¿Alguna vez te has preguntado qué pasa con la comida que no consumes en tu casa, se echa a perder y tiras a la basura? ¿Qué tal cuando no te acabas lo que pediste en un restaurante porque era demasiado o porque simplemente no te gustó?
¿Has pensado alguna vez que la “basura” es un concepto inventado por nosotros mismos y que, en realidad, los residuos sólidos tienen una función en la naturaleza?
Los residuos orgánicos no son basura. Nunca lo han sido. Los residuos orgánicos que provienen de productos de origen vegetal y animal son el alimento de la tierra, componentes básicos para que los suelos se regeneren y vuelva a crecer la vegetación. El problema es que, hoy en día, se nos olvida que la mayoría de la población vive en ciudades y consume alimentos que en su mayoría provienen del campo.
Los ciudadanos somos los principales responsables de generar “basura”: interrumpimos el ciclo natural de transformación de los residuos orgánicos y no permitimos que se desarrolle correctamente el proceso natural.
Si queremos cambiar de mentalidad, dejemos de pensar en ellos como desperdicios o basura. Residuos es una palabra más neutra, pero si nos vamos más lejos, podemos ponerlos en valor y referirnos a ellos como recursos.
Los recursos orgánicos
Diario, 365 días al año, la Ciudad de México genera 16 mil toneladas de basura, según María Elena Tavare Cortés, analista del Instituto Politécnico Nacional. Estamos hablando de que 20 millones de habitantes en promedio somos los responsables de esta cifra.
De acuerdo con la Secretaría del Medio Ambiente de la Ciudad de México (Sedema), del total de este estimado, 46.95 por ciento de los residuos son biodegradables y susceptibles de ser aprovechados; el 25.89 por ciento es material inorgánico con potencial de reciclaje; el 26.94 por ciento son residuos inorgánicos de aprovechamiento limitado y el 0.21 por ciento son residuos de manejo especial y voluminoso.
Entonces, podemos decir que casi la mitad de la basura es biodegradable, es decir, un estimado de 8 mil toneladas de recursos orgánicos generados diariamente. Pero ¿los estamos aprovechando?
Resulta que no. Al estudiar este tema, tres expertos de la UNAM aseguran que, en el mejor de los casos, se recicla entre el 5 y 10 por ciento del total de los residuos orgánicos generados en la Ciudad de México.
Bordo Poniente y otros cementerios de residuos orgánicos
Conocido como el tiradero más grande en Latinoamérica, cerró hace cinco años. Sin embargo, sigue contaminando. Su cierre tan solo significa que no se sigue acumulando y vertiendo basura adicional. Pero lo que ya se ha depositado allí, aún contamina el equivalente a 1.2 toneladas de gases tóxicos al año provenientes de 74 millones de toneladas de basura concentrada en esta zona.
Este relleno sanitario se encuentra a un lado del Aeropuerto Internacional de la Ciudad de México, en el límite entre el Estado de México y la Ciudad de México. Entonces ¿a dónde va la basura que generamos hoy?
El problema fue desplazado a la periferia de la Zona Metropolitana del Valle de México (ZMVM), principalmente al estado de México: los rellenos sanitarios La Cañada y El Milagro son dos ejemplos donde se envía la basura que llegaría al Bordo Poniente.
Esto supone, a su vez, el traslado del daño a la salud y deterioro ecológico, dado que, en estos rellenos sanitarios, se generan grandes cantidades de lixiviados tóxicos y gases de efecto invernadero (GEI), como el metano, aunado al mal olor y la degradación del paisaje.
Por otro lado, el Gobierno de la Ciudad de México anunció que se habilitará una planta de generación de energías limpias y gestión de residuos sólidos: el proyecto Bordo Poniente Etapa IV. Durante el evento de lanzamiento del proyecto, el Secretario de Energía, Pedro Joaquín Coldwell, expresó lo siguiente:
“El potencial del país para generar electricidad a partir de residuos orgánicos es enorme, ya que cada mexicano produce cerca de 380 gramos de basura orgánica por día, lo que significa 45 mil 600 toneladas diarias y la Ciudad de México concentra casi el 20 por ciento del total nacional”.
Y agregó que: “El proyecto del bordo poniente, será capaz de producir 560 gigawatts hora por año, es decir 3.6 veces toda la electricidad generada en México con biogás el año pasado”.
Si bien es cierto que es un avance que el gobierno invierta en el aprovechamiento de estos residuos para convertirlos en fuentes de energía, no es excusa para dejarnos de preocupar o más que nada, pensar en prevenir.
Tiradero, vertedero, relleno sanitario. Todos son sinónimos de basura. Cambiemos de mentalidad y ayudemos a transformar la materia. Dejar de tirar residuos orgánicos es posible.
El compostaje: los recursos orgánicos son parte de la solución
Entre las alternativas que existen para el manejo y transformación de material orgánico, se encuentra el compostaje, técnica que tiene la finalidad de mejorar los suelos y aportar nutrientes a partir de la descomposición microbiana de los residuos orgánicos. Este proceso permite que la naturaleza se regenere y contribuye a mantener alejados los residuos orgánicos de los vertederos.
