Texto en colaboración con Carlos Sanchez Rey
Madrid posee un encanto especial que atrae a todas las cadenas hoteleras de alto nivel, introduciendo en la ciudad la semilla de su ADN de “Lujo Consciente”, una tendencia que desde Cambio16 defendemos en España. Entre tradición y vanguardia, Madrid despliega su encanto cosmopolita, y las grandes cadenas hoteleras han sabido capitalizar esta vibrante mezcla. Aquí les presentamos una selección de los establecimientos más destacados para aquellos que eligen hospedarse en la ciudad.
Hotel Mandarin Oriental Ritz
El Mandarin Oriental Ritz Madrid, con su luminosidad cautivadora, nos transporta a la Belle Époque, según palabras del arquitecto Rafael de La-Hoz, responsable de su reciente renovación. La majestuosidad de sus puertas de entrada, la apertura de un segundo acceso con vistas al Museo del Prado y la recuperación de la bóveda de cristal del Palm Court, son testimonio de una reforma impresionante, inspirada en el Siglo de Oro español, Velázquez y el barroco. La colección de arte, comisariada por Visto y guiada por la historia del Siglo de Oro español, incluye obras como El Remolino del Retiro y La Danza de Abanicos, mientras que en las 153 habitaciones, fragmentos de obras del Museo del Prado se entrelazan con la experiencia del huésped.
Las emociones artísticas impregnan cada rincón, desde el vestíbulo hasta las suites, creando una atmósfera difícil de abandonar. Tras una renovación de 99 millones de euros, el Ritz, ahora rebautizado como Mandarin Oriental Ritz Madrid, sigue siendo el epicentro de la aristocracia, la política y el espectáculo. Con el diseño de interiores a cargo de Gilles & Boissier y la oferta culinaria de Quique Dacosta, la esencia de la Belle Époque se mantiene intacta en este icónico hotel, concebido por Alfonso XIII para sus amistades aristocráticas y que perdura como un oasis hedonista donde el tiempo se disfruta más de lo que transcurre. Al entrar, décadas de historia cobran vida en una atmósfera etérea, donde se percibe un ambiente cargado de alegrías y algún que otro contratiempo, sumergiéndose en ese inconsciente colectivo que, aunque intangible, se respira desde el primer momento.
El Jardín del Ritz ofrece una experiencia gastronómica única, con menús adaptados a la temporada y platos como bocados crujientes de tortilla, panceta y crema de huevo, lenguado hecho en horno Josper o la Quique Sorpresa para finalizar. El desayuno también es una experiencia en sí misma, con una variedad de frutas y zumos que dan la bienvenida a un día perfecto. La oferta culinaria de Quique Dacosta refleja el arte y la maestría culinaria del chef, quien dirige los cinco espacios gastronómicos del hotel y ha dejado su impronta en desayunos, servicio a la habitación, té de la tarde y eventos.
En Deesa, presenta dos menús: uno con platos representativos de su carrera y otro, Quique Dacosta Contemporáneo, donde reflexiona sobre la construcción considerando el espacio que habita. La experiencia culinaria, maridada con caldos excepcionales, es simplemente inolvidable. El spa del hotel, un espacio diseñado en mármol y dorado, ofrece un oasis de tranquilidad que acalla el ajetreo diario, convirtiendo el disfrute en un bálsamo continuo para el cuerpo y el alma. Sin duda, este es un hotel donde siempre suceden cosas interesantes; basta con sentarse en el amplio y luminoso lobby para convertirse en espectador privilegiado del pulso de la capital.
Hotel Rosewood Villamagna
Lo que parece un boceto arquitectónico emerge de una ladera de la Castellana para revelarse en formas geométricas equilibradas. Una entrada amplia y suntuosamente sencilla recibe al huésped, quien encuentra en el hall una bienvenida espléndida y bien calibrada en proporciones, que sirve de base para distribuir elegantemente todas las experiencias que ofrece el hotel, desde las habitaciones hasta los restaurantes o el spa.
Las amplias habitaciones se articulan con elegancia, sirviendo de escenario a las imágenes cotidianas que se producen a la luz de un ventanal apaisado que ofrece una vista panorámica de la Castellana. Su spa, envuelto en listones de madera que se fusionan con el mármol travertino, emana una atmósfera de tranquilidad que embriaga. Las puertas labradas con figuras que parecen sacadas de la obra de los Delaunay te llevan a universos diferentes dentro de la serenidad que se respira en todo el espacio.
