Alejandro nació con una vena lantrópica. A corta edad se identificó yucateco de corazón y desde entonces vela por el bienestar y el desarrollo de este estado, sin dejar de lado los cambios que busca todos los días para nuestro país. Su trabajo se divide entre ser esposo y padre, lántropo, inversionista y emprendedor, profesor y asesor para diversos consejos de administración, patronatos y foros, a lo mejor en ese preciso orden de importancia. Ha dedicado sus días a la lucha por la transformación de comunidades marginadas, a involucrar a los jóvenes a una mayor participación ciudadana, pero también a convocar a grandes capitanes de empresas y lideres de opinión para que destinen recursos y tiempo en aquellas iniciativas que bene cien a México. Alejandro es alguien con convicciones muy claras, pero al mismo tiempo conciliador.
Leí que te consideras yucateco por elección. Cuéntanos un poquito de esa relación especial con Yucatán.
Viene de un tema personal y de un tema romántico. El tema personal es que Yucatán fue el lugar en donde me empecé a involucrar de manera formal en muchas de las iniciativas del ámbito social, en la filantropía. Fue donde empecé a desa- rrollarme haciendo trabajo de campo, compartiendo cenas de Navidad y medicinas a familias muy marginadas, buscando ofrecerles una cena más digna y el alivio a alguna enfermedad no complicada. Yucatán tiene muchos ingredientes. Uno de ellos es que es muy seguro. Por otro lado, debido a su orografía –es un estado plano– es más fácil llegar hasta la comunidad más marginada. Eso ayudó a que pudiera involucrarme, de la mano de mi esposa, en horarios más flexibles, porque entonces no tenía mucho tiempo libre, ya que trabajaba como pasante en un despacho de abogados.
La parte romántica es por el cariño que le tengo a la cultura maya y en general a los pueblos indígenas. Me parece que forman una parte fundamental de nuestra historia y nuestro presente y también algo que nos hace muy particulares como país y como sociedad, algo imposible de replicar y que debemos mantener vivo para que México siga siendo un país tan diverso.
Me casé en Yucatán hace 20 años estando muy chavo y desde en- tonces empecé a hacer recorridos en las haciendas, en los cenotes y en las comunidades. Conozco muy bien el estado, muchos de los eventos más importantes de mi vida han pasado ahí. Desde los primeros pasos de algunas de mis hijas, mi matrimonio y otros más. Yucatán tiene maravillosas personas, es un estado con extraordinaria biodiversidad, con colores y sabores magníficos y con mucha historia. También creo que las cosas que se pueden lograr son increíbles, tiene todo para prosperar. Todo eso ha hecho que me sienta y sea un orgulloso yucateco.
Hay también una parte muy práctica, me parece que puedo crear más valor, generar más beneficios a la sociedad en Yucatán que en la Ciudad de México, porque aquí siento que nos perdemos un poco y siendo así.
¿Cuándo decides que, además de dedicarte a las inversiones y al crecimiento económico en México, quieres hacer un trabajo social para lograr un mejor país?
Creo que eso lo decidí desde que era niño. Todo el tiempo estaba involucrado en acciones que no fueran redituables desde un punto de vista económico y me inco- modaban mucho las injusticias. Lo que pasa es que también hay etapas en la vida y en un principio, habiéndome casado tan joven, tenía que enfocarme en aca- bar la carrera –porque no creas que era tan buen estudiante–, y en chambear, pero eso siempre lo tuve muy claro. Fue algo a lo que le empecé a dedicar más tiempo porque es lo que más me gusta.
Háblanos un poco sobre la Fundación Legorreta-Hernández.
Las primeras acciones que realicé a título personal fueron muy sencillas y luego, poco a poco, me fui involucrando y creamos la fundación Legorreta-Hernández con programas mucho más establecidos, profesionales, con mayor seguimiento. Porque regalar cenas y medicinas es una acción muy noble, pero no vas a cambiar el fondo del problema.
