Vivimos en un mundo RGB. Es el pensamiento que pasa por mi mente mientras, asomada a la ventana de un Boeing cualquiera, se divisan los primeros suspiros del amanecer. Estoy sentada en la ventanilla en un vuelo red-eye directo MEX-JFK. Pego mi frente al plástico frío de la ventana mientras observo los primeros destellos del azul cobalto que se asoman entre el océano negro por el que viajamos. Al horizonte se ve una franja naranja que lentamente abre el cielo, mientras abajo en la ciudad que aún no despierta, se divisa la combinación de luces naranja y blanco que todavía alumbran.
Estoy llegando a la ciudad de Nueva York, donde esta semana se presenta Lightfair International (LFI)[1], una feria de iluminación anual de gran importancia en este lado del mundo. Hace casi cinco años que me fui de esta gran ciudad y al menos unos nueve desde la última vez que fui a esta feria. Llegando al JFK me cuesta trabajo recordar y reconocer. Está aún la sombra del invierno en árboles que apenas comienzan a asomar sus hojas. Luego de recoger las maletas nos recibe el fresquito primaveral y una fila para montarnos en uno de los famosos taxis amarillos emblemáticos de la ciudad.
“…Se le conoce como la ‘encrucijada del mundo’, el ‘Centro del Universo’ o ‘la Gran Vía Blanca’, pero Times Square podría convertirse en el ‘Agujero Negro de Calcuta’ si el gobierno federal se sale con la suya, informó Marcia Kramer de CBS2 el martes.”
De repente, la noticia que resuena en el pequeño televisor del asiento trasero del taxi me llama la atención. Resulta que están amenazando con quitar los espectaculares de Times Square. ¿Imaginan Times Square sin esos billboards gigantes de LEDs?
Times Square es el día de noche. Jamás olvidaré la primera vez que vi la nube de luz que provenía de ese nodo neurálgico en la intersección de la 7a y Broadway, representativo del poder económico y comercial; incluyendo el dispendioso despilfarro y poderío que simboliza la ciudad. Yo, como residente de Nueva York por más de siete años, jamás iba a la zona a menos que fuera a ver una obra o por algún motivo muy especial. Me agobian las masas de gente y la velocidad a la que se mueven. Como “niuyorkina” me acostumbré a caminar a un paso acelerado, siempre con un destino en mente. Los turistas que deambulan por la zona van contemplando los alrededores, mirando hacia arriba los espectaculares monumentales, admirando la publicidad dinámica y multicolor que proviene de estos paneles, pero sobre todo caminando leeeeeeeeeeeeeeento.
Esta vez, sin embargo, quizá por haber pasado tanto tiempo fuera, quizá por estar en un entorno completamente familiar, pero yo sentirme ajena a él, o quizá porque el espacio es único en el mundo, me encontré turisteando, parada (estorbando) mirando hacia el cielo, asombrada por la magnitud de avances tecnológicos que visten los edificios e intentando recordar el momento con una fotografía.
A principios de los años 90, Times Square, y Nueva York en general, eran espacios tenebrosos y obscuros. No fueron ni los desarrolladores de bienes raíces, ni la presencia policial adicional ni un cambio mágico en la sociedad lo que transformó el espacio que hoy es este lugar, sino fueron los millones de LED´s que iluminan y animan el espacio. Times Square, como el resto del mundo, está constantemente reinventándose mediante innovaciones y en la búsqueda perpetua para ser más grande y mejor. Cuando a finales de los 90, y conforme la tecnología LED se fue volviendo más accesible, Times Square se convirtió en el revolucionario laboratorio para la publicidad gráfica.
El reglamento que está amenazando con transformar el carácter emblemático de Times Square proviene de una ley de 2012, que equipara Times Square con una vía arterial del sistema nacional de carreteras por ser una extensión de la carretera federal 9A. Eso la obliga a cumplir con los criterios de la Ley de Embellecimiento de Carreteras de 1965[2], la que limita a los letreros o espectaculares a no tener una dimensión mayor de 1 200 pies cuadrados. Aparentemente no fue sino hasta ahora que el gobierno federal se dio cuenta de que Times Square debería cumplir con este reglamento[3].
No pude encontrar mucha información acerca del tema, pero supongo que el reglamento tiene dos motivaciones: que no cause distracción y/o que no cause dispendio energético. Desde hace unos años, la zona ha sufrido una transformación de intersección conflictiva vehicular a zona peatonal, lo que me lleva a concluir que es más por el dispendio energético que por la distracción vehicular y sus posibles implicaciones. Parecería absurdo, pero ese pequeño triángulo parece crecer hasta los cielos y es imposible circular a través de él y no mirar hacia arriba.
