El 5 de octubre de 1957, hace apenas 61 años, se inició una nueva era en el transporte humano. El equipo de ingenieros del cientí co Sergey Korolev, de la entonces Unión Soviética, nalmente lanzó, después de pasar años diseñándola, la primera nave espacial en la historia.
Se trató del Sputnik 1, la cual zarpó desde las estepas de la República Soviética de Kazajstán y orbitó la Tierra repetidas veces. Un mes después, esos mismos ingenieros lanzaron su segunda nave, el Sputnik 2. A diferencia de la anterior, Sputnik 2, llevaba a bordo un ser vivo. Una perra llamada Laika, llevada como tripulante único para probar que los seres vivos sí podrían sobrevivir en el espacio.
La era espacial había comenzado. Cuatro años después, en 1961, los soviéticos enviaron al primer hombre, Yuri Gagarin, al espacio. Sus logros no se detuvieron ahí. Llevaron naves no tripuladas a la Luna (incluso antes que Estados Unidos), a Marte y a Venus.
Por su parte, Estados Unidos se unió a esta carrera espacial, culminando con el programa Apolo, que llevó a 12 personas a la Luna y nos trajo la primera fotografía completa del planeta Tierra, la cual fue denominada como la Canica Azul. De ahí, continuó con logros impresionantes, incluyendo el lanzamiento de las naves Voyager 1 y 2, que exploraron el sistema solar completo y que actualmente se encuentran en la frontera con el espacio interestelar, listas para encontrarse con una civilización alienígena, con todo y mensaje escrito para ellos. Otras naves fueron el programa Viking, que llegó a Marte, el Cassini-Huygens, que llegó a Saturno y Juno, que llegó a Júpiter.
Lo increíble de todos los logros de los programas espaciales de ambos países fue que su propósito no fue científico, sino político. La intención de llegar a estos mundos distantes y explorarlos no fue la búsqueda de conocimiento, sino para demostrar al mundo la supuesta superioridad del país que lanzó esas naves. Fue uno de los muchos beneficios que la Guerra Fría trajo al mundo. Hoy en día, ya no existe la Guerra Fría, pero el legado del programa espacial, o “El Regalo de Apolo”, como fue apodado por Carl Sagan, el más popular de los astrónomos norteamericanos, continúa.
Ya no necesitamos probar nuestra superioridad tecnológica a nadie, pero nuestros viajes al espacio continúan. ¿Por qué? Por la misma sed de conocimiento que nos ha llevado a conquistar mundos distantes como los grandiosos exploradores que somos como especie.
El siguiente proyecto en la mira es la exploración humana de Marte, objetivo con el que la ciencia fic- ción ha fantaseado por siglos.
La tecnología de nuestras naves no es la mejor
En total, como civilización global, hemos lanzado miles de naves y satélites al espacio (el estimado más cercano es de 8,000). Sin embargo, hay muchas cosas que simple y sencillamente no hemos logrado. Hay algo que nos frena para poder transportarnos más allá, llevar humanos a los mundos vecinos o incluso ofrecer viajes al espacio de forma recreativa: dinero.
Viajar al espacio es extremadamente caro. En promedio, el costo de lanzar una sola nave espacial, desde su creación hasta llegar al espacio, es de 456 millones de dólares. Pocos gobiernos en el mundo tienen esa cantidad de dinero disponible para poder hacerlo de forma repetida, constante y a la escala suficiente como para explorar nuestro sistema solar, o aún menos, la inmensidad del cosmos. Y aún muy pocas personas tienen el dinero para poder pagar viajes privados al espacio.
Este costo elevadísimo nos ha fre- nado muchísimo como civilización. Si se pudiera cambiar o reducir el costo de una nave, el mundo cambiaría para siempre.
¿Por qué cuesta tanto viajar al espacio?
Viajar al espacio es caro no solo por la cantidad de personas que se necesitan trabajando en la construcción, diseño y lanzamiento de una nave espacial. El combustible es del más alto nivel, y su costo es elevadísimo, pero esa tampoco es la razón principal, ya que ni siquiera abarca el 1% del costo de la misión.
La razón principal es que más del 90% de la nave espacial se desperdicia en el trayecto. Casi toda su estructura está para impulsarla. Es decir, solo 10% del cohete es el espacio donde pueden vivir los astronautas, donde se transportan aparatos de medición y donde se encuentra lo que tradicionalmente se piensa en un cohete. El resto es simple combustible y las partes que lo almacenan. Estas no solo se consumen, sino que se pierden y se desperdician.
