
La cápsula, como concepto, puede remitirnos a una píldora medicinal, cuya función es trasladar sustancias al interior del cuerpo, una idea que la artista chilena explora en su trabajo. En conversación con Florencia Pozo, nos acercamos a su mirada, donde la cápsula sirve como vehículo de significados, emociones y memorias. Ella propone “rehabitar” este objeto cotidiano, transformándolo en un modo de encuentro entre materia e inmaterialidad, cuerpo y espíritu, repetición y ritual.

¿Qué te llevó a pensar que una cápsula podía contener algo más que una sustancia química?
Las cápsulas son un contenedor de uso cotidiano cuya función esencial es trasladar su contenido dentro del ser humano. De esta manera posibilita simbólica y empíricamente llevar cualquier objeto en su interior para comenzar el tránsito hacia lo inmersivo.
¿Qué vínculos encontraste en ella como contenedor físico y como símbolo emocional?
Como objeto contenedor lleva su contenido al cuerpo físico al plano emocional y espiritual. Somos mente, cuerpo y espíritu; y la medicina busca el equilibrio entre estas tres dimensiones. Una palabra o un símbolo llega directo al cerebro, despierta emociones y son esas emociones las que sanan. Disciplinas como la neurolingüística estudian la relación entre lenguaje y cerebro.
¿En qué consiste la idea de “rehabitar el concepto de lo humano”?
Considero que lo humano como concepto nos hace repensar y tomar conciencia del aspecto de habitar como ente espiritual en un cuerpo, y desde este cuerpo habitar un espacio. Así se crea un ecosistema donde se manifiesta el vínculo entre la imagen del hombre y el concepto de mundo, evidenciando, de forma antagónica, lo inmaterial contenido en la materia.

¿Cuál es el desafío de materializar una carga emocional en un objeto?
Es el reto diario de todo artista porque requiere encontrar símbolos y arquetipos que comuniquen con claridad lo humano. La construcción artística une significantes reconocibles como imágenes o palabras para dar forma a un mensaje emocional e intelectual. En mi obra, la cápsula, entendida como remedio y salud, combinada con palabras positivas, se convierte en “remedios para el alma”. El objetivo es transformar lo intangible en arte, ofreciendo al espectador una experiencia sensorial que haga propio el mensaje y lo lleve a la emoción. El desafío está en volver lo personal algo público.
¿Cuál fue la primera cápsula que hiciste y qué contenía, literal y simbólicamente?
Comencé a trabajar con cápsulas en 2002, durante mis estudios en la Universidad de Chile, y recuerdo que una de las primeras obras que realicé con ellas incluía la copia del dibujo de una cabeza que hice.
¿Cómo decides qué emoción o concepto merece ser comprimido?
Prefiero hablar de encapsular más que de comprimir. Más que decidir la emoción, simplemente llega. Mi decisión no es tan mental como sensorial al momento de construir una obra. Intento conectarme con el momento y ver qué me dice. Siempre hay que dejar espacio para escuchar a las musas.

¿En que recae la importancia del gesto manual frente a lo industrial o reproducible?
Para mí la construcción con la mano es esencial. Aunque en mi obra la repetición pueda parecer industrial, necesito que cada cápsula sea única entre sus iguales. Escribo todo a mano, recorto todo a mano, encapsulo, enrollo y pego todo a mano. La mano produce el error y errar es humano.
¿Qué rol cumple la repetición en tu práctica?
La repetición valida un ritmo, una estructura, una frecuencia y sobre ello trata mi obra. Puede ser la repetición de mil palabras positivas, emulando un mantra o un rezo, o la secuencia de un hombre girando en 360 grados que habla de un trance espiritual tribal. La repetición arma una estructura que forma un cuerpo físico y energético. La música, nota tras nota y ritmo tras ritmo, crea frecuencias. Como una célula junto a otra célula, concatenadas arman un cuerpo. En el ritmo está el origen, la creación. El ritmo es el eco del transitar por el camino.
¿Cómo influye el texto de tus obras en el desarrollo de cada serie?
Las palabras que encapsulo las escojo por sensaciones en el momento mientras construyo la obra. Hago recetas en algunas series y suelen tener que ver con lo que capto en ese instante. Para entender el origen de esto, tengo una lista de palabras positivas que he coleccionado durante años escuchando a la gente. Así nació la serie Remedios para el alma y Recetas para el alma, cuando un día me pregunté cuántas palabras positivas habría. Nunca imaginé que tantas. Me dio una lección de vida: solemos poner el acento en lo negativo, pero de eso hay poco. Escribir cada cápsula a mano, palabra tras palabra, se ha convertido en un ejercicio de meditación.
IG. @florencia.pozo