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EL QUE HACER DE VIVIR

Jean-Paul Sartre, padre del existencialismo, culminaba su filosofía con una frase extraordinaria: “Uno es uno y sus circunstancias”. Pareciera entonces que el vivir se convierte en una serie de momentos cual si estuviesen aislados los unos de los otros. En estas páginas, en todas las presentaciones, conferencias, pláticas y participaciones en distintos medios, repito constantemente que nada es casual, todo es causal.

Tu estado actual es producto de la evolución, de lo que has sembrado y que hoy cosechas.

El común de la gente visualiza a los demás calificándolos y haciendo lo propio consigo; bueno y malo, grados de nostalgia y de dolor. Los juicios que hacemos sobre los demás nos definen. En infinidad de ocasiones nos apresuramos en valorar los infortunios o desgracias de alguien y los nuestros; la conmiseración nos es familiar.

Cuántas veces has escuchado el clásico: “Pobre de Zutana; qué mala suerte de Mengano”. Tanto la persona que experimenta el momento difícil como quienes le rodean, se especializan en condolerse de sus vivencias, en propiciar una sensación entre ternura y apoyo de los demás hacia él; como si la situación experimentada fuera de generación espontánea, producto del azar o, lo más usual, una trama ideada por una mano invisible que todo lo controla, que “castiga” al sujeto en cuestión.

Aceptar en todo momento que somos responsables de la mayor parte de nuestro destino, el esta- do presente de nuestra vida es el principio del ensayo que se escribe cada día; a veces como reporteros, narrando sólo los hechos; otras, las más, como novelistas, inventando personajes, disfrazándolos y transformándolos. Como autores de esta extraña

mezcla de géneros, con la obra inconclusa, nos disponemos a ponerla en escena como actores, con todos los papeles y roles.

La representación de la vida, de los actos de esta magna creación, a veces comedia, otras tragedia, depende de lo que nos permitamos y aceptemos de los otros y de las creencias limitantes que cargamos en nuestro devenir de mucho tiempo atrás.

En reiteradas ocasiones, parece que los actores comandados por nosotros mismos asisten a un baile de carnaval. Cambiamos la máscara rápidamente, la vestimenta y la actitud como si fuéramos todos los que participan en el acto al mismo tiempo y es- tuviéramos por escribir capítulos y finales distintos que por el momento nos son desconocidos o están por suceder.

El compromiso fundamental, a diferencia de esto, el realmente íntimo, tiene que ver con la decisión del quehacer cotidiano, con la actividad o profesión diaria y, por supuesto, con el asumir la realidad y su principio.

El espacio de libertad es dedicar nuestra vida a su sentido, esto es a la búsqueda de la felicidad o, dicho de otra manera, a la disminución de la infelicidad, a la paz interna como meta intermedia.

Nuestra presencia en el planeta, el hecho de que contemos con el don de la vida solo puede tener un objetivo, la consecución de este fin en lo individual y lo que propiciemos en el entorno cercano, así como la influencia que de ello se derive hacia círculos más alejados.

Las cosas importantes que queremos alcanzar requieren esfuerzo, pasar por encima de las trabas; tiene como principio vencer dudas e incertidumbre; el

transcurso de la existencia está plagado de posibilidades y caminos alternos; tenemos que ser capaces de optar y asumir sus consecuencias a sabiendas que el rectificar es propio de quien se equivoca y que tiene un costo menor a persistir en el error.

La existencia de universos paralelos lleva inexorablemente al pensamiento de que todas estas alternativas se dan y existen. Todo lo posible sucede o ha sucedido en otra dimensión. El entender esta infinita gama de opciones permite a la razón concebir de forma diferente esos momentos de quiebre en nuestra vida y asumir la adversidad con una actitud distinta.

La gente es contraria a enfrentar riesgos; es común que en forma personal o con participación de muchos más, tratemos de visualizar todas las posibilidades y aristas que surjan de nuestras decisiones, añadimos así información que puede llegar a confundirnos o pasmarnos, dejarnos inmóviles; la incertidumbre toma carta de naturalización en este momento.

Queremos tener todos los beneficios que conlleven a una opción en específico, al mismo tiempo que disminuir o suprimir los efectos negativos inherentes. Caricaturizando: es como decidir comprar un billete de lotería siempre y cuando hubiésemos constatado que fue premiado en el periódico de mañana, la ubicuidad temporal, el imposible.

Elegir es tomar la decisión entre una cosa y otra. La relevancia radica en que la mayoría de las veces los caminos parten del principio matemático de suma cero; esto es, que es uno u otro, ambos están imposibilitados de presentarse al mismo tiempo. En eso consiste la libertad. Te invito a elevar el vuelo y comenzar un mágico viaje.