Park es un gran lugar para deportistas o para actividades como visitar el Chelsea Art Museum, el Fashion Institute of Technology, patinar sobre hielo en Sky Rink; mientras que en las noches es indispensable visitar el roof top del Americano o el Marquée en la 10ª y la 27, Cielo en el Meatpacking District, Kiss & Fly y muchísimas opciones más… ¡Me fue imposible probarlo todo!
No me quedé quieto y empujé los límites de Chelsea, explorando lo que pudiera de ese nuevo Manahttan fascinante e intrigante. Caminando descubrí el Meatpacking District, conocido también como Gansevoort Market, entre la 14 y la calle Gansevoort, con su estructura de fábricas antiguas que al principio del siglo XX se dedicaban principalmente al empacado de la carne y sus actividades relacionadas, junto a fábricas de puros, talleres de coche, imprentas y demás. Al final de los sesenta, la zona declinó por los cambios económicos, el barrio se volvió conocido por la prostitución, venta de drogas, sex clubs… hasta los años noventa, cuando las high-end boutiques se instalaron con jóvenes diseñadores trendy, como Stella McCartney, Barbour, Moschino, Alexander McQueen, que le otorgaron al barrio un nuevo look. Restaurantes como Pastis, 5 Ninth y nightclubs abrieron sus puertas para crear ese espacio fashionable que descubría y exploraba, intrigado y encantado. Tenía la impresión de que los edificios conservaban su aire viejo con un maquillaje de elegancia.
Seguí mi exploración para entrar en Greenwich Village, el barrio mítico, empezando por West Village, sus calles adornadas por casas de ladrillos con las escaleras delanteras; el Washington Square, con su arco del triunfo y su fauna salida de la serie Friends, los jugadores de ajedrez, sus restaurantes, sus extrañas tiendas, sus deliciosas panaderías. Al sur de Houston Street se presentó Soho, una zona de grandes almacenes que ha sido transformada en elegantes tiendas y galerías. Llegué entonces a Little Italy, con su atmósfera muy napolitana, sus placitas y sus calles irregulares, sus ruidos sicilianos, sus restaurantes donde degusté las famosas pizzas de Lombardi’s. Alcancé el desorden con lengua extraña en China Town, brincando de Europa a China con tan sólo pasar Canal Street. Caminé entonces por Wall Street y el barrio de las finanzas, con los monumentales edificios administrativos neoclásicos que representan la gloria y el poder de New York City, hasta llegar al World Trade Center y esa nueva torre que desafía al cielo y al enemigo. El 9/11 Memorial atrae a una gran cantidad de gente, esas dos monumentales fuentes cuadradas. Seguí por el paseo marítimo empezando por la marina, siguiendo el río por un sendero sombreado hasta Battery Park dando la vuelta a la península hasta alcanzar el Brooklyn Bridge. Extenuado, regresé en el metro más feo del mundo que parece anunciar el cataclismo.
Al día siguiente alquilé una bicicleta en el hotel para recorrer las calles de Chelsea, hasta llegar al Brooklyn Bridge, cruzarlo gracias a su paseo peatonal elevado y descubrir las vistas sorprendentes de NYC. Pedaleé por las elegantes calles del East Side, recorrí Central Park, el West Side y viví la vida de un neoyorquino que se desplaza al ritmo de una vida trepidante.
Otro día decidí dedicarlo a la Quinta Avenida, al Met y al Guggenheim, disfruté el museo de Historia Natural, me senté en Times Square esperando el crepúsculo mientras las luces de los anuncios se hacían más brillantes y deslumbraban la vida nocturna. Finalmente entré al teatro para ver Mama Mía. Estaba viviendo una doble vida: la del turista tradicional y la del new yorker integrado, siendo parte de la locomotora que es la ciudad que nunca duerme.
Dulces días en Chelsea, tumulto de Little Italy, el WTC y Central Park. El mundo ya no tenía secreto para mí. Había conquistado Chelsea. ¡Perdón! Chelsea me había embrujado, Manhattan me había conquistado. Chelsea es un mundo contemporáneo, evolucionando en medio del arte, rodeado por galerías vanguardistas y tiendas fashion, restaurantes trendy, una vida nocturna muy intensa y el High Line para disfrutar del barrio de moda. Un espacio que vibra en cada palpitar o soplo de aire, montado sobre una nueva estrella que está naciendo con inmenso brillo.
GUÍA CHELSEA
Dónde: Barrio de Manhattan, situado entre la 27 y la 14 y entre las avenidas 11 y 7.
Cuándo: Todo el año, el invierno tiene su encanto con el frío y la nieve, el verano con su calor húmedo, pero sin duda la mejor temporada es la primavera.
[toggle Title=”DONDE DORMIR”]
Hôtel Americano
D. 518 W 27th St.
T. +1 212 216 0000
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[toggle Title=”DÓNDE COMER”]
The Red Cat
D. 227 10th Avenue, Chelsea
T. 212 242 1122
Tía Pol
D. 205 10th Avenue, Chelsea
T. 212 675 8805
Empire Diner
D. 219 10th Avenue, Chelsea
T. 212 596 7523
Lombardi’s, pizzería
D. 32 Spring St., Little Italy
Cafeteria
D. 119 7th Avenue, Chealse
The Dutch
D. 131 Sulivan St., SoHo
The Americano, del chef Anthony Venegas
D. 518 W 27th St., Chelsea
T. 212 216 0000
La Piscine, en el Hôtel Americano
D. 518 27th St., Chelsea
T. 212 216 0000
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[toggle Title=”QUÉ HACER”]
Galerías
Paul Kasmin
D. 293 10th Avenue
Taglialatella
D. 231 10th Avenue
Danziger
D. 527 W 23rd St.
BDG Bertrand Delacroix
D. 535 W 25th St.
Pace
D. 534 W 25th St.
Zach Feuer
D. 548 W 22nd St.
Claire Olivier
D. 513 W 26th St.
James Cohan
D. 533 W 26th St.
Margaret Thatcher Projects
D. 539 W 23rd.St.
Chambers Fine Art
D. 522 W 19th St.
Tiendas
Letter J
D. 557 W 23rd St.
T. 212 366 4452
Comme des Garçons
D. 520 22nd St.
Chelsea Market
D. 75 9th Avenue
Tekserve
D. 119 W 23rd St.
The Container Store
D. 629 Avenue of the Americas
Burlington Coat Factory
D. 707 Avenue of the Americas
Jack’s 99 Cent Store
D. 110 W 32nd St.
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