
Entre gigantes dormidos, mitos y memoria
Fotógrafo, cineasta, músico y escritor, Clément Beauvais (París, 1981) es un artista que se mueve con una naturalidad inquietante entre disciplinas. Su universo está hecho de imágenes que parecen surgir del sueño, de sonidos que evocan mitos antiguos y de palabras que buscan reencantar al mundo moderno.
Su obra, ya sea una instalación cinematográfica o un proyecto musical experimental, oscila entre la realidad y la ficción, entre lo humano y lo posthumano, entre lo que fue y lo que podría haber sido. En Sleeping Giants, su más reciente instalación, la humanidad ha desaparecido, pero sus vestigios duermen en forma de esculturas colosales.
Conversamos con él sobre la naturaleza de lo sagrado, las civilizaciones que nos precedieron y el lugar de la imaginación en una era donde la verdad se fragmenta.

Has trabajado en fotografía, cine, música y escritura. ¿Cómo decides qué medio usar para cada idea?
Cada medio sigue, pero también crea, su propio ritmo y territorio, su propia relación con el tiempo y el espacio. Una misma idea resuena de manera diferente según el medio que se utilice. A veces los límites entre los medios se vuelven fluidos. Me gusta explorar la conexión y también la tensión que puede existir entre ellos, y cómo esto afecta nuestra percepción del tiempo y del espacio.
En Sleeping Giants imaginas un mundo sin humanos, habitado solo por gigantes dormidos. ¿Cómo nació esta idea?
Estos gigantes simbolizan el impulso creativo de las primeras civilizaciones, quienes poblaron el mundo con espíritus y deidades. En este mundo despoblado, estas figuras actúan como guardianes de una historia sin narrador. Los antiguos espíritus de la naturaleza yacen en un sueño eterno, protegiendo los últimos ecos de nuestra existencia
.
La pieza tiene una atmósfera casi mística, un silencio que parece hablar.
Sí. A través de estos gigantes dormidos, quería que el espectador se preguntara: ¿Qué sueñan estas figuras mientras descansan bajo el vasto cielo indiferente? ¿Son ruinas de civilizaciones o espíritus esperando despertar nuevamente?
El filme explora el umbral entre desaparición y persistencia, realidad y virtualidad, mostrando cómo la historia humana podría fusionarse con su propio comienzo.

Técnicamente también es una experiencia inmersiva.
Es una instalación cinematográfica de 16 minutos, filmada en formato digital y proyectada en 4K DCI (4096×1716) con sonido Dolby Atmos. Más que una película, es una experiencia meditativa.
Tu primera exposición, The Man from Utah, debutó en París en 2021. ¿Qué te atrajo de ese territorio desértico?
Hanksville fue fundada por colonos en 1882 y sigue siendo un pequeño pueblo desértico. Justo más allá se encuentra la Mars Desert Research Station, un entorno simulado de Marte donde los investigadores viven en aislamiento, preparándose para la vida en el planeta rojo.
El mismo espíritu que impulsó a los colonos hacia el oeste ahora mueve a los investigadores hacia el espacio. Se puede imaginar que algún día habrá en Marte lugares como Hanksville, llamados así en honor a quienes descubrieron, resistieron y se establecieron allí, manteniendo vivo el espíritu de descubrimiento.
Tus obras dialogan con los mitos antiguos. ¿Qué te atrae de ellos?
Quise explorar nuestra relación con la naturaleza a través del prisma de las civilizaciones antiguas, cuando la naturaleza se percibía como sagrada y vivía con espíritus. Desde precolombinos, nativos americanos, griegos y mesopotámicos, la naturaleza era sagrada y algunos animales eran emisarios divinos.
Hoy, esa percepción ha desaparecido; la naturaleza refleja luchas políticas. Pero los mitos y artefactos en los museos nos recuerdan que alguna vez este mundo estuvo encantado.
Mi práctica artística se sitúa en la frontera entre documental y ficción, buscando ese punto donde la realidad se fragmenta y se transforma en múltiples narrativas posibles.


