Cuando descubrí Croacia, el tiempo se detuvo y me impresionó la fábula de los callejones y la nobleza de los edificios, la majestuosidad de las montañas y los colores del litoral; recorrí un país desconocido y asombroso. Escribo mi crónica de un viaje con los recuerdos de una guerra reciente y homicida, caminando por los senderos de una historia que lleva 3000 años dejando huellas a la orilla del Adriático, una de las regiones más hermosas de Europa.
CÁNTICO A LA GLORIA DE SU CULTURA ADRIÁTICA ZAGREB
Zagreb me recibe con la luz soleada de noviembre, cuando su mercado se anima y las campanas anuncian las horas, me seduce y la descubro al caminar por majestuosas avenidas y callejones medievales, cautivado por la calidez de su gente. El tranvía recorre el centro con aires de antaño, de la Europa comunista al otro lado de la Cortina de Hierro, animando las suntuosas fachadas barrocas amarillas, verdes o blancas. El Regent Esplanade es un hotel cargado de historia, auténtico palacio restaurado al estilo de su creación en 1924, cuando recibía con lujo a los viajeros del Orient Express.
Zagreb se divide en dos partes, la Ciudad Baja con sus elegantes jardines y la Ciudad Alta de aire medieval que domina desde dos colinas. Donji Grad (Ciudad Baja) surge en el siglo XVIII con sus calles rectas a partir de Trg Josip Jelacica, plaza central emblemática, y sus edificios barrocos o neorenacentistas. Con la cabeza llena de las palabras del escritor Ivo Andric que describe las intrigas citadinas, deambulo por sus avenidas: Tornislava, con su parque donde surge el Pabellón de las Artes y la Academia de Artes y Ciencias, o la Masarykova hasta llegar a la elegante Ópera. Me fascinan las fachadas con sus míticas estatuas que las adornan, me seduce la avenida Ilica, la más comercial con sus tiendas, imponentes edificios, elegantes pasajes donde descubro la tienda Kroata Bravata donde venden corbatas, accesorio inventado en Croacia. El origen se remonta a 1660, cuando se impuso llevar en el cuello unos pañuelos de color a los oficiales del regimiento croata. Cuando visitaron París, el accesorio gustó tanto al rey Luis XIV que se diseñaron unos para el regimiento real y se denominaron cravatte, proveniente del vocablo crabete que significa croata. La moda se instaló en Inglaterra y pasó a ser un signo distintivo entre las clases acomodadas durante el siglo XX y, hasta nuestros días, un buen traje luce más con una elegante corbata. La pinza de corbata fue inventada en Croacia en 1906 por Slavoljub Penkala.
Gornji Grad (Ciudad Alta) es la memoria antigua de Zagreb. Se creó a partir de dos pueblos medievales situados en colinas dado en el siglo XI, y Gradec, ambos circundados por fuertes murallas y separados por un arroyo que hoy en día es un agradable callejón peatonal donde se alojan los cafés, pasatiempo favorito de la gente. Las viejas casas de madera han sido reemplazadas por edificios barrocos; los restos de la muralla y los callejones me transportan al pasado. La puerta de Piedra en la muralla se ha vuelto una institución, pues en 1731, un incendio destruyó el portal de madera, excepto la pintura de la Virgen con el Niño, creando un mito que le confiere poderes mágicos.
Hundido en la penumbra de ese callejón cubierto, observo cómo la gente prende velas, reza, la puerta parece capilla y en su fachada trona la estatua de Dora, heroína romanesca del siglo XVIII. Me impregno de los olores del otoño; edificios como el Sabor (Parlamento) o el Banska Dvori (Palacio Presidencial) alzan su elegancia; las placitas me llevan a la torre Lotršcak, edificada en el siglo XIII para proteger la puerta sur donde se dispara el cañón cada día a las doce, conmemorando la batalla contra los turcos. La catedral de la Asunción de la Virgen María se impone con sus altas torres y su interior gótico. La iglesia San Marcos (siglo XIII) brilla con su techo de tejas de colores que representan el blasón medieval de Croacia y de Zagreb. Al entrar en la iglesia jesuita Santa Catarina, me impacta el estilo barroco y la belleza del altar, los estucos que datan de 1720 y los medallones
del techo.
Saboreo el placer de deambular por los puestos del mercado al aire libre de Dolac, comprando frutas secas o bordados, los vendedores me sonríen, “dobardan, dovidenja (adiós), hvala (gracias)” son los únicos sonidos croatas que puedo intercambiar con ellos pero las risas estallan fácilmente. Paseo de café en café, del Funk al Cica pasando por Le Tabü; observo cómo la gente se relaciona con alegría, platica, sonríe al extraño que soy, me preguntan de dónde vengo y se sorprenden. Fascinado por tanta cordialidad, reto al frío para gozar de ese ambiente cálido, “cafeteando”, el pasatiempo favorito de los croatas. Zagreb es romanticismo con sabor eslavo.
