Desarrollada hace más de 3,000 años, la cultura olmeca antecedió e influyó a los mayas. Las tierras fértiles de tabasco fueron hogar de estas dos magníficas civilizaciones.
Ubicado en la costa del Golfo de México, entre los estados de Veracruz, Campeche y Chiapas, el estado de Tabasco suele asociarse con el hallazgo de las cabezas olmecas del siglo xiii y xiv antes de Cristo. Para muchos, la olmeca es la madre de todas las civilizaciones precolombinas mesoamericanas. El vestigio más importante de esta influyente cultura se encuentra en la Zona Arqueológica de La Venta, en el municipio de Huimanguillo, a escasos kilómetros de la costa del Golfo de México. Siglos después, el sitio todavía yace en el centro de una isla en medio de la región pantanosa del río Tonalá, que marca la frontera entre los estados de Tabasco y Veracruz.
Recorrer La Venta es imaginarse su época de pleno apogeo como centro ceremonial, con 1,800 habitantes, entre 900 a.C. y 400 a.C. Es un verdadero museo disfrazado de parque, donde estelas, altares y las famosas esculturas colosales —algunas del año 1300 a.C.— intentaron dejarse al aire libre lo más intactas posible, en una extensión de más de seis hectáreas. Así, los visitantes pueden sentir lo mismo que el poeta Carlos Pellicer cuando llegó al rescate del lugar, en los años cincuenta del siglo pasado. El parque y su diseño como se encuentran el día de hoy fueron concebidos por él mismo.
El Parque Museo de La Venta, en Villahermosa, tiene más de seis hectáreas rodeadas de ríos, pantanos y selva, además de las famosas cabezas talladas en piedra, representativas de los olmecas y emblemáticas del estado de Tabasco, y conviven 650 especies de fauna viva, entre mamíferos, aves y reptiles —como jaguares, pumas, ocelotes, monos y águilas—, así como la flora típica de esta región tropical. Por eso ir a Villahermosa sin visitar ese parque sería impensable. Se ofrecen visitas guiadas, infantiles y hasta un espectáculo de luz y sonido acompañado de una narración de lo que fue la gran civilización olmeca.
ESTADO DE TABASCO
Cualquier visita a este estado termina por incluir agua, arqueología, agradables paseos bajo la sombra y una gastronomía muy particular, marcada sobre todo por los productos del río, los plátanos y el abundante cacao de la región. En el Istmo de Tehuantepec, Tabasco tiene altas temperaturas y los indicadores de precipitaciones más altos en todo México. Su capital, Villahermosa, es un vergel, pues la cruzan tres ríos: el Grijalva, el Mezcalapa y el Carrizal. La ciudad se creó a partir de que los habitantes de Santa María tuvieron que huir río arriba de la constante amenaza de los piratas europeos. En sus calles hay interesantes museos, joyas arquitectónicas, paseos al borde del agua, exuberantes parques, galerías y alegres cafés.
COMALCALCO
Sumergido prácticamente en la vegetación, Comalcalco —o lugar de los comales— es el sitio maya más occidental que se haya encontrado. El asentamiento apunta a un florecimiento entre los años 800 y 1250, durante el apogeo de Palenque, sitio con el que mantiene varias semejanzas. Sin embargo, la particularidad de Comalcalco es un estilo arquitectónico a base de ladrillos de barro y conchas de ostiones, labrados en la parte interna con imágenes de tortugas, ranas, renacuajos y lagartijas. En las afueras hay tres haciendas de cacao ideales para comprar chocolate.
TAPIJULAPA
Villa Tapijulapa, “lugar donde se rompen los cántaros”, se encuentra a orillas de los ríos Oxolotán y Amatán. Las calles empedradas de este Pueblo Mágico, el templo dominico de Santiago Apóstol y sus casas de fachadas pintadas de blanco y rojo con techos de dos aguas la hacen una villa particularmente atractiva. También es conocida por sus muebles y artesanías de bejuco. Y si eso no fuera suficiente, cuenta con la cercanía de las pozas y cascadas de la reserva ecológica de Kolem Jaá, donde se realizan actividades de ecoturismo y turismo de aventura.
PANTANOS DE CENTLA
La Reserva de la Biosfera de los Pantanos de Centla es uno de los ecosistemas más característicos del estado, no sólo porque abarca más de 300 hectáreas, sino porque protege una de las reservas de agua dulce más importantes de Mesoamérica. La zona cuenta con una población de 20,000 habitantes, la mayoría de los cuales habla maya-chontal y se dedica a la pesca y la agricultura. Los recorridos incluyen la Casa del Agua, un centro de interpretación y convivencia con la naturaleza, cuya torre hecha de tubos y materiales petroquímicos reciclados ofrece vistas increíbles del lugar. Además se pueden recorrer en bote los hermosos y singulares paisajes de los pantanos, con plantas, aves y especies acuáticas únicas en el país en medio de manglares de hasta 30 metros de altura.