Sencillo genio de la pluma, Guillermo Arriaga se considera personalmente escritor antes que guionista, pero la vida y sus vueltas lo han llevado a incursionar ferozmente en el mundo del cine con el guión de espectaculares largometrajes como Amores perros, Babel y 21 gramos. Algunos de sus magníficos libros como El búfalo de la noche, Retorno 201 y Un dulce olor a muerte, entre otros, son ahora parte de la educación en escuelas y universidades de diferentes países, como Brasil, Guinea Ecuatorial, Francia y Estados Unidos.
Guillermo formó parte de las conferencias ofrecidas por La Ciudad de las Ideas en Puebla durante esta edición y después de eso compartió unos momentos con HOTBOOK para contestar algunas de nuestras inquietudes. Con una pasión que abruma y orgulloso de su bagaje personal de historias, nos compartió un cachito de su inspiración.
Sobre tus inicios hemos escuchado que perdiste el olfato durante una pelea callejera y que la calle, como tal, ha sido gran fuente de inspiración para tus creaciones. Cuéntanos un poco acerca de esto.
Primero, me gustaría aclarar, porque he leído en ciertos medios cosas completamente erróneas: que crecí en un barrio muy peligroso y cosas como esa. En realidad crecí en un barrio de clase media y no sé si lo peligroso era la calle o era yo, que me metía constantemente en problemas [risas]. El lugar tenía lo suyo… Les he dicho a mis padres que lo mejor que pudieron hacer en la vida fue llevarme a vivir ahí, porque me permitieron tener muchas historias, me permitieron tener calle. Creo que un escritor sin calle está perdido. El chiste es que tengo vivencias reales que trato de compartir con la obra que creo, de manera que cuando veas una película realmente sientas que es algo que pasó.
¿Qué tanto de tus películas es autobiográfico o son cosas que viste?
Son cosas que experimente o viví, pero que no necesariamente me sucedieron a mí. No es autobiografía, es aprovechar una vivencia aquí y otra acá; la imaginación me permite unirlas pero no significa que haya sido tal cual. Sí tuve un perro que se llamaba Coffee, sí tuve un perro que mataba a todos los perros que se encontraba a su paso, sí tuve un accidente de automóvil, sí conocí a un tipo que vivía en medio de perros —no era un sicario, era músico—, sí conocí a un sicario… de todas las historias haces una.
¿Consideras que todos tus guiones tienen un sello personal?
Creo que son parte de una obra que viene de los libros, casi todas las películas que he escrito tienen que ver con mis libros. Por ejemplo, Amores perros está muy vinculada con Retorno 201, Los tres entierros es hermana de Un dulce olor a muerte, 21 gramos viene de El búfalo de la noche… considero que es parte de una sola obra que se divide en pedazos. Acabo de ir a Rumania, donde escuché a un escritor decir que lo que él hacía era escribir un diario, que sus novelas eran parte de un diario y ese es mi caso, mis novelas han sido muy personales.
¿Empezaste teniendo en mente que pudieran convertirse en películas?
No, de hecho creo que es casi imposible hacer mis libros película. La fuerza está en lo que sucede en la cabeza de los personajes, sería muy difícil retratar eso, por lo mismo, yo no me lo imaginaba así.
Después de que sucedió, ¿empezaste a ver esas oportunidades o posibilidades también?
Pues siempre he sido más de mis novelas, de hecho ahora regreso a la novela. Llevo dos años escribiendo una, vivo para ella, me ha esclavizado, no hago otra cosa más que buscar momentitos para escribir… aviones, restaurantes, cualquier momento que tengo. No se va a hacer película, es imposible hacer película esa novela, desde ahora te lo digo.
Compártenos un poco más de este proyecto, ¿cómo se llama?
No te puedo decir… te puedo decir que tiene mucho que ver con Retorno 201 y con Amores perros, es ese mundo completamente.
¿Para cuándo estará lista?
Creí que iba a terminarla para finales de octubre, pero aún le falta. Escribí primero seiscientas y tantas páginas sin acabar la novela. Sentí que estaba un poco obesa y me metí a corregirla; solo de quitar palabras ahora tiene 120 páginas menos. Y una vez que la termine, empiezo a reescribirla y terminando comienzo nuevamente. Eso hago con todos mis trabajos, porque, como dije en la conferencia hace unos minutos, esta es una lucha contra la muerte. Yo me voy a morir, pero mi obra me va a sobrevivir; y si me sobrevive más vale que esté bien. Simplemente que sea sólida.
¿Qué crees que dejas después de la muerte?
Dos hermosísimos hijos.
¿Nada de tu trabajo? Amores perros abrió puertas para el cine mexicano…
He tenido mucha suerte. En Bélgica se hizo una ópera basada en un libro mío, Un dulce olor a muerte, y durante mi viaje fui a una escuela de cine y me platicaron que la primera película que les enseñan es Amores perros, como ejemplo de guion y dirección. Lo mismo me platicaron en la India. A veces ni siquiera imaginamos las repercusiones que puede tener nuestro trabajo, es algo que haces solo en tu casa o en tu oficina y películas que en su momento no fueron grandes éxitos taquilleros, como Los tres entierros de Melquiades Estrada, ahora empiezan a verse y tomarse en cuenta. Mis hijos estaban en París estudiando y en un examen les preguntaron quiénes eran los protagonistas de esta película. ¡En un examen en Francia! Me mandaban fotos del examen por Whatsapp para mostrarme lo que les estaban preguntando.
Hasta en Guinea Ecuatorial están leyéndose estos libros en español. No sé si eso vaya a quedar después de que yo no esté, pero en este momento, mi libro está hasta en braille en Brasil.
¿Vas a volver a meterte en la industria del cine?
Sí, claro. Después de mi novela tengo una película en mente que quiero escribir y dirigir. Tengo ofertas para dirigir cosas que no escribí yo y las estoy analizando.
¿Para ti, en el resultado, hay diferencia entre que tú escribas y dirijas una película y que tú la escribas pero que la dirija alguien más?
¡Es mucho más simpático el director! No, no es cierto [risas]. El chiste es encontrar a alguien que tenga tu mismo gusto y no es fácil. No importa que tenga la misma ideología. Debe tener tu gusto, que para eso es más importante que la ideología. Por ejemplo, yo, que soy tremendamente ateo, puedo hacer una película con alguien que sea tremendamente religioso, eso no es problema.
¿Con qué director te gustaría trabajar?
En este momento, tendría que ser un director al que respetara mucho para trabajar solo como escritor, ya que ahora pienso dirigir también, pero Bertolucci, Kusturica, Coppola… con ellos trabajaría.
Por último, ¿por qué te unes al proyecto de La Ciudad de las Ideas?
Porque creo en la fuerza del diálogo. Creo que si mi experiencia contribuye a que haya un diálogo, pues ¡qué mejor! Me queda claro que uno no habla para todo un auditorio, uno habla para cuatro o cinco personas en ese auditorio, es imposible hablarle a 500 o 600 personas. No sabes cuál es tu tribu. Hasta que hablas o escribes o filmas descubres tu a especie. O escribo para mi especie. Y tal vez había alguien de mi especie dentro de ese auditorio y tal vez reflexione de forma distinta sobre lo que les dije. Con que genere diez minutos de diálogo estoy satisfecho.