La Casa Luis Barragán es, sin duda, una de las obras arquitectónicas más importantes que tenemos actualmente en México. Reconocida por la Unesco como Patrimonio de la Humanidad desde el 2004, la Casa Barragán continúa siendo una referencia importante para artistas y arquitectos alrededor del mundo. La casa que habitó el arquitecto mexicano hasta su muerte en 1988, es considerada como una obra maestra tanto para las corrientes filosóficas, como para el desarrollo del movimiento moderno.
Y es que, los objetos que habitan la casa del arquitecto, aún descansan en los mismos lugares que escogió el artista. Ana María Albor, quien fuera su ama de llaves, aún vive ahí y es una de las herederas de la residencia: todavía se puede oler su sazón durante el recorrido por la casa, y la presencia de Luis Barragán se dispersa densamente por cada rincón, generando una sensación de que su fantasma, quizá, la siga habitando.
Es por esto que resulta todo menos trivial, que la Estancia Femsa haya logrado incorporarse como el primer grupo curatorial dentro de la Casa, inaugurando desde enero de 2016, una nueva etapa para el Museo.
La Estancia FEMSA nace de la relación entre Patrick Charpenel –ex director de la Fundación Jumex–, y Eugenia Braniff, quien ha colaborado con las galerías David Zwiner y Proyectos Monclova. Tras varias conversaciones con Catalina Corcuera Directora del Museo, se inauguró en febrero de este año la exposición Barragán fetichista. La muestra, principalmente enfocada en el arte moderno y contemporáneo, exhibió 24 obras de la Colección Femsa.
La iniciativa busca proponer una serie de exposiciones, intervenciones, performances, actividades académicas, educativas y publicaciones que dialoguen con el contexto histórico de la Casa, en conjunto con el legado de Luis Barragán. La programación curatorial integra artistas reconocidos a nivel mundial dentro del arte moderno y contemporáneo. Por lo que, conseguir que la Fundación de Arquitectura Tapatía Luis Barragán permitiera que el proyecto se desarrollara dentro del Museo, ha generado un cambio sin precedentes para la historia del lugar.
Al ser un monumento inscrito en el Patrimonio de la Humanidad, los artistas y curadores del programa deben someterse a varias reglas. La Unesco no permite, por ejemplo, que se utilice luz artificial, por lo que cada proyecto debe ser pensando para exponerse con luz natural. Tampoco se puede clavar nada dentro del espacio. Esto hace que cada montaje se convierta en un reto y adquiera características únicas a través de exposiciones que no se rigen bajo los parámetros que tendría cualquier otro museo o galería.
La segunda exposición que realizó la Estancia fue Secretos, de Iñaki Bonillas, y generó un cambio importante dentro del acuerdo entre Femsa y el Museo, ya que fue la primera vez que se pudieron tocar y mover objetos dentro del espacio.
En la exposición, Bonillas propone un diálogo sigiloso, colocando obra fotográfica y escultórica dentro de varios de los cajones y armarios que alberga la residencia. De esta manera, la curiosidad del espectador descubre, poco a poco, la exposición, a lo largo de su visita, haciendo de su paseo por la Casa una experiencia mucho más íntima.
Para la Estancia, el diálogo que se logre proyectar entre la obra contemporánea y el entorno de Barragán, es muy importante, pues en cada intervención debe prevalecer la relación filosófica y artística en contraste con las características esenciales de la obra de Barragán, como podrían ser la luz, los archivos, sus objetos o su persona: resulta inevitable que Barragán no esté presente en cada exposición, si cada muestra estará habitando su casa.