El arte es toda actividad creativa que tiene por objeto satisfacer las necesidades espirituales del ser humano y que transmite una idea o un sentimiento.
Pedir, dar, permitir y soltar, son hábitos que, conforme los ejercitamos, nos llevan a transformar nuestros pensamientos y enriquecen nuestro espíritu.
Parece simple. Ahora todos repiten “el Universo te concederá lo que pides”. En efecto, así sucede. El punto de arranque es, entonces, saber pedir. ¿Qué pedimos, cómo, cuándo, para qué, para quién…?
Inicialmente, debemos cuestionarnos si nos permitimos pedir. Generalmente, el ser humano se encuentra encapsulado entre barreras protectoras, con escudos que bloquean la energía que de él puede fluir hacia fuera, rebotando esta e incidiendo exclusivamente en su interior como si la luz fuese reflejada en un espejo y devuelta hacia el objeto iluminador.
Desafortunadamente, la mayoría de las veces buscamos fuera de nosotros algo que siempre ha estado en nuestro interior: el secreto para vivir una vida plena y feliz. Todos queremos sentirnos realizados y tener logros. Deseamos saber cuál es la fórmula que nos permita hacerlo. Pero al creernos inmerecedores de tan valiosa fortuna, buscamos fuera de nosotros algo que es parte de nuestra esencia misma. Lo cierto es que todo lo que necesitamos para triunfar se encuentra en la fuente interna. Las respuestas a todas nuestras preguntas, las soluciones a nuestros problemas, el poder de hacer realidad nuestras metas más ambiciosas, está ahí. Pero hay que aprender a pedir, a observar, a pensar con claridad, a escuchar y a confiar.
El sabio poeta inglés William Henley escribió: “Soy el dueño de mi destino, soy el capitán de mi alma”. Sus palabras parecieran proféticas. Aquello de lo cual habla el autor se refiere a que somos dueños de nuestro destino al tener el control sobre nuestros pensamientos. Pedir requiere método y trabajo, reflexión.
El placer de dar
Dar, ese placer tan egoísta, es otra parte del círculo. Todo el tiempo damos, pero ¿qué damos? Muchas veces, en inconsciencia, damos lo que nos sobra: ira, egoísmo, soberbia, envidia, desplantes y todo lo negativo. Sí, es verdad, damos. Pero esto nada tiene que ver con la generosidad que el hecho de dar lleva implícito.
Crecer y permitir
Al pedir y al dar les sigue el permitir. Todos los días permitimos, diariamente estamos expuestos a todo género de influencias y energías que nos modifican, alteran y califican. Es aquí donde nuestros escudos nos defienden y nos atacan al mismo tiempo.
Miedos y culpas que muchas veces nos impiden recibir sensaciones o experiencias formativas y provechosas. Negarse a recibir sucede de igual manera con lo bueno que con lo regular.
Es negar la propia existencia y con en ello nuestro espacio en el cosmos.
La vida se modifica en su eterna y constante transformación, es un viaje de cambios permanentes sin repetición de puntos originales.
Dejar y permitir que fluya en un círculo infinito es el acto más sublime de nuestra conciencia.
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