#HOTlights
Desde lo alto de unas escaleras largas, empinadas y previamente lóbregas observo las luces de la ciudad desde la barranca en que me encuentro y me da la impresión de que esta ciudad no acaba. Me regreso al instante cuando los vecinos pronuncian palabras que resuenan en mi mente: seguridad, convivencia, compromiso y necesidad. ¿La palabra que no mencionan? Diseño. Porque el diseño no los inquieta, les preocupa cubrir sus necesidades básicas, tan básicas como la seguridad y la convivencia. Hoy la luz sirve como instrumento para apoyarlos.
Me encuentro en una prueba de luz en una delegación de la Ciudad de México donde se instaló la muestra de una luminaria para el escrutinio de los vecinos que pidieron “ver para creer” si la solución lumínica satisface sus necesidades. Se refieren a las luminarias como “balizas”, “cerillos”, o “lápices”, nombres que se utilizan para describir este tipo de luminarias que están brotando en corredores públicos, parques y unidades habitacionales de algunas delegaciones, como parte de los proyectos del nuevo gobierno. Las luminarias son cilindros esbeltos de base de metal y una envoltura de 360° de acrílico lechoso que brilla en la parte superior. No es la mejor solución en términos de diseño, pero a estos vecinos, preocupados primordialmente por su seguridad y convivencia, la solución les parece ideal. Podríamos argumentar que el desperdicio de luz aporta mucho a la contaminación lumínica, pero del mismo modo, al ser un objeto brillante y tener una escala más humana cambia la percepción del espacio de los vecinos, quienes ven sus corredores, previamente obscuros y turbios, ahora iluminados y aparentemente más seguros.
Mientras el representante delegacional habla de los compromisos con el comité ciudadano, los vecinos se muestran inicialmente inseguros, dudosos de la eficacia de la intervención, sobre todo por los compromisos a largo plazo. Pero a su vez están tan agradecidos por la promesa de cambio que están preocupados hasta por el mantenimiento de las luminarias, y hacen preguntas acerca de su cuidado y de cómo pueden apoyar la intervención cambiando las lámparas si alguna se fundiera. ¿Su reacción? Están más que satisfechos con la solución y, a pesar de que es solo una prueba, ya vislumbran el futuro de su unidad habitacional. Y ese futuro iluminado es suficiente para apaciguar sus inquietudes.
No estamos hablando de instalar la última tecnología led o hacer algún retrofit. Estamos hablando de un cambio significativo y trascendental para esta comunidad con solo añadir una capa de luz, esto les cambiará la vida (y la calidad de vida). Me asombra no solo la importancia de la luz, sino que los vecinos reconocen la necesidad de esta intervención. Y aunque no son responsables de la selección del equipo o de su localización, sí lo son de que una vez instaladas las luminarias se mantengan operacionales y en buen estado y, por ende, de que esta intervención perdure.
En un mundo altamente diseñado el arte y el diseño evidencian, forman e impactan todo tipo de experiencias. En esta comunidad el criterio de diseño es menos evidente, pero aun así fundamental para los vecinos. Se toman más en consideración la localización de los equipos con base en algunos criterios técnicos y la circulación y hábitos de los usuarios. Siguen siendo criterios de diseño, ya que antes de hacer alguna intervención lumínica es indispensable identificar el problema, saber quién habita el espacio y concebir el esquema de luz que se quiere lograr.
El mundo no está encerrado en cuatro paredes y la luz no ocurre en un vacío; reacciona a las superficies —todas las superficies— y al no haber arquitectura como tal en este proyecto, sino un entorno urbano que reacciona a unas necesidades básicas, entiendo que hay un mundo que no puede ser definido por cuatro paredes, pero sí puede formarse por sus cualidades luminosas.
Todos tenemos la oportunidad de ser partícipes del contexto urbano y de entender y mejorar a través de la luz, y podemos llevar esa experiencia a los diferentes niveles de la comunidad. Eso refuerza la teoría de que el espacio, la arquitectura y la iluminación deben ser disciplinas interactivas. Debe haber un diálogo constante y multidireccional entre la arquitectura, la teoría, el concepto, el usuario y la luz. En este caso, el entorno urbano se transmuta, lo que da a los vecinos una sensación de seguridad y la oportunidad de convivir y se abre el diálogo entre diseñadores, funcionarios públicos y usuarios para llegar a un consenso. Este diálogo es donde las disciplinas se unen, por lo tanto, la luz revela la arquitectura, revela el espacio, y cuando el espacio no está delimitado por cuatro paredes y un techo, la luz tiene la capacidad de transformar el entorno urbano. Esta transformación es importante, no solo por el cambio aparente que pueda tener el espacio, sino por las consecuencias sociales que este cambio provoca. Y en un inicio el espacio no será transformado automáticamente en uno más seguro, pero la luz da la percepción de seguridad. Y todos sabemos que la percepción forma nuestra realidad.