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Daniela Michel

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El cine mexicano goza de una salud que por décadas se había esfumado. Todavía en el arranque de este nuevo siglo los casos de éxito eran aislados. Hoy en día el panorama es fértil y las nuevas generaciones saben que hacer cine es una posibilidad real. Una figura que ha sido clave en esta evolución es Daniela Michel.

Inspirada en el éxito de Carlos Carrera y su cortometraje El Héroe en el Festival de Cannes de 1994, creó las Jornadas de Cortometraje Mexicano. Dicho proyecto se transformaría en el prestigioso Festival Internacional de Cine de Morelia, que Daniela ha dirigido con impecable visión desde el primer día.

La relación tan cercana de Daniela con el cine la ha llevado a Cannes en más de quince ocasiones, por lo que su entendimiento sobre dicho festival es privilegiado.
Una amante del cine clásico y un festival de bronceado mediterráneo, que disfrutan de la compañía del otro mayo tras mayo.

Este año el 67o Festival de Cannes tendrá lugar del 14 al 25 de mayo y la 12a edición del Festival Internacional de Cine de Morelia sucederá del 17 al 26 de octubre.

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¿Qué es lo que vuelve a Cannes tan fascinante?
Cannes es el festival más importante del mundo, sin lugar a dudas. Caminar por la alfombra roja y pensar que por ahí pasó Hitchcock y toda la historia del cine es impresionante. El festival es un ícono, un referente en la cultura del siglo XX.

¿La historia que posee el festival se renueva con cada edición?
Por supuesto, se trabaja mucho en la programación para descubrir a los nuevos talentos. Al mismo tiempo, se enfatiza la tradición cinematográfica y la tradición misma de Cannes.

¿Qué le aporta el paisaje al certamen?
La Costa Azul es un lugar que ya era glamoroso desde la época de Scott Fitzgerald, cuando escribió El gran Gatsby. Nada como salir de ver una película realmente vanguardista y comer frente al Mediterráneo en un restaurante que lleva más de setenta años establecido. Los días tienen una luz realmente prodigiosa. Esa luz de mayo hace que todo el mundo se vea maravilloso.

¿Cómo se mantiene en la cima el festival?
La organización es perfecta. Cuidan mucho las formas. No puedes llegar —aunque seas prensa— mal vestido. Tiene un concepto muy fuerte. Hay una mística que se tiene que conservar. Finalmente el cine es mucho glamour, es imagen.

¿Cómo se compone la columna vertebral del festival?
La sección oficial tiene dos partes. Una competencia donde están los grandes nombres y la contraparte que se llama Una Cierta Mirada, que tiene una visión más libre. Mi lectura es que Cannes siempre busca englobar las mejores películas de todo el mundo y no hay un jurado que pueda ver cuarenta películas en ocho días.

También hay una sección maravillosa para descubrir nuevos talentos que es la Semana de la Crítica. Son únicamente óperas primas o segundas películas. Ahí se descubrió a González Iñárritu, a Bertolucci, a Barbet Schroeder y a Wong Kar-Wai. La otra gran sección se llama Quincena de Realizadores, de una postura más rebelde.

Hoy en día, ¿cómo es tu agenda durante tu estancia?
Tengo muchos encuentros con colaboradores, directores de festivales, periodistas, críticos y amigos. Al mismo tiempo, veo alrededor de tres o cuatro películas diarias, por lo que trato que la parte social no sea la protagonista. Mucha gente piensa primero en las fiestas, pero arrancan a medianoche y la primera función es a las ocho de la mañana. Hay que tener una disciplina.

La verdad me la vivo de café, no hay un rato libre en que me pueda escapar a comer. Más bien voy a cenar y así cierro el día. Ahí me relajo.

¿Cómo fue ser jurado en Cannes?
Es el honor más grande que he recibido en mi carrera en el medio cinematográfico. De mujeres mexicanas en el jurado solo han estado Dolores del Río, Salma Hayek y ahora yo. En su momento no lo podía creer.

Obviamente no puedes comentar nada fuera del jurado. Veíamos las películas juntos y cada tercer día nos reuníamos para discutir cuáles nos habían gustado más. Se tiene una tradición de no pensar en cuál fue la carrera previa del autor, sino en qué es lo más interesante de cada película.

¿Tienes algún rincón que te sirva para descansar del bullicio festivalero?
Me gusta mucho ir a Rue St. Antoine en la vieja ciudad, es una calle empedrada con restaurantes del siglo XVIII. Son cavernas pequeñitas cargadas de la tradición culinaria del sur de Francia.

Hay veces que con un grupo de amigos tomamos un barquito y nos vamos a la isla de Santa Margarita, a veinte minutos de la costa. Ahí ya no ves gafetes, ni cines. Te vas a la playa y comes una buena sopa de pescado. Ya luego regresas a la locura. Solo he logrado ir alrededor de cinco veces, pero siempre pienso: “ojalá este año pueda ir”.

¿Cuál es la mejor manera de aprovechar la estancia durante el festival?
En sí, el festival es para la industria; no es tan abierto al público general, aunque sí hay manera de ver películas en sedes alternas. Valen mucho la pena las funciones gratuitas en la playa por la noche. Puedes llegar a encontrar a Tarantino entre el público.

