Hasta hace no muchos años, en tiempos de un priísmo que no acabó por extinguirse del todo en el país, los periodistas tenían prohibido tocar tres temas específicos en cualquier publicación: el Presidente de la República, el Ejército mexicano y la Virgen de Guadalupe. Hoy, aunque no exista una prohibición tan tajante como esa, imagino los problemas que conllevaría poner en entredicho otra institución fundamental de la educación sentimental y degustativa del mexicano: la comida tradicional. Con que un chef de esos que elaboran platos contemporáneos, de fusión o, lo que es aún peor, un aprendiz de otro país y dueño de otros gustos culinarios, apareciera de pronto con la peregrina idea de modificar los tamales de chile verde, las flautas de barbacoa, los tacos al pastor o delito todavía más grave de reinterpretar el mole de guajolote con arroz rojo de manteca, habría un sísmico movimiento nacionalista de golpes de pecho y gritos al cielo.
Algo similar se plantea en la producción estadounidense East Side Sushi (Estados Unidos, 2014) del realizador estadounidense Anthony Lucero, establecido en la bahía de San Francisco con una larga trayectoria como editor y especialista en efectos visuales. El film es un relato en torno al tesón y la perseverancia femeninas de una ruda y trabajadora migrante mexicana. Con el nombre cliché de Juana (la actriz sinaloense Diana Elizabeth Torres, quien migró a Estados Unidos luego de aparecer en las cintas mexicanas Kada kien su Karma y El efecto Tequila, de León Serment), quien es habilísima con el cuchillo y ayuda al padre, su “Apá” (interpretado por el sonorense Rodrigo Duarte Clark), en su carrito de frutas rebanadas con chile piquín y limón, hasta que por un violento asalto en el que por poco pierde la vida, decide cambiar de ocupación, para no arriesgar los magros ingresos familiares, pues debe asegurar los gastos para pagar la escuela de su pequeña hija Lydia (la precoz y talentosa californiana Kaya Jade Aguirre).Pues ocurre que, en el itinerario laboral de esta tesonera cuanto incansable madre soltera, donde lo mismo cabe limpiar baños que lavar autos, se atravesará un letrero de Help Wanted, con el que se solicita trabajo en la cocina del restaurante tradicional japonés Osaka.
–“¿Horchata?”–, le interrogará su Apá, totalmente ajeno a esa tradición, de costumbres ortodoxas y de un machismo atroz, lo que pondrá en un dilema cultural casi irreparable no solo a su familia, acostumbrada a considerarle una talentosa guisandera de tacos y carnes asadas, sino a los propios dueños del establecimiento, el señor (el migrante japonés Roji Oyama) y la señora Yoshida (Miyoho Sakatani), absolutamente concentrados en venderle a su exigente clientela la fantasía de que en su establecimiento se observan rigurosamente las reglas atávicas de la cocina tradicional japonesa.
Y es que la trabajadora y escrupulosa cocinera irá aprendiendo de ese otro universo de sabores, olores y apariencias de la tradición japonesa; del sushi, sí, y de la infinidad de recetas cuidadosamente recreadas por cocineros en apariencia japoneses, pero que en realidad provienen de muchas partes de Asia, pues los hay coreanos, chinos y hasta mexicanos, astutamente disfrazados de nipones.
Solo que en esta fantasía machista, pues en la barra de sushi solo hay varones, no hay cabida para una mexicana proveniente de las cocinas con parrillas para carne asada y cazuelas con guisados picosos, por más destrezas que demuestre a la hora de elaborar makis, nigiris u oshis.
La cocinera, armada con un basto, pero filoso cuchillo mexicano, logra ejecutar finos cortes de carne de salmón lo mismo que convertir un pepino en una fina hoja larguísima. Pero Juana –güana, yoana, johanna, yuvana–, tendrá que desarrollar otras destrezas para enfrentarse con un muro que, si bien no es el de la frontera que su padre logró cruzar varias décadas atrás, es de los prejuicios culturales que se cargan generación tras generación y que son, quizás, más difíciles de romper.Pese a la sincera amistad que surge entre ella y el chef principal Aki, caracterizado por el actor y productor Yutaka Takeuchi, de las series Battleship y True Blood, quien le revela los secretos de la cocina tradicional japonesa hasta convertirla en la ágil chef que confecciona con rapidez y precisión los platillos, Juana jamás será admitida por el estricto y cerrado señor Yoshida, quien preferirá ocupar él mismo la barra y aceptará su renuncia.
Justo en una época de profundas y recurrentes discusiones en torno a la migración de trabajadores indocumentados latinoamericanos a los Estados Unidos -incluso en el discurso xenófobo y fascista del multimillonario candidato republicano Donald Trump–, la cinta decide abordar el tema de las diferencias culturales y raciales desde un punto de vista novedoso y quizás inédito. Quizás concomitante a los problemas que enfrenta el italiano Daniel Larusso con los abusadores alumnos rednecks y wasp de artes marciales de Karate Kid (Estados Unidos, 1984, de John G. Avildsen) para resolver sus agresiones en un campeonato local, o con la cerrazón del maestro de los fideos Maezumi respecto a Abby (Brittany Murphy) en The Ramen Girl (Estados Unidos-Japón, 2008, de Robert Allan Ackerman), donde el talento de la cocinera logrará imponerse a todo prejuicio misógino o chauvinista.
Pero quizás las referencias más directas sean dos clásicos asiáticos: Tampopo (Japón, 1985, de Juzo Itami), en el que un camionero ayuda a una familia a hacer el mejor fideo tradicional en su foodtruck, lo mismo que Udon (Japón, 2006, de Katsuyuki Motohiro), donde un grupo de entusiastas periodistas de un medio en quiebra logran revivir no solo su revista impresa, sino la fiebre por consumir los mejores fideos de calidad en los alrededores de Tokyo.En East Side Sushi, será el desprecio el que acabe por ser el principal muro para la entercada mexicana. Primero, el desprecio de la propia familia mexicana de Juana hacia los sabores de la cocina japonesa, que la harán añadir ingredientes, sabores y colores mexicanos a la base tradicional; más tarde, el desprecio a sus creaciones, como el Mayan Sun Roll, pese a ser las más solicitadas por los clientes del Osaka, y finalmente, su participación en un concurso televisivo en vivo, Champions of Sushi, despreciado por la barra del restaurante tradicional, harán que, como buen migrante latinoamericano, supere entercadamente cada barrera para aspirar a su sueño de ser un reservorio de la cocina del país del sol naciente. Y marcarán el extremo y limítrofe punto de confluencia, de inflexión, entre dos de las naciones con mayor orgullo culinario, Japón y México, con el consiguiente entendimiento cultural entre personas y mundos tan distintos. O, como le recomienda el Apá cuando Juana se derrota a sí misma antes de siquiera atreverse a inscribirse en el concurso: “¡Si no les ganas en su juego, gánales con el tuyo!”. Y será la edificante enseñanza moral que permitirá reivindicar el encuentro entre dos mundos, en un país peligrosamente tendiente a impedir el libre tránsito de migrantes, de personas, de culturas.
La cinta se estrenará en 60 pantallas de la cartelera mexicana el 10 de junio con la compañía Cinépolis Distribución.