Hoy en día, me involucro en la parte estratégica, no en el día a día. Eso lo lleva mi esposa, quien es una mujer maravillosa, inteligente y muy ordenada. Soy muy suertudo de compartir la vida a su lado. La fundación inició porque vimos que estábamos involucrándonos en diferentes temas, sin tener una lógica que nos permitiera medir qué tanto estábamos avanzando. Está creada con el apellido de mis hijas, con la idea de que ellas se la apropien y eventualmente sigan su misma lógica.
La estrategia principal es acompañar a comunidades marginadas en el país, pero nos enfocamos mucho en Yucatán porque eso nos permite tener un impacto mucho mayor. Las áreas de trabajo son: educación, proyectos productivos, salud y ciudadanía. Tratamos de trabajar con estos temas para lograr un resultado integral. Entonces, por ejemplo, puede haber un chavo que reciba una beca, al mismo tiempo que recibió un chequeo clínico y por las tardes recibe clases de karate y clases de inglés los sábados, esto logra un resultado integral en la transformación de la vida de este niño.
Un caso de éxito, por ejemplo, son los apicultores que después de seis años de trabajo, este es el segundo año que ganan como proveedores sociales más importantes para el grupo Walmart. Algunos de los apicultores fueron becarios en alguna área de educación y eventualmente entraron al programa de ciudadanía.
Nos metemos también en la alimentación. Acabamos de abrir hace poco un comedor para 350 niños en una comunidad, que por su tamaño, no representa nada para los votos políticos, entonces no llegan los programas del DIF. Igual nos metemos en temas de conservación. Con Pelagic Life, por ejemplo, les dimos un donativo en recursos muy importante que sirviera como herramienta para que se institucionalizaran y pudieran acceder a más donativos: han avanzado mucho.
Acabo de relanzar la Beca Legorreta-Hernández para la Maestría en Periodismo de Investigación en el CIDE para maestría en Periodismo de Investigación en el CIDE con un comité padrísimo de periodistas muy talentosos y reconocidos, con el objetivo de que obtenerla sea muy aspiracional para los chavos que están estudiando.
Cuéntanos un poco de Opciona y cuál es tu labor como presidente de la organización.
Opciona surge con el objetivo de canalizar una enorme frustración, como la que tienen millones de mexicanos, para generar propuestas que le brinden mayores herramientas a la sociedad para ser una sociedad más participativa, exigente y responsable, al mismo tiempo que nos permita combatir la corrupción, y otras acciones tan negativas y que tanto daño nos hacen como sociedad. Ya venía yo de años atrás involucrándome en la Fundación Legorreta-Hernández y en muchas organizaciones. Pero quería hacer más porque estoy convencido de que existen las condiciones para que todos contribuyamos para que el país mejore, pero también puede suceder lo contrario, así que no hay mucho tiempo que perder.
Cuéntanos sobre El Corrupcionario, un proyecto que nos encantó.
El Corrupcionario fue el primer ejercicio o iniciativa importante que lanzamos en Opciona, y el objetivo fue muy claro, como involucrar a los jóvenes en la conversación de un tema que les aburre tanto como lo es la corrupción pero en donde su participación para combatir este mal es tan importante. Lo hicimos utilizando un lenguaje disruptivo, poco formal y haciendo uso de la comedia y la picardía mexicana, porque los temas que nos incomodan, como las adicciones o la sexualidad, resultan más fáciles de abrir al debate que podamos abrirnos al debate cuando utilizamos estos canales. No es casualidad que los programas de televisión más influyentes de política en los Estados Unidos sean de comedia. La comedia es un vector que te permite comunicar muy bien, más aun a las nuevas generaciones.
La realidad es que detrás del libro hay un análisis académico bien profundo: se hicieron decenas de grupos de enfoque, encuestas nacionales, es decir, no fue una ocurrencia de tequilas con amigos (aunque sí nos tomamos los tequilas con amigos después de que lo sacamos). (Risas).
