Georges Rousse nació en Paris en 1947. Al cumplir nueve años de edad, le dieron como regalo navideño la legendaria cámara Kodak Brownie de la cual hasta el momento es inseparable. Georges Rousse ha sido un apasionado de la fotografía desde entonces y se ha inspirado por grandes maestros como Staichen, Stieglitz y Ansel Adams.
Al conocer y entrar en contacto con las obras de Malevich, Rousse alteró su interacción con la fotografía y decidió darle un enfoque heterogéneo, generando relaciones con los espacios fotografiados. Actualmente realiza sus instalaciones en edificios abandonados, creando piezas únicas que sólo son visibles desde sus fotografías y que a través de ellas concibe un universo imaginario, una utopía que proyecta su visión del mundo. Para el espectador in situ pueden parecer fragmentos de una imagen pero a través del lente de Rousse podemos ver una imagen terminada.
Por medio de una exitosa fusión entre pintura, arquitectura, dibujo y fotografía, Rousse se convierte en un fotógrafo escultural. En sus obras logra componer cuatro tipos de espacios; el espacio real, el espacio de la instalación el espacio utópico y finalmente el nuevo espacio que se genera a través de la fotografía y éste último es el que da al público una nueva experiencia, una ilusión y una lectura diferente y compleja del espacio. La convergencia de los espacios se convierte en enigmática y cuestiona el rol de la fotografía como una reproducción de la realidad.
Desde su primera exposición en 1981, Rousse ha exhibido y ha compartido sus fotografías por todo el mundo.