Con un enfoque multidisciplinario orientado a la excelencia, la innovación y la integración armónica con el entorno, el arquitecto español Juan Herreros basa su perspectiva única del diseño en la experiencia humana y en la participación en la sostenibilidad para desafiar convenciones y dejar una huella en el panorama de la arquitectura contemporánea con una visión de futuro.
En una conversación con Juan Herreros, descubrimos lo que hay detrás de este sistema detallado, intuitivo y casi científico que lo lleva a tomar cada caso desde el ángulo de de las necesidades humanas para crear espacios que elevan la experiencia del habitar.
¿Qué te llevó a interesarte por la arquitectura?
Las materias que más me habían interesado antes de llegar a la universidad fueron el dibujo, la historia del arte, las matemáticas y la biología. Me pareció que la arquitectura podría ser una buena síntesis y me lancé a ello motivado ingenuamente por una visión épica del construir que, afortunadamente, la escuela se ocupó de sustituir rápidamente por una visión más humanística y comprometida.
¿Cómo describirías tu estilo arquitectónico?
Además de intuitivo y preciso a la vez, es pragmático y comprometido con las sensibilidades del presente. Muy atento a las personas y sin olvidar la composición y el lenguaje. Aunque cada caso es diferente y hemos construido con una gran variedad de recursos, hay algo permanente y reconocible en lo que hacemos que tiene que ver con una mezcla de sensibilidades locales y específicas de cada ejercicio, con una expansión de los temas de trabajo más allá de las condiciones inmediatas de los proyectos. No sé si eso constituye un estilo en el sentido visual de la palabra, pero define una posición ética, personal y profesional.
¿Cómo abordas la innovación y la creatividad en tus proyectos?
A través del diálogo con clientes, colaboradores, expertos y la academia, acumulamos décadas de experiencia docente en la Etsam de Madrid y en la Universidad de Columbia de Nueva York. Esto nos brinda un banco de pruebas para discutir ideas y ensayar enfoques en cada proyecto, fusionándonos con la industria y fomentando la investigación e innovación, incluso en dimensiones pequeñas.
A pesar de la complejidad de la arquitectura y los avances graduales, abordamos cada desafío como esencial. Ejemplos notables incluyen el Museo Munch, con vidrios específicos en el mercado, y nuestro proyecto en Alboraya, con un sistema de participación ciudadana inédito.
Platícanos sobre tu proceso creativo, ¿hay algún método que sueles seguir?
Empezamos hablando para seleccionar los temas clave de cada proyecto. Movilizamos rápidamente un equipo interno y consultores externos, buscando socios locales cuando el proyecto está fuera de Madrid. Producimos una serie de enfoques evaluando su papel en nuestra colección de casos. Es importante destacar que cada persona que se acerca a nosotros puede esperar una respuesta única, integrada en nuestro cuerpo coherente de trabajo. No mantenemos proyectos ocultos, permitiendo que incluso casos simples, como la exposición de un display, inspiren recursos espaciales para proyectos aparentemente no relacionados.
Con una vasta experiencia internacional, ¿cómo integras distintas perspectivas culturales en tus diseños arquitectónicos?
El arquitecto internacional tiene la responsabilidad de devolver a los usuarios locales la mejor versión de ellos mismos y, a la vez, poder ser una imagen inesperada para ellos. En este sentido, las oficinas pequeñas y medianas tienen una enorme capacidad para leer los contextos, entenderlos de una manera desprejuiciada y adentrarse en idiosincrasias valiosas donde encontrar los mejores materiales para su proyecto. El Communication Hut, de Corea; el Museo Munch, de Oslo, y el complejo Ágora-Bogotá serían buenos ejemplos de esta actitud.
¿Cuál es la opinión de Juan Herreros sobre el papel del arquitecto en la sociedad moderna?
Es fundamental para materializar las inquietudes colectivas. La creación de entornos refleja nuestra necesidad de una sociedad más justa, una conciencia medioambiental más aguda y la reducción de elitismos en el acceso a la información y educación. Sin embargo, a menudo las arquitecturas no respaldan estas aspiraciones.
Cuestiono la democracia de edificios emblemáticos, como los grandes museos y universidades, y destaco la urgencia de reformas en muchos edificios públicos para que sean verdaderamente receptivos e igualitarios. Este enfoque, que llamamos “correcciones tipológicas”, encuentra expresión en iniciativas como la reforma de los espacios públicos del Museo Malba, en Buenos Aires, y creo que desempeñará un papel crucial en los años por venir.
¿De qué manera influye la arquitectura en la sociedad y el entorno urbano?
La capacidad de la arquitectura para transformar la sociedad es inagotable y apenas está explorada. La arquitectura y el diseño urbano pueden ser el principal instrumento político para fomentar la convivencia, para descubrir al otro, para que cada uno o una pueda ejercer su diferencia abiertamente, para que no haya miedos evitables. La arquitectura ha sido siempre un recurso de cobijo y protección, pero en el siglo XXI debería ser lo contrario, un medio para interactuar con el mundo sin límites, con lo desconocido diferente, con la naturaleza.
¿Cómo abordas la integración de disciplinas en tu trabajo, especialmente colaborando con el equipo de arquitectos en Estudio Herreros?
