Tassier de la Maza abrió las puertas del diseño gráfico en México como se conoce hoy en día. Más allá de una profesión, el diseño es su vida, despierta en diseño, come puro diseño y se va a dormir en diseño, y es que se trata de una total entrega, una verdadera pasión.
A lo largo de su carrera ha realizado trabajos para Pemex, Productos del Fuerte, Design Center y varias marcas como Resistol, Negromex, Cemex, Hojalata y Lámina, Domecq, Chrysler, British Tobacco, American Airlines, Telmex, entre otros, para finalmente montar su propio despacho: Retorno Tassier, proyecto al que describe como una aventura gráfica y editorial.
A diseñadores principiantes, Gonzalo los invita a traer siempre una lija en el bolsillo, para lijarse a sí mismos y poder sentir. Andar por la vida con mente abierta, corazón abierto y un alma lijada, esmerilada, para sentir el gozo de la belleza.
¿De dónde proviene tu nombre?
Me llamo así desde que nací, [risas], Gonzalo Tassier de la Maza. Gonzalo, por un tío que murió a causa de un accidente de caballo, y Tassier es apellido de vago origen pirineo porque mi padre era catalán. Mi mamá, de la Maza, una santanderina muy alegre.
¿Tu familia influyó en tu carrera profesional?
Mi padre era un personaje, un filósofo, ingeniero profundo. Decía que siempre había que hacer las cosas bien, desde la primera vez. Vengo de una familia que me enseñó valores: caridad, comprensión de los demás. Tuve muchos amigos. Nos reuníamos en mi casa, no en la calle porque era de “pelados”. Mi abuela decía:”Si es indio, dale; si es pelado, que se ponga a trabajar”. Tengo 77 años, viví en un Mixcoac sin asfaltar, por Insurgentes que entonces acababa en Río Mixcoac, más adelante no había nada. Yo vi construir la Ciudad Universitaria.
Estudié hasta prepa en La Salle y los padres me decían que yo podía ser sacerdote, pero en mi casa me pidieron que hiciera un año de arquitectura en C. U. para probar. Después decidí entrar, en el año 1958, con los Misioneros del Espíritu Santo. Ahí buscaba encontrar arte también. El convento me hizo sensible, orar, amar y pintar grandes Cristos, así me fui creando, cultivando. Yo quería dibujar con fuerza.
¿Y tus primeros proyectos en diseño?
Vengo de un México donde no había diseñadores; la palabra diseño, si acaso se usaba para la moda. A mis 16 años empecé haciendo dibujos para una revista llamada Nezaldi, que publicaba mensualmente una asociación civil, Guías de México. En Secundaria hacía la tarea de mis compañeros y cobraba por los dibujos. Ahora hago las tareas de mis nietos.
Mi primera exposición fue en una galería de Tlalpan, que los Padres Misioneros del Espíritu Santo me consiguieron. Me tiraba en el piso porque no entraba ni una mosca.
Un día me pidieron que pusiera una exposición en Las Capuchinas, les dije que no podría poner ni un clavo en una pared de Barragán. Terminé colgando unos cuadros enormes de unos nacimientos, pero no tocaban ni maltrataban nada de su obra.
A los 21 años salgo de los Misioneros. Entré a Litográfica Juventud, que hacía cartulinas para producir comerciales en miscelánea. Después estuve en Editorial Ferro con René Vizzuet, donde ganaba $800 mensuales. Me fui con Federico Santiago y ya ganaba $1,200 ¡sensacional! Veía de cerquita a Rovina, a Mathias Goeritz, ¡imagínate!
Yo era dibujante de artes gráficas para publicidad. Hice el logotipo de la Bolsa de Valores, que hoy en día ha sido modificado. El logo y la identidad de Correos de México. El trabajo del diseñador no es hacer el dibujo de una idea que le presentan, es un proceso. “No se aprende a escribir, se aprende a ver”, decía Saint-Exupéry. Es una entrega, una pasión, es hacer bien tu trabajo.
Siempre quise dibujar y vivir del dibujo, pero soy un diseñador accidental, no me lo propuse. Que quede claro: me hicieron mis maestros, mis alumnos y mi propia observación.