The Economist nos publicó como uno de los grandes libros que se tenían que leer ese año para entender el contexto y la profundidad del problema de la corrupción en México. Sobre todo con un gran optimismo porque
TODAVÍA LE FALTA A LA SOCIEDAD TERMINAR DE ENTENDER LA ENORME OPORTUNIDAD QUE TIENE DE TRANSFORMAR LAS COSAS, PERO PARA ESO TIENE QUE SER MÁS RESPONSABLE Y PARTICIPATIVO.
reconocían que para solucionar los problemas hay que hablarlos tal cual como son, de lo contrario difícilmente pasará algo. Eso nos ayudó también a entrar a una dimensión diferente, a conversaciones con organizaciones internacionales. Al proyecto se sumaron catorce moneros de manera gratuita y dijeron: “Nosotros vamos a ilustrar el libro”. Platicándolo con Diego Luna, cuando estaba todavía en borrador, me dijo: “Oye, yo me subo”. Evidentemente, esto ayudó muchísimo a darle una proyección diferente al libro, porque Diego, además de ser un gran amigo y muy talentoso actor, es un mexicano muy comprometido, es de primera.
Fue una experiencia padrísima. Siendo consciente, quien más ganó de este proyecto fui yo, porque aprendí muchísimo y conocí a personas muy interesantes. Personas con las que jamás pensé sentarme a comer y conversar, y a raíz de eso, entender cuál era la lógica de su movimiento, sus necesidades y aspiraciones. Por otro lado, conocí a muchísimos jóvenes, pues visitamos entre 50 y 70 escuelas, además de foros, ferias y demás. El Corrupcionario nos permitió sumar a la conversación a la ciudadanía, sobre todo a los jóvenes, y comprender diferentes ángulos del problema de la corrupción, porque quien crea que esto solo se podrá resolver desde un solo ángulo, quizás es porque aún cree en Santa Claus.
Desde tu perspectiva ¿cuáles son los aspectos fundamentales en los que debe trabajar México para construir ciudadanía? ¿Qué nos falta?
Yo creo que hoy en día tenemos una sociedad muchísimo más informada, responsable y activa. Es muy cómodo echarle la culpa al gobierno, y claro que tiene muchísima culpa de lo que nos está pasando, pero también tenemos nosotros una enorme culpa. Veo una sociedad más activa y mucho más exigente, pero no necesariamente responsable, y esa exigencia y actividad deben venir con responsabilidad también. Además de que nos falta también masificar, siguen siendo todavía células las que están buscando incidir, en las cuales me incluyo. A las personas no les interesa involucrarse en lo público y cuando digo “lo público”, porque la situación de inseguridad y descuido en estos espacios actualmente apesta y cualquier persona responsable y con familia prefiere no participar de algo que apeste; pero todos los vacíos se llenan. Si nadie participa ahí, esos lugares se acaban llenando de lo mismo de siempre un tema en donde todavía como sociedad nos falta terminar de entender la enorme oportunidad que tenemos que ser más responsables y más participativos.
¿Qué puede hacer alguien que no vaya a postularse para un cargo público, alguien común y corriente, como nosotros, para llevar a cabo esta responsabilidad de la que nos hablas?
Muchas cosas. Prácticamente todos de una u otra manera, voluntaria o involuntariamente, hemos participado en la corrupción, porque la corrupción es un problema sistémico. Entonces creo que una forma, es ser conscientes de eso y en la medida de nuestras posibilidades, no participar.
En la corrupción se puede incurrir por búsqueda de enriquecimiento, por comodidad o por necesidad. Tristemente, las personas en situación de mayor vulnerabilidad son quienes resultan más afectadas y participan por necesidad, sin tener opciones alternas. Aún no dimensionamos el daño que nos estamos haciendo.
Otra forma es involucrarse, informándonos más y participando más, no le dedicamos el tiempo suficiente a conocer a quienes nos van a gobernar, qué es lo que buscan y cuáles son sus propuestas. Nos dejamos ir muchísimo por la apatía, pensando que de todos modos no cambia nada …¡y cambia mucho! Cuando llegan personas con buenos perfiles, pueden cambiar mucho las cosas.
La tercera es participar, en la medida que nos sea posible, en iniciativas que sean sin ánimos de lucro, porque tenemos menos organizaciones de la sociedad civil, en total y percápita, de lo que tiene Colombia, un país de menos de la tercera parte, en términos económicos y en términos de población, de lo que es México. No existe el desbordamiento ciudadano que deberíamos tener. El país requiere un mayor involucramiento en todos los sentidos. Podemos empezar por estos tres aspectos que son relativamente sencillos de cumplir.