Siempre hemos presentado Estudio Herreros como una plataforma colaborativa. Somos 20 personas trabajando alrededor de un par de mesas. Nuestros equipos forman parte de las conversaciones y discusiones con los clientes y los consultores. Permanentemente hay reuniones entre colaboradores y de estos con agentes externos al estudio.
Además, procuramos que en el estudio haya un intercambio intenso de información y camaradería en la que los veteranos o los que dominan un campo puedan prestar sus conocimientos a los demás. Tenemos el tamaño que queremos tener para mantener el intercambio fluido con todo lo que pasa en el estudio y eso es lo que más satisfacción nos da a Jens y a mí.
Habiendo dictado conferencias y cursos en todo el mundo, ¿puedes compartir alguna experiencia que haya dejado una impresión duradera en tu perspectiva?
Con 40 años de experiencia, lo más gratificante, sin duda, es cuando te cruzas con alguien y te recuerda que en algún momento, review, conferencia o texto, vio algo por primera vez que le ha acompañado desde entonces. Enseñar es algo extraordinario. En el caso de las clases de proyectos o los seminarios que solemos impartir, el esfuerzo de pensar en voz alta delante de los demás, es muy positivo en la transmisión del pensamiento porque quizás lo que dices no es tan interesante, pero para los alumnos, ver cómo persigues y elaboras una idea, incluso si fracasas en el intento, es más pedagógico que la enseñanza directa de conocimientos obvios.
¿Cuál consideras que es el mayor desafío actual en la arquitectura y cómo crees que puede abordarse?
Sin duda, hacer que el derecho de la arquitectura llegue a todos y todas en todos los lugares y condiciones, y que esa llegada no se produzca obligando a la gente a traicionar su historia.
¿Has experimentado alguna vez un cambio radical en tu concepto original al desarrollar un proyecto?
El proceso de diseño es un viaje. Sé muy bien que hay colegas brillantísimos que son capaces de hacer un boceto prodigioso y llevarlo hasta la construcción, pero no es mi caso. No me emociona la idea. Nuestros proyectos son una especie de jam session que nunca sabes dónde va a acabar. Les damos espacio a los clientes y, escuchándolos, asumes retos con los que no habías contado. Afortunadamente no lo tomamos como una cuestión de acierto o error, sino como una exploración que esperamos que nos sorprenda con algo inesperado.
¿Qué te motiva a seguir explorando y evolucionando en tu estilo?
No puede haber acción creativa que tenga la responsabilidad de hacer felices a los demás que no se produzca en un entorno de diversión. Otros artistas pueden utilizar su trabajo para proyectar sus neurosis, pero los arquitectos no nos lo podemos permitir. Tenemos que desplegar un cierto optimismo responsable porque el recorrido del proyecto es laborioso, pero al final esa lucha está llena de satisfacciones sin las que muchos no sabríamos vivir.
¿Cuál es la opinión de Juan Herreros sobre el impacto de la inteligencia artificial en el diseño arquitectónico?
La inteligencia artificial ya está aquí y muchos jóvenes la utilizan sin darse cuenta. Su impacto será significativo en la producción arquitectónica. Espero que podamos aprovecharla no solo como generador de formas, sino como una herramienta reflexiva más profunda.
Me interesa especialmente explorar arquitecturas que operen en mínimos verdaderos, utilizando la menor cantidad de material y energía posible. La inteligencia artificial puede ayudarnos a comprender mejor los aspectos complejos de los proyectos, ofreciendo una posible respuesta a cómo llevar la arquitectura a todo el planeta, a pesar de que gran parte de la población mundial carece de acceso, aunque extraemos de sus territorios los materiales para construir el primer mundo.
¿Qué te emociona de continuar trabajando en el campo de la arquitectura?
La arquitectura produce novedades, teorías y acuña léxicos nuevos a una velocidad inabarcable. Para colmo, el camino recorrido es insignificante comparado con sus posibilidades. Si no te refugias en los maestros como algo insuperable ni te conformas con repetir una y otra vez lo que ya funciona, creo que no hay forma de parar.
¿Cuál es tu opinión sobre la sostenibilidad en la arquitectura contemporánea?
La sostenibilidad es algo sobre lo que ya no caben opiniones. La tierra está sufriendo una transformación tal que ya hay un acuerdo unánime de que habitamos un planeta completamente distinto del de hace tan solo 50 años. Nuestra forma de pensar, consumir, alimentarnos y construir, una práctica que consume el 40% de la energía del mundo, tiene que hacerse cargo radicalmente.
¿Cómo ves el futuro de la arquitectura en términos de educación y práctica profesional?
Las escuelas de arquitectura son epicentros donde surge un nuevo activismo con intensidad, desafiando a los futuros profesionales. Admiro a la generación que renuncia al mito del maestro centrado en proyectos monumentales, ya que la profesión se polariza entre grandes estudios, aparentemente en declive, y células más pequeñas y sensibles con una amplia cartera de temas operativos. Observamos este cambio con esperanza, sugiriendo que la clave radica en simplificar y abandonar fascinaciones megalómanas que ya no encajan con la visión de futuro de las próximas generaciones.