En la capital mexicana, existen tan solo seis plantas que producen composta, siendo la principal la de Bordo Poniente.6 Además, las capacidades de estas son reducidas ya que cinco de ellas –Álvaro Obregón, Cuajimalpa, Iztapalapa, Milpa Alta y el Centro de Producción y Planta Axolotl Xochimilco– tienen el objeto de procesar solo los residuos orgánicos de poda y jardinería, aunado a que la planta de Iztapalapa dejó de operar en julio de 2014.
En general, la capacidad total de las plantas es cerca del 4 por ciento de los residuos orgánicos generados por la ciudad al año, lo que claramente demuestra que no es suficiente ante el crecimiento poblacional, la laxa reglamentación y la casi inexistente cultura del reciclaje de los capitalinos.
Frente a la falta de infraestructura para el manejo del material orgánico que impera en la megalópolis, la necesidad de implementar acciones que tengan como fin maximizar la reutilización y el reciclaje de los residuos se torna un tema ineludible.
Horizonte O: lugar donde empieza la vida
La vida en la tierra depende del cuidado del suelo, recurso natural que, constituido por diferentes capas, entraña en sus diez primeros centímetros la transformación de la materia vegetal y el inicio de un ciclo natural y benéfico para la vida.
Generar conciencia, cultura y acciones en favor del cuidado y regeneración de la tierra, es una preocupación para los fundadores de Horizonte O, emprendedores sociales comprometidos con el medio ambiente.
Horizonte O trabaja para innovar y mejorar los métodos de producción en términos de soberanía alimentaria, así como para estrechar vínculos comunitarios al ofrecer fertilizantes naturales a partir del abono de lombriz roja californiana; llevar a cabo talleres educativos para generar conciencia; y fomenta la lombricultura y el cuidado de la naturaleza.
“La lombricultura es observar los principios básicos de cómo funciona la tierra,” indicó Fernando Muñoz, co-fundador de la empresa agrícola. “Es observar que con la ayuda de las lombrices, se puede transformar los residuos para producir nutrientes y suelos fértiles. No es otra cosa que poner los residuos orgánicos de tu casa en el lugar correcto para que trabajen por sí solos y generen vida”.
Continuó explicando que, mediante la crianza de lombrices de tierra, se pueden mejorar las características microbiológicas de los residuos orgánicos con la finalidad de generar productos naturales tales como el humus o abono de lombriz, material rico en nutrientes y que permite la resiliencia de los suelos y regenerar el ciclo de la vida.
La materia no se crea ni se destruye, solo se transforma. La lombriz consume los desechos orgánicos, y al momento de excretarlo, potencializa los nutrientes más de lo que se hubieran obtenido por sí solos.
También cuentan con productos didácticos, lombri-composteras, alimentos orgánicos y alternativos para aves de engorde y gallinas ponedoras. En palabras de Muñoz, “las mejores cosas del mundo pueden surgir de las especies más humildes de la naturaleza”.
Ectagono: una plataforma de conciencia ecológica
Ectagono es un espacio de aprendizaje donde cualquier ciudadano puede sumarse a una diversidad de actividades para transformarse en ciudadanos más responsables con el medio ambiente y tomar conciencia de cada una de las acciones y decisiones que tomamos. Horizonte O forma parte de esta red de expertos e imparte cursos de lombricultura junto con otras organizaciones que realizan actividades similares, como Sitopia Agricultura Urbana. Ectagono cuenta con una cámara biológica que transforma residuos orgá- nicos a partir de la actividad de bacterias originarias de las chinampas de Xochimilco.
En seguida, compartimos varias maneras en las que puedes hacer una diferencia y empezar a actuar para poner en valor los residuos orgánicos que generes:
¡Separa tus residuos! Si bien aún no se disponen de los métodos y espacios para el compostaje de los residuos orgánicos, hay muchas personas que sí reciclan los inorgánicos. Al separar nuestros residuos, facilitamos el trabajo de los recicladores.
¡Haz una composta en casa! Si tienes un espacio en tu cocina, puedes reemplazar tu basurero orgánico por un lombricompostero. No genera olor y requiere un mínimo de mantenimiento. Al hacer esto, estás cerrando el ciclo de los nutrientes en tu propio hogar y obtienes un abono muy nutritivo para tus plantas.
¡Consume de manera consciente! Cada vez más, existen más establecimientos de comida que realizan el compostaje de sus propios residuos. Trata de escoger o consumir en aquellos que se están comprometiendo con el medio ambiente. (Pan Comido, Café Ruta de la Ceda, Gust & Pleser, Butcher & Sons, Mimu, Buna).
¡Involúcrate! Participa en actividades de limpieza y concientización en la ciudad. Si te sumas a las redes de Ectagono, te puedes enterar de todas las iniciativas vinculadas al reciclaje y lombricultura. ¡Infórmate! Si bien son pocos, existen centros de compostaje en la ciudad, aprende cuál es el más cercano a tu hogar y qué se está haciendo ahí, posiblemente haya manera de sumarse y colaborar.
Texto por: Ricardo Medrano, Rubí Narváez, Mónica Lafón y Florencia Gallino
Foto por: Karla García