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HÉROES ANÓNIMOS

Ciudad de México, 7 de la mañana con 17 minutos y 47 segundos del 19 de septiembre de 1985, un intenso terremoto de dos minutos de duración a soló México. Como consecuencia, más de ciento cincuenta mil habitantes se quedaron sin vivienda. Miles de personas mueren o yacen heridas bajo toneladas de escombros.

Ante la magnitud de la tragedia, los servicios de emergencia no tuvieron la capacidad necesaria para enfrentar el desastre. Nadie estaba preparado para una tragedia como la ocurrida. En los segundos posteriores al sismo se experimenta una suerte de pasmo colectivo. Crece la angustia por tratar de localizar a familiares y amigos. Ante la falta de servicios de rescate, la sociedad civil reacciona en minutos y se adentra en los edificios colapsados para rescatar alfamiliar, al vecino y aún al desconocido. A partir de este momento se forman cadenas humanas y cientos de brazos remueven las ruinas.

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MARCO ANTONIO CRUZ

Fotógrafo de La Jornada

“Retraté los primeros rescates, escenas dramáticas de voluntarios sacando víctimas entre las grietas de la construcción derrumbada. Muchas de esas víctimas eran niños en sus uniformes escolares. Busqué un lugar para tomar una panorámica. Lo encontré en un edificio próximo, de unos ocho pisos de altura. Recuerdo que al subir las escaleras las puertas de los departamentos se hallaban abiertas, señal de que los vecinos habían salido a toda prisa al sentir las sacudidas del sismo. En la azotea de este edificio tomé una imagen panorámica del edificio Nuevo León en Tlatelolco caído sobre uno de sus costados. Al día siguiente, esa fotografía ocupó la primera plana de La Jornada y se reprodujo en distintas partes del mundo”.

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MÓNICA DAMIÁN MARTÍNEZ

Operadora de Locatel

“Me presenté en las instalaciones de Locatel a laborar a las 9:00 a.m. Mi jefe en ese entonces, Sergio Galindo, ya estaba en la puerta esperando a cada una de las personas del equipo para solicitar que nos incorporáramo inmediatamente a la línea; en ese momento la demanda ya era bastante grande. Teníamos una base de datos en la cual ingresábamos la información de cada persona que se reportaba desaparecida, sin embargo, los registros de ingresos a los hospitales no eran inmediatos. Cuando nos comunicábamos vía telefónica con las instituciones para obtener algún nombre, nos decían que la prioridad era salvaguardar vidas y atender, no reportar vía telefónica. Nuestros jefes determinaron en ese momento organizar brigadas del personal de Locatel para que se dirigieran a hospitales cercanos, los de urgencias, al servicio médico forense, para obtener de viva mano con lápiz y papel los nombres de personas ingresadas y traerlos para comparar con nuestra base de datos. Cuando se iba la brigada, nosotros continuábamos en la línea. Nos quedamos hasta el día siguiente sin pensar en horarios ni descansos, compartiendo la motivación de seguir ayudando y seguir atendiendo en línea las necesidades de la ciudadanía”.

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FERNANDO ÁLVAREZ

Topo

“Los Topos somos un grupo de voluntarios que surge a raíz del sismo del 19 de septiembre de 1985, ahora organizados a través de una asociación civil, dedicada a ayudar a personas en estado vulnerable, generalmente por un desastre, cuando se ha sobrepasado la capacidad de respuesta del sistema. Yo empecé a ayudar porque mi abuela vivía en la avenida Cuauhtémoc, a la altura de Querétaro. Decidí ir a verla, aunque sabía que ella estaba bien, y al pasar por la zona entre Insurgentes y Baja California, toda la Roma en general, me tocó ver mucho desastre y destrucción, gente histérica gritando. Esa tarde decidí salir y volverme voluntario en el multifamiliar Juárez. No llevábamos casco, ni botas, y la mayoría éramos muy jóvenes; yo tenía 20 años. Detectamos a un niño de seis años y decidimos sacarlo a como diera lugar, nos tomó cuatro horas romper una loza con la que estaban cubiertos él y su madre, quien murió mientras lo protegía. El niño llevaba por lo menos doce horas enterrado en los escombros. No se veía que tuviera ningún daño físico, entendía todo y seguía todas las instrucciones, pero estaba ido, dejó de hablar. Todos estábamos ayudando por solidaridad, había gente que había salido a las 7 de la mañana a la escuela o a trabajar, y cuando regresaron lo habían perdido todo”.