No todos los destinos piden ser recorridos. Algunos, como Hostal de la Luz, invitan a ser habitados. En Amatlán, Morelos, entre la niebla y la presencia de la cordillera del Tepozteco, este santuario se despliega como una pausa prolongada.

En Hostal de la Luz, cada habitación —diseñada bajo principios de Feng Shui bioenergético— es una extensión del propio cuerpo, un espacio que respira con uno. La energía circula en la disposición del mobiliario, en la luz que entra por las ventanas, y en el aire que conserva cierta vibra ceremonial.

Donde el silencio se convierte en práctica: Hostal de la Luz - dji-0552

Durante la estancia, el tiempo baja el ritmo drásticamente. El cuerpo recupera su protagonismo y la mente su ritmo natural. Hay prácticas diarias como yoga, meditación, sound healing, y caminatas conscientes: actividades que se convierten en rituales necesarios.

Nombrado por el Dalai Lama como un “Lugar de paz mundial”, este espacio encarna su título. Hostal de la Luz recuerda que la transformación es posible. Al final, lo que sucede aquí no tiene nombre. No es descanso, ni retiro, ni lujo. Es otra cosa. Algo que comienza con una exhalación profunda y termina, quizás, en una manera distinta de volver.

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