¿Qué se debe privilegiar al escoger las funciones a las que se desea asistir?
Sobre todo que hay que tratar de ver películas que tal vez nunca se estrenen en tu país. Da mucha emoción ver la última película de un gran maestro, como los hermanos Cohen, pero es mejor ver una película de un futuro maestro tailandés que aún no conoces.

¿Es mejor estar para la inauguración o para la clausura?
Para la inauguración; al final, después de diez días de ver dieciséis horas de cine diarias todos están un poco aturdidos. Si bien la premiación es espectacular, únicamente las personas que van a recibir un premio están presentes en la ceremonia.

¿Cómo responde Cannes al cine mexicano?
He visto una gran transformación. En 1996, que fui por primera vez, me parece que solo había un cortometraje mexicano. Siento que cuando México realmente sacudió al festival fue con Amores perros, de González Iñárritu en la Semana de la Crítica. De repente, una sección paralela da la sorpresa y este fue el caso. En los últimos años, desde que Thierry Frémaux es director, casi no ha habido una edición sin la presencia de alguna película mexicana.

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¿Qué otros festivales son tus consentidos?
Hay un festival extraordinario que también dirige Thierry Frémaux que es el de Lyon. Lo realiza con el Instituto Lumière y presentan puros clásicos de cine en copias restauradas. Es un festival para el público. Lo que me encanta es que le da nueva vida al cine clásico, de repente a alguien de veinte años le puede parecer cool una película hecha en 1935, entonces de alguna forma el clásico vuelve a vivir.

Me gusta mucho el Festival de Róterdam, que es un festival que presenta cine más experimental. Acontece a finales de enero y, con todo y que es muy frío el clima, es muy cálido el festival en sí.

“Poder tomarle el pulso a lo que está pasando en el cine mexicano, tener ese honor, me parece lo más excitante de mi trabajo.”

El Festival de San Sebastián es increíble porque, además de ser de una gran tradición y poseer una gran elegancia, tiene una atención a invitados muy buena. Yo nunca había ido a San Sebastián antes y tuve la suerte de ser jurado. Me parece que es el referente para todos los festivales latinoamericanos.

¿Qué atributos comparten las sedes donde se realizan estos festivales?
Es difícil llevarlos a cabo en ciudades grandes. No me imagino un festival como Cannes en París. Se diluye el ambiente. De alguna forma, las ciudades más pequeñas te permiten concentrarte más en el mismo festival. Los festivales tenemos que trabajar muchísimo para encontrar una personalidad propia y el lugar donde se establecen es fundamental.

¿Cuál es la identidad del Festival de Morelia?
Es el festival por definición de cine mexicano. Poco a poco nos hemos convertido en el punto de encuentro para los cineastas mexicanos. En estos once años por Morelia han pasado más de 1500 cineastas mexicanos, desde Arturo Ripstein hasta Amat Escalante, muchos han llegado superjóvenes. Elisa Miller nos presentó Ver llover en 2006 y en 2007 ganó la Palma de Oro. Me da mucho gusto ver que, de alguna forma, estamos descubriendo talento que después es reconocido en otros festivales.

¿Cuál ha sido un paso clave para alcanzar el renombre que posee el festival?
Para nosotros es un privilegio tener una alianza con la Semana de la Crítica de Cannes. Cada octubre pasamos las películas que ellos presentaron en mayo. Sin embargo, un honor aún más grande es que en el Festival de Cannes haya una selección de los ganadores de Morelia. Eso no lo tiene ningún otro festival del mundo. Creo que a ningún joven se le puede dar mejor premio que estar en Cannes.

¿Qué es lo que más te gusta de Morelia?
Es la capital cultural de la Nueva España, entonces siempre ha sido acogedora, elegante y cómoda. Es una ciudad con mucho refinamiento y con mucha tradición. Tiene todo: un gran público, universitarios, cines maravillosos y es imposible perderse en ella. Es la mejor ciudad en México para organizar un festival.

¿Cuáles son las tareas principales de la directora de un festival?
La verdad, depende de qué directora y de qué festival. En mi caso, yo me involucro en absolutamente todo. Edito el catálogo, selecciono los trabajos que se ponen en competencia, hago relaciones públicas, trato de conseguir fondos; hago de todo. Es un compromiso de todo el año que no se puede soltar.

¿Qué es lo que más disfrutas del cine y de tu trabajo?
Que las películas me sorprendan; me gusta mucho el cine clásico, pero descubrir cosas me encanta. La parte que más disfruto es cuando recibimos los trabajos que buscan entrar en competencia. Poder sentarme dos meses a ver y ver películas… impresiona a nivel artístico e impresiona a nivel cultural. Es muy diferente el cine que se hace en Tijuana al que se hace en Yucatán. Esas diferencias y contrastes te hacen aprender del país.

Poder tomarle el pulso a lo que está pasando en el cine mexicano, tener ese honor, me parece lo más excitante de mi trabajo.

moreliafilmfest.com
www.festival-cannes.com