¿Qué consideras que le falta a México para ser una potencia en inversiones?
México tiene un enorme potencial. Si lo ves por la ubicación geográfica, por el tamaño de economía que tenemos, por el magnífico bono demográfico en donde nuestro promedio de edad es de menos de 30 años, graduamos a 100 000 ingenieros al año. Hay estados del país del norte y del Bajío que están creciendo las tasas arriba del 5%, 7%. Pero hay otros que están muy rezagados, que decrecen como Oaxaca, Chiapas y Michoacán. Todo eso se debe a muchos factores, pero el principal es “el freno de mano” que se llama corrupción o impunidad, que es un círculo vicioso. Si México tuviera menores niveles de impunidad, la velocidad a la que andaría el país sería absolutamente otra y ayudaría a que mucha de la corrupción cotidiana –que es la que más le indigna a las personas–, se acabaría. Que para poder echar a andar un negocio, tenga que hacer decenas de trámites y dar mordidas o cuando quiera construir su casa tenga que dar una mordida al sindicato porque si no llega, el otro sindicato.
Son cerca de 40 millones de delitos los que se cometen al año, se denuncia no más del 10%, o sea 4 millones, y de estos cuatro, tienen un cause legal adecuado más o menos la mitad. O sea, estás hablando de 2 millones de los 40 millones de delitos. Y en esos números incluyo homicidios; entonces cuando pensamos en un país donde matan, pero en 9 de cada 10 casos no pasa nada, esto se vuelve la ley de la selva. El día que tengamos en México un sistema de justicia con menores niveles de impunidad en donde el empresario más importante del país, el senador más prominente del congreso o el científico más famoso de Latinoamérica, atropelle a una persona sin importar su puesto se vaya a la cárcel, como sucede en los países desarrollados desde el punto de vista del sistema judicial, entonces estaremos hablando de otra situación en el país.
Hay una parte del VIF (Value Investment Forum) que está orientada a la conciencia empresarial, cuéntanos un poco sobre esto.
Me parece increíble que algunos empresarios, cada vez menos, por fortuna, no terminen de entender que lo que está demandando el país no es nada
CREO FIRMEMENTE EN LAS INVERSIONES, CREO FIRMEMENTE EN LA LIBERTAD DE MERCADO Y AL MISMO TIEMPO, CREO FIR- MEMENTE EN LA JUSTICIA SOCIAL, EN LA IMPORTANCIA DE INVOLUCRARSE EN PROYECTOS SOCIALES Y EN LA IMPORTANCIA DE PROMOVER LO MEJOR DE MÉXICO.
más la generación de riqueza y el bienestar de su entorno. Las condiciones están demandando ir más allá e involucrarse más en nuestra sociedad. En la medida que son empresas más grandes, que su capacidad de influencia es mayor, la resonancia de sus acciones también es mayor. Creo firmemente en las inversiones, creo firmemente en la libertad de mercado y al mismo tiempo, creo firmemente en la justicia social, en la importancia de involucrarse en proyectos sociales y en la importancia de promover lo mejor de México.
Sabemos que eres profesor. ¿Por qué decides serlo?
Porque es una magnífica oportu- nidad de contribuir a la sociedad, al mismo tiempo que aprendes muchísimo y te mantienes actualizado. Estar cerca de los jóvenes siempre te da una energía muy padre además de que son el termómetro que te permite ver hacia donde se esta moviendo el país. Participo tanto en la Ibero en la Ciudad de México como en la Marista de Yucatán, ambas grandes universidades.
Por ejemplo, cuando escribí mi artículo sobre el matrimonio igualitario, recibí muchas críticas, hubo gente que dejó de hablarme porque promoví algo diferente a lo que ellos piensan o aprueban. Llegué con el artículo impreso y les pregunté a mis alumnos cuál era su opinión y no hubo nadie a quien le llamara particularmente la atención. Lo veían súper natural y ahí te das cuenta y entiendes como esta ge- neración piensa muy diferente a la generación arriba de mí.
