Seguramente, alguna vez has notado la forma distintiva de la botella de Domaines Ott, pues no es una botella de vino como las otras: lleva una interesante historia detrás que hoy la ha convertido en un sello característico de la marca, y aquí te la vamos a contar.
Todo comenzó en 1896 con Marcel Ott, un joven ingeniero agrónomo que, tras varios años de travesía, encontró en las tierras de Provenza todo lo que estaba buscando. Por su cercanía con el mar Mediterráneo y su buen clima, se volvió el lugar idóneo para comenzar a plantar y, posteriormente, cosechar la vid.
En 1930, el hijo de Marcel, René, con una pasión tanto heredada como propia, se dio a la tarea de crear una nueva botella para abrazar el exquisito producto que salía de los campos de su familia. Tras encontrarse con unas viejas ánforas que utilizaban los griegos para conservar el vino en buen estado, supo que esa sería su inspiración.
Las curvas elegantes, además, son un reflejo directo del paisaje emblemático de la costa de Provenza.
Hoy, esta gran vinícola cuenta con 3 terrenos y 3 diferentes tipos de vino, cada uno galardonado en su especie: blanco, rosado y tinto.
Clos Mireille Blanc 2018 tiene notas a limón confitado, avellana y salvia que lo convierten en un vino delicioso. Despliega un abanico de aromas a brioche tostado, flor de retama, hoja de laurel y cardamomo.
Por otro lado, Château Romassan Rosé 2019 tiene notas ligeramente especiadas y cítricas que se entremezclan con aromas a fruta blanca. Finalmente, su vino tinto, Rouge 2016, es denso y sedoso en boca, al tiempo que expresa fragancias a frutos negros, notas torrefactas y mentoladas.
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