El masaje, resultado de una camilla calefactante y unas manos prodigiosas, sumerge en un terreno de relax donde cuerpo y alma se calman para alcanzar un pequeño nirvana durante unos momentos. Las Brasas, con productos de temporada cocinados a la brasa, y Amos, con un menú degustación de 16 platos elaborados por Jesús Sánchez, ofrecen experiencias culinarias excepcionales.
En Tarde O, no hay que perderse la degustación de jamón, queso y negronis. Destacable es el desayuno, con una organización impecable entre cocina y servicio de mesa. Acercarse al MAN (Museo Arqueológico Nacional) rehabilitado por el estudio de arquitectura Frade merece la pena en toda su dimensión. Hacer un recorrido por la historia real del ser humano es siempre una recompensa a la curiosidad y una bendición para el conocimiento.
Hotel Palacio de Santo Mauro
Explorar la majestuosidad del Hotel Santo Mauro (s.XIX) en Madrid es adentrarse en una narrativa de elegancia atemporal y lujo discreto. Este enclave histórico, antaño residencia del Duque de Santo Mauro, ha trascendido el tiempo, transformándose en un santuario de sofisticación en pleno corazón de la capital española. Desde la imponente fachada que saluda a la ciudad hasta los rincones íntimos impregnados de historia, cada detalle de este hotel revela una historia fascinante y una hospitalidad que trasciende las expectativas convencionales. Un recorrido donde el encanto se encuentra con el refinamiento, porque el Santo Mauro no es solo un hotel, sino un capítulo vivo de la esencia madrileña. Hay que añadir la seña de identidad que está impresa en toda la renovación de telas y papeles pintados que Lorenzo Castillo ha tenido a bien expresar en este su universo estético, que marida a la perfección con la propiedad en sí.
Su brunch los sábados y domingos es un verdadero placer en sí mismo rodeado de belleza absoluta. Los platos van llegando en busca del tintineo de la plata sobre la porcelana de Wedgwood y el comer se convierte en una ceremonia donde saborear la vida.
Para comer decidimos acercarnos a un clásico, Rubayat. Si hay un lugar en Madrid donde la exquisitez de la carne se convierte en una experiencia inolvidable, ese es, sin duda, Rubayat en Cuzco, junto al estadio Del Real Madrid. Este restaurante con Diego y Víctor Iglesias al frente (tercera generación) ha sido un referente en la capital durante años, manteniendo su estatus como el destino gastronómico para los amantes de la carne. A pesar de lucir el cartel de “completo” con regularidad, este espacioso local no sacrifica la dosis justa de intimidad que los comensales desean.
Cada plato en Rubayat es un pasaje a Brasil, pero algunos destacan de forma especial, como el carpaccio de setas con el toque mágico del aceite de trufa, los canelones de bogavante que conquistan los paladares más exigentes, la carne, que por sí sola es ya una experiencia y para cerrar con broche de oro, un crepe de dulce de leche coronado por una delicada yema de huevo. El servicio es amigable y cercano, lo que añade un toque especial a la experiencia. Sin duda, es uno de esos lugares a los que querrás regresar una y otra vez.
A media tarde queremos hacer realidad un masaje ayurvédico del que nos han hablado mucho, Harit, que nos queda cerca y decidimos probar. Llegamos a este piso adaptado, con aire hindú, que lleva liderando casi 25 años el Ayurveda en Madrid y diríamos que en España también. Después de un masaje sentados nos tumbamos en la camilla y cuatro manos se apoderaron de nuestro cuerpo con el permiso del aceite de sésamo que hacía resbalar sus dedos con la sincronía de una coreografía pergeñada hace siglos en la India. Descargar músculos y reconectar energías no tiene secretos para estas terapeutas que se alinean con el ritmo para hacer de la experiencia algo inolvidable. Para acabar, un hilo de aceite pendula sobre nuestras cejas cartografiando nuestros pensamientos e hipnotizando los sentidos para hacernos caer en trance. Queremos volver.
Después de semejante comunión quisimos cenar en otro clásico ya de la capital, Robata. La realidad culinaria nipona se impone en todos los continentes y aquí convive con fluidez con una gastronomía peruana que se asienta en una elaboración compleja de los alimentos basándose en una tradición centenaria. Algo que ambas culturas tienen en común. El callejón donde se ubica, en pleno barrio de Salamanca nos recuerda las calles de Shibuya en Tokio nutridas de restaurantes-taberna. El recibidor y las coloridas cartas son un paso más que te predisponen a vivir la experiencia completa para acto seguido ser testigos de un desfile de sabores que se abre paso en nuestro paladar. Tiradito de pez limón, antikuchero, nigiri de toro, solomillo de wayu junto al increíble crispy duck y un delicioso postre hacen las delicias de nuestras papilas gustativas y nos dejan con ganas de más, de mucho más.