Claudia Márquez creció en una familia mexicana tradicional en la que “las mujeres no trabajaban”. Todo indicaba que, al finalizar sus estudios en el Colegio Alemán, ser madre, esposa y ama de casa sería el escenario más probable. Pero el destino le había reservado otro camino: después de un breve paso por la química BASF, a mediados de los años noventa, entró a BMW, que por entonces acababa de desembarcar en nuestro país. Así empezó una sólida carrera en la industria automotriz, que incluyó escalas en firmas como Mini —controlada por BMW desde el año 2000—, Nissan y Hyundai Motors de México, donde hoy funge como CEO. “Entrar a esta industria no fue una búsqueda consciente, pero es un mercado que me apasiona. Desde mis inicios, cada día he trabajado con el corazón tratando de traer los mejores resultados. Cada posición a la que ascendía pensaba que era la última y que cuando nacieran mis hijas iba a dejar de trabajar. Eso finalmente nunca sucedió”.
Cada vez que viajaba a Alemania, lo cual hizo durante años, “no sólo me veía a mí misma como una mujer en un rubro dominado por hombres, sino como una mujer mexicana en un país en el que uno de los grandes orgullos es la fabricación de automóviles. Pero algo debo haber hecho bien”, ríe. Después de tantos años en la automotriz fundada en Bavaria, su carrera tomó un giro dramático cuando la contrataron en la japonesa Nissan que, años más tarde, serviría como puente para su desembarco en la surcoreana Hyundai, a la que oficialmente llegó en noviembre del año pasado, unos meses antes de que se desatara la pandemia. “No me gusta la ‘normalidad’, un término de mercadotecnia para nombrar una situación durísima que anímicamente es fuerte para todos. Y a nuestro sector le tocará navegarla: habrá que aceptar pérdidas de 10%”, sostiene. Pero se muestra positiva. La idea es que la industria vuelva paulatinamente a los niveles de 2016, cuando registró un pico de 1.6 millones de autos vendidos, aunque, claro, en un contexto distinto. “Una nueva economía fuerte y con bancos que apoyen con más créditos”.
Claudia vivió en Inglaterra y Estados Unidos, y su experiencia en la automotriz japonesa le sirvió para su actual puesto. “La japonesa y la coreana son culturas similares, pero Nissan es una marca global y Hyundai, una empresa familiar que ha crecido mucho en los últimos años y que se toma en serio la diversidad, tanto en temas de género como de nacionalidad”. Y, si hablamos de género, es verdad que su puesto suscita mucha curiosidad, sobre todo entre los hombres: “Muchas veces me marcan amigos o conocidos: ‘Claudia, estoy en la carretera a Acapulco, voy con el coche equis y ahorita se le prendió un foco. ¿Qué hago?’. Y yo les digo que no soy mecánica ni ingeniera”, ríe. Anécdotas al margen, no sólo es una de las mujeres más poderosas de la industria, sino que ha cumplido con una concepción feminista que hoy empieza a cuestionarse por lo difícil que muchas veces resulta alcanzarla: “Las mujeres podemos tenerlo todo”.
Por momentos, ese mandato puede volverse una carga pesada, admite esta atractiva ejecutiva. “Para mí, es rico compartir mi experiencia y decir: ‘Se puede, sí’, pero hay que tomar la decisión y asumirla. Porque tu cabeza puede traicionarte: recuerdo cuando tuve a mi primera hija, era octubre, y en enero debía irme a Alemania y pensaba: ‘¿Se olvidará de su mamá?’. Tienes que averiguar si lo puedes todo. Y preguntarte: ‘¿Qué es todo para mi?’ Y si sí puedes, ¿vas a sufrir en el proceso? En mi caso, sí pude, pero yo empecé mi día haciendo ejercicio a las seis de la mañana; luego, tuve muchas juntas; fui al súper y cociné dos platillos distintos para mis hijas. Luego tuve más juntas y terminé a las 9:45 de la noche. Me la paso corriendo, sí. Y no tengo tiempo para el ocio. Mi consejo es: si sufres, no lo hagas. La vida es una”.