Visito Mirogoj, el cementerio más hermoso de Europa; dicen que en Zagreb los muertos se alojan mejor que los vivos. Un largo pasillo cubierto con cúpulas y mármoles fue construido en 1876 por el arquitecto Herman Bollé y alberga tumbas monumentales hechas con las mejores piedras.
DE ZAGREB A RIJEKA
Desde la ventana del Regent Esplanade, observo la explanada de la estación de tren, revivo la época de los elegantes años 20. El cielo se ha encapotado, la primera nieve del año empieza a caer. Manejando por las avenidas envueltas en esa bruma de nieve y melancolía, donde los copos tiñen de blanco los parques, me dirijo hacia las colinas del este para recorrer uno de los pueblos más emblemáticos, Samobor. Su discreto encanto brota de sus casas tradicionales coloridas, del arroyo que atraviesa el pueblo, sus iglesias, su mercado y tiendas. Llegando a Karlovac, antigua fortaleza construida en 1579 contra los turcos, descubro su centro histórico barroco y sus iglesias, y entro en un animado cafém para huir del frío (Hola, ¿de dónde vienes?) y la conversación empieza con la cordial alegría de Croacia central.
Pasando las montañas Velikam Kapela con picos de más de 1000 m, el paisaje se vuelve suntuoso, cubierto de nieve y bosque de pinos, con aldeas sumergidas en la bruma como en una novela del escritor croata Miroslav Krleža. Después de un largo túnel, bajando hacia el mar, la nieve deja de caer, la costa aparece con Rijeka, gran puerto industrial al fondo del golfo de Kvarner repleto de islas, con majestuosos edificios de estilo austro-húngaro y famoso por su vida de cafés y discotecas.
PENÍNSULA DE ISTRIA
Recorro la costa de la península de Istria, cargada de historia del Imperio Romano, donde las colinas caen al mar. Opatija conserva las arrogantes residencias del siglo XIX cuando era el lugar de veraneo del Imperio Austrohúngaro, los bosques de pinos llegan al mar de color verde cristalino. Disfruto el majestuoso recorrido por la costa del golfo de Kvarner, la carretera se interna en las montañas, descubriendo unos pueblos encantadores hasta llegar a Pula, la antigua Polensium romana. Misteriosa e intricada entre sus callejones y sus vestigios romanos,
Pula vive al ritmo de su pasado, los novios se toman fotos en el grandioso coliseo mientras los invitados cantan y beben a su salud, la ciudadela vigila desde la colina los restos de la muralla romana, el arco de triunfo de Sergius, el templo de Augustus y la catedral que data del siglo V con su sarcófago romano en lugar de altar. Una lluvia fina cae, los callejones se adormecen en el frío e imagino la animación en tiempo de los romanos y el tumulto de los turistas en el verano.
Rovinj me deja atónito, puerto estrella de Istria y verdadero tesoro: sus casas clavan sus pies en el mar, el campanario de la iglesia domina ese escenario de cuentos, el puerto se encuentra resguardado y los callejones invitan a descubrir sus misterios. Es el puerto perfecto, protegido por 13 islas boscosas y bañado por aguas cristalinas que atraen tantos turistas en el verano, especialmente los adeptos del nudismo. A la luz del día, lo insólito se esfuma para dejar el encanto de un pueblo de pescadores con su mercado, sus altas casas que dominan el mar, los callejones y las colinas boscosas que lo rodean. Recorriendo las colinas del interior de Istria, descubro Pazin, olvidado en el tiempo, famoso por su abismo que inspiró Julio Verne para su novela Viaje en el centro de la tierra.
DE RIJEKA A SPLIT
Desde Rijeka hasta Zadar, la carretera sigue la costa árida del golfo de Kvarner, recortada en bahías, protegida por un maravilloso escenario de islas, sembrada de encantadores pueblos pescadores como Bakar, Selce, Novi Vinodolski, Senj. Al pie de las impresionantes montañas Velebit de más de 1000 m de altura, el fuerte viento riza el mar adriático que se refugia en pequeñas calas de aguas cristalinas. Surge Zadar, antigua colonia romana
rodeada por una muralla del siglo XVI, perforada por puertas monumentales. Sus callejones de trazo lineal encierran casas tradicionales y bonitas iglesias.
Conquistada por Venecia en 1202, amenazada por los turcos, bombardeada por los aliados en 1943, por los serbios en 1991, Zadar se levanta de tantas cicatrices, con la melancolía de un gran puerto lastimado.