De igual forma, cuando la nave re- gresa a la Tierra, solo se reutiliza el 10% de la máquina original. Es decir, 410 millones de dólares se desperdician en cada nave, para nunca volverse a utilizar jamás.
¿Qué pasaría si de alguna manera se pudiera rescatar o reciclar ese 90% que se desperdicia y utilizarse en otras naves espaciales?
El costo de lanzar naves al espacio bajaría drásticamente. Aquí entra Elon Musk, el diseñador e inventor que ha logrado crear esta tecnología después de años de investigación.
Elon Musk ha cambiado la forma en la que viajaremos al espacio
Elon Musk es un emprendedor, diseñador e inventor sudafrica- no-canadiense que se volvió famoso por diseñar la página web Paypal, la cual es una interfase para que personas alrededor del mundo puedan emitir pagos sin necesidad de la intervención de gobiernos o de bancos.
Con el dinero que obtuvo al vender Paypal, Musk invirtió en sus tres compañías, Solar City, que buscaba el uso generalizado de energía solar alrededor del mun- do, Tesla, que construye coches eléctricos de la más alta calidad, y SpaceX, una compañía que tiene como visión explorar el sistema solar y el cosmos con la ayuda de la nueva tecnología que Musk tra- jo al mundo de los cohetes.
Musk se dio cuenta de la cantidad de dinero que se desperdiciaba en el uso de cohetes y transbordadores espaciales. Ese 90% que se perdía permanentemente no era admisible, en su visión. Tenía que encontrar una forma de cambiar eso.
De ahí se le ocurrió la brillante idea de instalar un dispositivo de navegación en el 90% del cohete que se perdía y hacer que esta parte que se desprendía del cohete aterrizara de nuevo en una base en la Tierra para poder ser reutilizada después.
Esto cambió todo. El hecho de que las naves pudieran ser reutilizadas modificó el paradigma de viajar al espacio por completo. El costo de lanzar una nave por 500 millones de dólares bajó en más de un 90% y esto permitiría y permitirá explorar nuevos horizontes espaciales.
Musk no solamente pensó en que viajar al espacio fuera más barato, sino en utilizar su tecnología para imaginar en grande y llevar al hombre todavía más lejos. Tiene planeado, bajando el costo en más de 99%, crear misiones turísticas a la Luna por un monto de 60 mil dólares; también a Marte, donde construiría un desarrollo permanente humano para instalar misiones turísticas y científicas en el planeta rojo.
Lo que es increíble es que su tecnología es tan avanzada que la NASA todavía no la ha imitado, y al paso al que va, llegará a Marte con humanos muchos años antes que cualquier gobierno. Musk ha rebasado todas las agencias nacionales del espacio por la derecha.
Y exactamente ¿cómo funciona esta tecnología?
Musk ha logrado que sus cohetes, que son mucho más largos de lo normal, sean más eficientes no solo porque son más aerodinámicos, más ligeros y menos densos, sino porque están diseñados para reutilizarse. Y lo increíble es que no se reutilizarán solo una vez, sino en promedio 1,000 veces por cada nave, reduciendo el costo de forma exponencial. En lugar de gastarse 456 mil millones de dólares en 1,000 naves, el costo se vuelve de 40 mil millones por esos 1,000 envíos, lo cual es una diferencia realmente drástica.
En el momento en que la nave zarpa y logra la velocidad de escapatoria requerida para salir de la gravedad de la Tierra, la nave se desprende del 90% de su tamaño. Esa sección es redirigida, mediante tecnología a distancia, a una especie de plataforma en el mar. Ahí, la nave aterriza y es llevada de re- greso a las instalaciones, lista para ser reutilizada.
¿Cuáles son las posibilidades futuras de esta tecnología?
El más grande obstáculo en nuestra búsqueda para llegar al espacio siempre ha sido el masivo costo que implica poder ir al espacio repetidas veces. En esta ocasión, esto ya se ha solventado. Podemos reutilizar las máquinas tantas veces como queramos. Con esto en mente, no tenemos que construir nada nuevo; en cambio, podemos establecer bases y comenzar nuestra conquista real del sistema solar y traer la ciencia y el conocimiento al público.
Texto por: ROBERT KEOSEYAN Y LUISA FERNANDA MENDIZÁBAL
Son psicólogos, cientí cos y escritores. Escriben frecuentemente en diversas publicaciones alrededor del mundo y hacen continuas entrevistas en TV Azteca, Televisa y otros medios televisivos.
Fotos: Cortesía de Space X