Lo primero que hay que considerar sobre Islandia es que, para el común de los mortales que no habita a 66° al norte, es un país surreal. Al final del día es una tierra de duendes, vikingos y gigantes dormidos.
Lo segundo es que no es un país fácil. Una vez que se ha pisado este lugar es muy común no dar crédito a lo que está ante nuestros ojos, y es recomendable tener algún acompañante cerca en todo momento para que nos confirme lo que vemos. Hay tantas cosas tan distintas y tan especiales que no es sencillo procesarlas. “¿Estás viendo esto? No lo puedo creer.” Fue la frase que más repetimos allí.El país en su totalidad es impactante, pero en específico lo es la costa sur y un poco de los highlands, territorio más adentrado en el mapa. En cuanto a tiempo y cantidad de sitios importantes, esta ruta resulta ser una de las más visitadas del país, y con toda razón.
Reikiavik, su capital, es un buen lugar para iniciar el viaje, con- seguir transporte, adquirir la moneda local (que es la corona islandesa) y prepararse mental- mente para lo que sigue. La isla entera está conectada por una carretera principal de únicamente dos carriles que la rodea en su totalidad, ofreciendo las mejores vistas en un roadtrip. Conforme se descubren los extraordinarios parajes, hasta el pedazo de carretera más común y transitado por los locales es sorprendente para quien lo recorra, al estar repleto de géiseres, aguas termales y montañas rocosas bañadas de nieve.
La composición geográfica de este lugar se debe exclusivamente al encuentro entre el hielo y el fuego, y la evidencia está en la inmensa cantidad de volcanes, glaciares, playas, montañas, planicies, ríos y muchas maravillas naturales más. Viajar por Islandia significa estar en contacto constante con la naturaleza y las actividades a realizar principalmente son deportivas y al aire libre. No hace falta ser ningún atleta para hacer caminatas y excursiones ni hace falta ser biólogo para apreciar la variedad de fauna que se puede encontrar en el camino. Existen rutas muy bien pensadas, llenas de cascadas; otras que rodean volcanes activos y muchas otras con el fin de conectar con el ambiente tan vasto y tan bien protegido por el gobierno local.
En cinco minutos de movimiento todo cambia radicalmente. La vegetación es distinta, el acomodo geográfico es otro y parece que se entró a otro país. Cuesta trabajo procesar cómo, por ejemplo, la laguna de glaciares Jökulsárlón, imponente y majestuosa, arrastra pedazos enormes de hielo hasta la playa, mientras focas nadan a su alrededor y frailecillos, o puffins, vuelan por doquier. Imágenes como estas no se ven en cualquier lugar.Resulta sorprendente cómo en un país tan pequeño, con tan solo 330 000 habitantes, haya tanto que hacer y conocer. Describir este lugar solo con fotos y palabras no es suficiente, así que el último recurso que queda es verlo con ojos propios y vivirlo como se merece. Es difícil de explicar, pero Islandia se vuelve real justo cuando uno se va de ahí, antes de eso, todo parece fantasía.