Hablando de alumnos, cuéntanos sobre el libro Hagámoslo posible.
El proyecto surge de la idea de nuevamente involucrarnos con los jóvenes, pero ya no mediante la comedia, sino a través de información que pudiera ser práctica para ellos, sobre todo para empoderarlos. No es un decálogo de soluciones a problemas, es más bien una serie de temas que sabemos que les importan para vivir mejor, convivir mejor y para que les ayudemos a generar un pensamiento más crítico. También nos gustó la idea de que se cuestionen cosas que muchas veces por flojera o por falta de información simplemente no se cuestionan. Al hacerlo, la idea es que ellos mismos encuentren las respuestas, no dárselas. Es un libro que contiene temas como diversidad sexual, igualdad de género, alimentación, entre otros. Se escribió en conjunto con aproximadamente 18 personas expertas en diferentes temas.
Platicando con Alejandro Poiré, un buen amigo y el decano de la Escuela de Gobierno y Transformación Pública del Tecnológico de Monterrey, me decía que esto encajaba perfecto con los chavos y como estoy convencido de que no hay nada grande que no se haga en conjunto, le dije: “Hagámoslo juntos”. Le pedimos a León Krauze que hiciera el prólogo, un texto magnifíco que como amigo y lector suyo aprecio mucho. Con información que sobre todo nos invita a cuestionarnos, que no está bien o mal, nada más nos cuestiona bajo la palabra “posible”. Quiero despertar el interés de los jóvenes, acompañarlos a que sueñen un mejor país y de que podemos hacerlo.
Cuéntanos sobre tu libro que se publicará en marzo.
El libro lleva cocinándose cerca de dos años, está ya al 90%, lo va a publicar Random House y todavía no hay un título definitivo. Son reflexiones que a lo largo del tiempo he tenido, sobre todo con mi participación en estos dos sectores, el social y financieroeconómico, en donde me ha pasado muchas veces que algo se queda estancado en el “ya casi”, siendo testigo de cómo tantas personas no han logrado tener ese ascenso social porque alguna de las estructuras del Estado está rota. La analogía que uso para explicarlo es la siguiente: imagínense que hay una escalera, y hasta arriba está el ascenso social que todos queremos tener, desde el punto de vista personal y profesional, tener una mejor calidad de vida. Y cuando una persona va subiendo la escalera, la función del Estado es que esa escalera sea sólida y que cada peldaño –uno es educación, otro salud, otro Estado de Derecho y demás–, te soporte y esté ahí para darte esa oportunidad; ya depende de ti aprovecharla o no.
Pero he visto infinidad de casos de chavos, por ejemplo, que están estudiando en la universidad, becados, que es el primero de su familia en ir a la universidad y que de pronto a la mamá le da cáncer y por la falta de programas que hay, se acaba endeudando toda la familia. El chavo tiene que dejar la universidad cuando le falta un semestre para acabar la carrera, para graduarse y dar un brinco en esa escalera social, y lo tiene que dejar para irse a la construcción con su papá que es albañil, para poder pagarle una serie de tratamientos a la mamá que acaba falleciendo porque el servicio de salud no es el óptimo. Finalmente, se quedan endeudados, el chavo no se gradúa. En el momento en que el chavo iba en el tercer escalón, se cayó porque la escalera está rota, está frágil. Y probablemente esa generación queda condenada a que no haya un ascenso social porque no hubo las condiciones de apoyo del Estado básicas que tendrían que existir, que al final son un derecho, una garantía individual. Historias como esas hay infinidad.
Es preciso fortalecer una serie de instituciones del gobierno. pero también es fundamental proponer e involucrarnos los ciudadanos de manera responsable, no hay soluciones mágicas ni tampoco cambiaremos muchos de estos problemas de la noche a la mañana, pero este libro me permitirá ordenar y compartir ideas y propuestas para seguir en esta ruta, que al final tiene un objetivo muy claro: dejar un país mucho más próspero y justo de lo que a esta generación le tocó
Fotos por: Juan Carlos G. Guerrero / Kika Estudio