Me doy cuenta que algo ha cambiado, mi cuarto no es el mismo, aunque los muebles ahí están, noto algo diferente –pero no sé qué es-. Salgo de mi casa y todo es distinto, no hay coches, las casas son las mismas pero se ven antiguas, como de unos 100 años atrás, veo a personas que pasean a sus perros con atuendos que hoy nadie utiliza. De pronto abro los ojos y me doy cuenta que todo fue un sueño, un increíble sueño que me remontó a la época de 1,800 en la Ciudad de México.
No me puedo quitar esa imagen de la cabeza, de conocer a ese México antiguo, pintado de otros colores, con vibras cargadas de recuerdos, brisas y olores que hoy ya no se respiran, pues todo ha cambiado. Fue así que nacieron mis ganas de conocer algún sitio de mi ciudad que me regrese a aquella época, un lugar en el que pueda saborear su cultura y su historia, conocer sus detalles de primera mano. Fue así que se me prendió el foco: el Museo de la Duquesa Mier y Pesado. Impulsada por aquel sueño arranco mi camioneta e inicio un viaje a 1,800.
El museo es una obra de arte en sí mismo, un edificio antiguo digno de ser el recinto que resguarda objetos que pertenecieron a la Duquesa de Mier. Su nombre era Isabel, nació en 1832 en Veracruz y se casó con el Duque de Mier -un aristócrata mexicano-. Al entrar a este majestuoso sitio, automáticamente me transporto a aquel sueño en donde todo se tiñe de otro color, un color antiguo muy difícil de describir, pero cautivador en todos los sentidos.
Recorro todas sus salas y me encuentro con vajillas, espejos, libros, vestidos, juegos de té y un millón de curiosidades más, todos ellos contando una historia diferente. Imagino una cena de aquella época en ese increíble comedor, sirviendo la comida en una pintoresca vajilla mexicana. ¡Qué platicas han de haber sostenido en aquél lugar! historias del Porfiriato, dramas políticos, chismes de amoríos prohibidos y secretos que quizás nunca se revelaron.
Fue un recorrido al pasado que hoy cobra vida, un viaje de introspección, de recuerdos y de memorias que se reviven. Adentrarse a un mundo antiguo en el que vivió una Duquesa, conocer objetos que le pertenecieron y que hoy renacen para contar sus historias, es una experiencia sin igual.
Fotos por Alberto Venegas.