El sol alumbra con sus últimos rayos la bahía de Split cuando llego al puerto. Descubro los suntuosos restos del palacio del emperador romano Diocleciano, los callejones y placitas de la ciudad amurallada. Un misterioso túnel, antiguo subterráneo del palacio, me proyecta dentro de un corredor flanqueado de inmensas columnas. La ciudad se intrinca en el palacio, la catedral octagonal es el antiguo mausoleo de Diocleciano, unas columnas marcan donde era el templo de Júpiter adornado de esfinges traídas de Egipto, los callejones desembocan en placitas o puertas monumentales; campanarios y palacios deslumbran. Los vestigios atravesaron las épocas para crear un conjunto ecléctico, intricado como un libro de historia.
LA ISLA DE HVAR
Después de 2 horas de navegación en ferry, llego a la isla de Hvar. En la noche sin luna desembarco en el pueblo de Stari Grad, en esa isla tan soleada que los hoteles dan un descuento en caso de días nublados. Los faros del coche parten la oscuridad durante los 15 km de curvas hasta llegar al pueblo de Hvar. Ni un alma. Deambulo por el puerto
con mi maleta que despierta el silencio, el hotel Adriana me recibe con su diseño minimalista donde el neón se pone al servicio de la elegancia. La mañana me impacta, el cielo azul brilla y abro mis persianas sobre uno de los lugares más encantadores que he conocido: pequeño pueblo de casas blancas con los campanarios que se alzan a la orilla del mar transparentedonde nadan las lanchitas, al pie de la colina dominada por la fortaleza.
Hvar es un pueblo de cuentos soñados por marineros, diseñado por escritores novelescos e inventado por los pintores como Edo Murtic, admirado por sus visitantes y elegido por el jetset como nuevo destino, atrayendo gente, yates y veleros en el verano. La muralla del siglo XIII encierra el pueblo medieval con sus callejones de piedra que acarician los palacios góticos, el paseo marítimo coquetea el mar, las terrazas se llenan poco a poco, los pescadores regresan y asan el pescado en sus lanchas con braseros de carbón; las campanas de la catedral suenan, el monasterio franciscano domina una pequeña cala de agua cristalina y por el curso de los callejones subo hacia la fortaleza construida para defenderse de los turcos y consolidada por los venecianos. Hvar cautiva, me encierra en sus entrañas, hechizado por su encanto. Recorriendo la única carretera entre pinos, olivos, lavanda y romero, me dejo llevar por la belleza de la isla montañosa adornada por pequeñas calas.
Visito los pueblos de Vrboska con su iglesia fortificada y su puerto, Jelsa con su cerrada bahía rodeada de bosque de pinos, sus lindos edificios que miran hacia las montañas nevadas del continente. En la punta este de la isla, alcanzo el Sucaraj, una joya donde las aguas tranquilas reflejan edificios coloridos mientras disfruto de un pescado horneado.
El ferry me lleva al continente en media hora, mientras el sol desaparece alumbrando de rojos las montañas. La oscuridad me guía, pasando por Bosnia-Herzegovina, y pienso en la última guerra. Después de 40 años de comunismo y a consecuencia de la caída del muro de Berlín, Croacia celebró unas elecciones libres con el deseo de independizarse de la Federación Yugoslava. El referéndum de mayo de 1991 dio 93% a favor de la independencia que fue declarada el 25 de junio de 1991, pero los 600 000 serbios que vivían en Croacia pidieron su autonomía, pretexto que tomó el ejército popular yugoslavo para invadir la región. Seis meses de guerra provocaron muchos desplazamientos,
la muerte de 10 000 víctimas y el cese al fuego fue declarado el 3 de enero de 1992.
En enero de 1993, el ejército croata invadió la Krajina hasta Split, pero los serbios no reconocieron esa ocupación y una “purificación étnica” empezó, dejando solamente 900 croatas en Krajina. En mayo de 1995, Croacia invadió Eslavonia occidental y los serbios contestaron bombardeando Zagreb. Croacia se instaló en Krajina y los serbios huyeron. Los acuerdos de Dayton firmados en París en diciembre de 1995 reconocieron las fronteras actuales de Croacia.