Has colaborado con marcas como Dior, Givenchy, Kenzo y BMW. ¿Cómo logras mantener tu voz dentro del ámbito comercial?
He tenido la suerte de trabajar con marcas que me otorgaron mucho control creativo en algunos de los proyectos comisionados. Me interesa usar ese espacio para explorar, no solo comunicar. Cuando la industria confía en el artista, pueden surgir resultados poéticos incluso dentro del mercado.
Hablas mucho sobre la noción de verdad en la era contemporánea. ¿Cómo la defines?
Hoy existe una diferencia entre realidad y verdad. No siempre fue así. Descartes buscaba una verdad universal y estable para definir la realidad, pero hoy sabemos que puede ser fragmentada, múltiple y mediada culturalmente.
Documental y ficción no son polos opuestos, sino dos modos de revelar dimensiones distintas del mundo. Cada una tiene sus verdades y mentiras. La responsabilidad surge cuando una narrativa busca dominar sobre otra, como ocurre con la propaganda.


Tus imágenes evocan nostalgia, pero también mundos posibles.
No se trata tanto de nostalgia como de la posibilidad de realidades alternativas. Una fotografía nunca muestra una sola verdad: la realidad que una imagen muestra cambia según quien la observe. Cada espectador aporta su percepción, memoria e imaginación. Al capturar un momento, se separa del flujo de tiempo, convirtiéndose en un punto de partida para múltiples narrativas alternas.
Además de tu obra visual, formas parte del dúo experimental Reptile Reptiles. ¿Cómo nace esa colaboración?
Comencé componiendo música para mis películas. Siempre ha sido algo muy intuitivo. Con Alexandre Bazin conectamos naturalmente y comenzamos a trabajar en un disco. Su experiencia en el Groupe de Recherches Musicales abrió un campo de experimentación sonora. Nuestro primer disco es narrativo: cuenta la historia de un alma que regresa a la tierra del alma en ocho secuencias, cada tema como un capítulo, acompañado de un libro de 18 páginas con fotos y poemas leídos por Gary Farmer.
Gary Farmer, actor nativo americano recordado por Deadman, de Jim Jarmusch, participa en el proyecto. ¿Qué representa para ti su presencia?
Este disco es también un homenaje a esa película y a ese gran personaje encarnado por Gary. Su voz aporta una dimensión espiritual profunda, una conexión con los mundos invisibles que siempre intento evocar.
Tus imágenes parecen detener el tiempo. ¿Qué te atrae del instante cotidiano?
Para mí, lo mundano es un umbral. Objetos o momentos cotidianos pueden sentirse extraños por su banalidad, apuntando a algo más allá. Me interesa cómo una imagen puede trascender su marco, sugiriendo un mundo fuera de la pantalla. Esa tensión entre presencia y ausencia, atracción y escape, es donde reside la poesía.
¿Qué artistas o cineastas te han influido más?
Muchos artistas me han marcado —libros, pintura, cine—, pero directores como David Lynch, Béla Tarr o Jim Jarmusch tuvieron un fuerte impacto en mí. La lentitud, el misterio y la profundidad con que abordan la realidad influyeron mucho en mi mirada.
Tus proyectos parecen diseñados para ser vividos más que vistos. ¿Cómo concibes la experiencia del espectador?
Sleeping Giants es una instalación inmersiva donde sonido e imagen son igualmente importantes. Más que un cortometraje, es una experiencia que invita al público a reflexionar sobre nuestro lugar en la naturaleza y nuestra historia.
Busco crear un espacio de resonancia más que de narrativa. El uso del sonido Dolby Atmos y una imaginería lenta y meditativa disuelven la frontera entre cine, memoria y mito.

¿Qué esperas que el público se lleve de esta experiencia?
Espero que el espectador reflexione sobre la relación del ser humano con la naturaleza, la memoria y la impermanencia de la civilización. En este universo posthumano, la naturaleza se convierte en la última guardiana de la memoria. Los gigantes dormidos custodian los últimos rastros de humanidad.
Actualmente, estoy desarrollando un proyecto de instalación que combina sonido, imagen y aromas.
Clément Beauvais se mueve en territorios que otros apenas se atreven a rozar: el mito, la memoria, el silencio.
Su obra no busca respuestas, sino resonancias. En ella, el tiempo se detiene y la imagen se convierte en espíritu. En un mundo obsesionado con la inmediatez, Beauvais nos recuerda que la contemplación, como los gigantes dormidos, también puede ser una forma de resistencia.
Entrevista por: Gabriela Gorab









