Todo Nueva York lo sentí más alto, más grande, más avanzado, más integrado. En medio de millones de LEDs me encontré parada en Times Square, y curiosamente también en la planta baja del Jacob K. Javits Center para la LFI 2015. Todo el viaje estuve rodeada de tecnología. La feria de Lightfair este año era más grande que las anteriores, con dos pisos y más de 500 expositores. A pesar de ser una feria de tecnología, la única tecnología presente era la de los LEDs. Cuando yo era estudiante, los LEDs apenas estaban haciendo su aparición en el ámbito arquitectónico comercial. Ahora, casi diez años más tarde, los LEDs están replicando todas las tecnologías que los antecedieron. Claro, hay muchas mejorías en estabilidad, temperatura de color, índice de rendimiento cromático, etc., pero mientras deambulaba por el piso iba en busca de algo que llamara mi atención. Entonces leí:
Imagina. . .
un mundo de espacios interiores y exteriores hermosamente iluminados. . . donde cada punto de luz está conectado a un sistema inteligente que ofrece iluminación confiable de la más alta calidad. . . y que a su vez sirve como vía de información y servicios. . . para ofrecer un valor extraordinario para los usuarios y gestores de espacios más allá de la iluminación. [4]
¿Puede la iluminación ir más allá de tan solo iluminar? Fue la pregunta relevante que encontré se habían planteado muchos proveedores. La iluminación está encaminándose mucho más allá de tan solo iluminar. Los sistemas de control a través de sensores, programaciones especiales y software están interconectando todos los aspectos de nuestras vidas por medio de la iluminación. Todos los nuevos museos que visité están equipados con sistemas de LEDs, sistemas inteligentes y una autonomía energética relevante. Inclusive ahora se plantea que en espacios comerciales podamos ser conducidos mediante un app y guías luminosas hacia ofertas o productos de nuestro interés, que los niveles lumínicos de tu entorno de trabajo puedan ser modificados por cada usuario y que, en general, los entornos se vuelvan espectáculos con luz dinámica y dirigida. Ante esto no puedo más que sentir sorpresa y un poco de resquemor, porque hasta el más mínimo aspecto de nuestras vidas se está volviendo público y puede estar sujeto a análisis.
Creo que hay una línea muy delgada que hay que cuidar cuando la tecnología se entremezcla de manera tan estrecha con nuestra vida cotidiana y puede volverse intrusiva. Times Square es eso y además es abrumador, brutal, masivo y odioso; se cuela furtivamente a las habitaciones de los hoteles y a las oficinas, hace que la noche nunca llegue, siempre es de día, nada está oculto, todo se lee, se escucha y se comunica. Es un enorme escaparate del que nadie se escapa. Aquí la luz tiene más sentido que tan solo iluminar. En Times Square iluminar es irrelevante, comunicar es lo primordial. Y ahora, por medio de software, estas aplicaciones de los sistemas de control van más allá del control de la iluminación.
Comunican tus patrones, entregan información en contexto y servicios a las personas en los espacios iluminados, dan una visión más profunda utilizando datos históricos y análisis para mejorar continuamente las operaciones y experiencias de compra, integrando la iluminación como parte de la ecología digital de un edificio. La luz ahora es sólo una herramienta que condiciona y moldea tu vida.
Times Square, aunque lo ames o lo odies, representa el enorme poderío tecnológico que incluye el dispendio, despilfarro y poderío que simboliza la ciudad. Utiliza la luz como vía de comunicación, como estos sistemas a nivel personal también lo están haciendo. Nos encontramos ante una gran paradoja frente la relevancia de la tecnología: sistemas de control, luminarias y software están a la vanguardia yendo más allá de sus funciones originales. La luz ya no solo ilumina del mismo modo que los sistemas de control no solo ahorran energía.
Por cierto, dudo muchísimo que “apaguen” Times Square…No hagan caso a esa jugada. Son rumores. Son rumores.
[1] Para más información visita www.lightfair.com
[2] http://www.scenic.org/billboards-a-sign-control/highway-beautification-act
[3] Para más información puedes hacer referencia a http://newyork.cbslocal.com/2015/05/05/times-square-billboards-highway-beautification-act/
[4] Para más información visita http://www.lighting.philips.com/main/systems/connected-lighting