¿Cuál ha sido tu proyecto más importante?
Cada trabajo para mí es el primero y el más importante. Parte del proceso de diseño es no hacer un logo “para”, sino ver alcances, consecuencias, competencias. Se pregunta uno mil veces ¿por qué? y ¿por qué no?; ¿en dónde se va a poner? ¿con qué sistemas? El diseño tiene que ser resultado de un muy profundo análisis de las cosas.
Aprendí esto: “nunca lleves al cliente la opción que no te gusta, porque te la van a comprar”. Esta anécdota la podemos contar mi gran amigo Bruno Newman y yo en otra ocasión. [Risas].
Hice trabajos para Pemex, Pro- ductos del Fuerte, con Design Center (que fue una gran experiencia, una escuela, ahí me realicé); varias marcas como Resistol, Negromex, Cemex, Hojalata y Lámina, Domecq. Hice también trabajos en Bozell para Chrysler, British Tobacco, American Airlines, Telmex, entre otros. Después formé mi propio despacho, Retorno Tassier.
¿En qué consistió tu trabajo para Pemex?
Ganamos en un pitch, donde éramos varias agencias compitiendo. Era un caracol, que luego cambió por el águila; lo que permanece es la tipografía.
¿Y para Chrysler?
Presenté campañas en Nueva York. Era un proyecto de arte, de comunicación y cine. Llevar una cuenta con esas características era una responsabilidad y un privilegio.
Y Retorno Tassier ¿cómo nace?
Primero fue “Entorno” y después, en 1995 evoluciona a “Retorno”, aventura de diseño gráfico y editorial, así como de publicidad, en la que conté con la colaboración de mis hijas Lorena, en Administración, y Berenice en Diseño. Un primer cliente fue la Procuraduría del Consumidor, lindas campañas, buenos comerciales y nos hicimos sólidos con la cuenta de Serfín, que después se volvió Santander.
¿Alguna vez diste clases?
En la Ibero, primero en la carrera de Comunicación y luego en Diseño Gráfico. También decían que yo “llevé las clases a mi oficina”, porque dos de mis alumnos, que trabajaban en Retorno, me inscribieron en un concurso en donde hablaban sobre qué habían aprendido de Gonzalo Tassier. Así gané y fui a Londres a recibir la medalla Sir Mischa Black, al Royal School of Arts.
¿Cuál ha sido tu proyecto más difícil?
El libro México visto de las alturas (Fondo Cultural Banamex, 1987), y no difícil, sino más bien atropellado, por tiempos de máquina, condiciones complicadas en la imprenta; había muchos imponderables.
¿Y tu proyecto más divertido?
Pues este ¿no? Nos estamos riendo. Hacer los story-boards para después filmar los comerciales para televisión. Un proyecto para Samsonite, con el cual ganamos un premio en Nueva York.
¿El diseño sigue siendo parte de tu vida?
Más que parte, sigue siendo mi vida. Me levanto en diseño, como puro diseño y me voy a dormir en diseño.
¿Tres cosas que cargas contigo como diseñador?
Una pluma fuente, una navaja suiza, tarjetitas en blanco para hacer el dibujo de lo que se te va a olvidar.
¿Qué consejos le darías a un diseñador principiante?
Traer siempre una lija en el bolsillo, para lijarse a sí mismo y poder sentir y ver más que los demás. Volver a los valores: satisface necesidades, sé una mejor persona, estás obligado a saber más, a conocer más, a cuidar la naturaleza; ver debe convertirse en adicción, leer debe ser una devoción, sentir como si se fuera a acabar, registrar como máquina fotográfica, amar como si fuera lo único. Andar por la vida con mente abierta, corazón abierto y un alma lijada, esmerilada, para sentir el gozo de la belleza. Creo que el diseño es la cosa menos seria; pero hay que tomarlo en serio. Sentir, buscar, ser diferente.
Así nos despedimos del artista Gonzalo Tassier, agradeciéndole por esta divertida entrevista, llena de risas, historias, anécdotas pero sobre todo, de aprendizaje.
Texto y fotos por: Mariana Manina