DUBROVNIK
Desde el hotel Villa Argentina descubro Dubrovnik, la ciudad fortificada, iluminada bajo una tímida luna. En ese peñón, los habitantes de la antigua Ragusa, perteneciente al Imperio Bizantino, construyeron una imponente muralla para protegerse de las invasiones, y en el siglo IX resistieron durante 15 meses al asalto de los árabes. Se creó entonces Dubrovnik y el canal que separaba dos aldeas se rellenó para formar la Placa, la calle central. A partir del siglo XII fue un importante puerto comercial y la celosa Venecia la sujetó para dominarla durante 153 años. Se integró al reino húngaro-croata en 1358, conservando su independencia comercial, y en el siglo XV se creó la República Ragusina. El terrible terremoto de 1667 destruyó los monumentos del renacimiento y fue reconstruida al estilo barroco uniforme. En 1806, las tropas napoleónicas invadieron la ciudad que entró en decadencia y fue anexada al Imperio Austro-húngaro en 1815. Potencia marítima de antaño, hoy sobrevive gracias al turismo. Camino por los callejones, pasando la
puerta fortificada de Ploce para penetrar en un mundo medieval habitado por los fantasmas de la noche, el pavimento brilla, las iglesias impactan. Descubro, me pierdo en los rincones, saboreo la belleza insólita.
MONTAÑAS Y CAMPOS
El camino de regreso me lleva por sorprendentes paisajes: la costa de Dalmacia meridional con sus altas montañas que se arrojan al mar Adriático sembrado de islas; los puertos adornan la costa rocallosa, el pueblo fortificado de Ston vigila sus criaderos de ostras. La carretera sube por esas montañas para mostrar valles escondidos con pueblos inmersos en el frío otoño. Descubro el Parque Nacional de la Krka con su cañón, su monasterio o samostan Visovac (siglo XIV) reflejado en el lago, y el pueblo olvidado de Šibenik. Alcanzo las planicies donde la nieve cubre llanos y montes, llego al Parque Nacional de Paklenica, con su bosque nevado y sus lagos de aguas color turquesa. Me siento Dr. Zhivago y Boris Pasternak me inventa un trineo para pasear dentro de ese bosque donde brotan cuentos,
duendes, cascadas. De regreso a Zagreb en el Regent Esplanade, me siento conquistado. Croacia es un país fascinante, me he dejado llevar por el hechizo de sus pueblos y la majestuosidad de sus paisajes, por el encanto de su gente y la acogida de sus cafés, sin olvidar la belleza de sus costas e islas. Es un excepcional pequeño país que impresiona por su grandeza. Es un secreto guardado en el corazón de Europa.
[toggle Title=”CUÁNDO VIAJAR”]
La mejor temporada es de abril a octubre; agosto y julio son meses de mucha afluencia para gozar de las playas con diversión.
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[toggle Title=”CÓMO VIAJAR “]
Desde México con conexiones:
British Airways, Lufthansa, Air France, Alitalia, Croatia Airline. Se recomienda rentar un coche, las carreteras son buenas y existe una excelente autopista desde Zagreb hasta Dubrovnik. Los ferry son muy eficientes para alcanzar las islas.
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[toggle Title=”DÓNDE COMER”]
Zinfandel’s Restaurant
D. Mihanoviceva 1, Zagreb.
T. +385 (0) 1 45 66 644
zinfandels.hr/
Bistro, Esplanade Zagreb Hotel
D. Mihanoviceva 1, Zagreb
T. +385 (0) 1 4566 611
suncanihvar.com
Restoran Kerempuh
D. Kaptol 3, Zagreb
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[toggle Title=”DÓNDE DORMIR”]
The Regent Esplanade Zagreb
D. Mihanoviceva 1, Zagreb
T. +385 (0) 1 45 66 666
theregentzagreb.com
Vila Lili
D. A. Mohoroviceva 16, Rovinj
T. +385 (0) 52 840 940
hotel-vilalili.hr
Hotel Adriana
D. Hvar Marina
T. +385 (0) 21 750 200
suncanihvar.com
Grand Villa Argentina
D. Frana Supilla 14, Dubrovnik
T. +385 20 300 300
gva.hr
The Puci Palace
D. Ulica Od Puca 1, Dubrovnik
T. +385 20 326 222
thepucicpalace.com
Villa Wolff
D. Nika I Meda Pucica 1, Dubrovnik
T. +385 20 438 710
villa-wolff.hr
Amfora
D. Hvar
T. +385 21 750 555
suncanihvar.com
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[toggle Title=”EXCURSIONES”]
Tirena
Barco alrededor de Dubrovnik
T. +385 20 358 200
elite.hr
Jadrolinija
Información sobre los trayectos en ferry
T. +385 51 666 111
jadrolinija.hr
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[toggle Title=”QUÉ COMPRAR”]
Las corbatas, el Licitarsko Srce (corazón que simboliza la cálida hospitalidad de la gente), cristalería, pintura naif, ropa, bordados, objetos de arte en metal, libros, música, vinos, etc.
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MÁS INFORMACIÓN