Es inexplicable, pero hay cierto romanticismo en Francia que envuelve. Es un total cliché que, aunque parezca pasado de moda, fascina a quien visita esta tierra de luises, carlotas y napoleones. Al ver aquellos pueblos y ciudades que parecen estar perdidos en el tiempo, o asemejan escenarios de películas, te provoca pellizcarte para asegurarte de que, efectivamente, lo que estás viendo no es un sueño.
Es este sentido poético el que ha capturado a tantos cineastas y artistas influyentes. ¿Cómo olvidar las primeras películas de los hermanos Lumière, los filmes de Jean Luc Goddard o de François Truffaut de la Nouvelle Vague y la revolución que constituyó Brigitte Bardot? La lista es larga y estas son solo algunas de las estrellas que han convertido a Francia en una referencia absoluta del séptimo arte. No sorprende, por lo tanto, que el festival de cine más importante en el mundo se estacione en la costa sur de esta tierra para transformar la ciudad de Cannes en el destino más glamoroso de la temporada.
El Festival anual se lleva a cabo en el mes de mayo, congregando las mejores producciones del año. Fundado bajo la iniciativa de Jean Zay, Ministro de la Educación y las Artes francés, y aunque la primera edición del festival se había previsto para 1939, no fue sino hasta 1946 que finalmente se llevó a cabo tras el fin de la guerra.
El premio más importante de la entrega es la Palma de Oro, que premia la mejor película de la competición oficial que, hasta 1954, se llamó «Gran premio del Festival Internacional de Cine» y se otorgaba al mejor director. Un dato curioso es que, por aquel entonces, los premiados recibían una obra de un artista renombrado, cuadros figurativos de pintores o jarrones de Sèvres.
Fue, en el año 1954, que el entonces director ejecutivo, Robert Favre Le Bret, invitó a una serie de joyeros a presentar diseños de trofeos inspirados en la palmera, como referencia a las palmeras de la Croisette y al escudo de armas de la ciudad. El proyecto ganador fue el de la diseñadora de joyas Lucienne Lazon que, según se dice, habría diseñado su Palma en colaboración con Jean Cocteau, en aquella época presidente del jurado y asesor. La entrega de la Palma de Oro, sin embargo, se suspendió por 10 años debido a la gran polémica que ocasionó, y el premio a la mejor película regresó a galardonarse como se había hecho anteriormente, entregado el Grand Prix y un diploma. Así, fue Francis Ford Coppola la última persona que recibió como premio una obra de arte, acompañada de un diploma, por su película La conversación. Fue en 1955 cuando el galardón de la Palma de Oro se institucionalizó como el premio de mayor excelencia del Festival.
En 1997, el premio sufrió otro cambio radical. En esta ocasión se debió al diseño del premio, realizado por la icónica marca de joyería Chopard. Caroline Scheufele, co-presidenta y directora artística de Chopard, decidió diseñar una Palma más ligera, pero aportándole más volumen y profundidad, concediendo mayor importancia a los nervios del tallo y a los 19 foliolos reglamentarios. También diseñó el tallo, de modo que su extremo acababa en forma de corazón, uno de los emblemas de la joyería de Chopard. Mientras que las Palmas de 1998 y 1999 estaban realizadas en vermeil, con una base de plata y dorada con 30 micrones de oro fino, el segundo milenio aportó a la Palma su consagración en forma de oro, con 125 gramos de oro de 18 quilates. Caroline Scheufele le añadió otro detalle precioso con una base de cristal de roca, cortado como si fuera un diamante talla esmeralda. Además, se crearon mini Palmas, perfectas réplicas de la grande, para los premios de interpretación entregados a los actores y a las actrices, que no recibían hasta entonces más que un certificado. En 2006, incluso hizo falta multiplicar las mini Palmas cuando Indígenas (5 actores premiados) y Volver (6 actrices coronadas) recibieron premios de interpretación colectivos, y ya en 2013, fue directamente la Palma de Oro la que hubo que triplicar cuando Steven Spielberg y su jurado decidieron distinguir por igual al director Abdellatif Kechiche y a sus dos actrices, Adèle Exarchopoulos y Léa Seydoux por La vida de Adèle.
Thierry Frémaux, director general del Festival, describe así el incomparable momento de la entrega de una Palma de Oro:« El momento de la entrega de cada Palma es siempre especial y bello. Y yo podría recordar cada momento de cada uno de los años. Cuando una Palma de Oro recompensa a un gran maestro, como fue el caso de Malick, Haneke o Polanski, sucede algo extraordinario, porque se tiene la sensación de que el palmarés de Cannes camina al paso de la historia. Deseo que la Palma de Oro siempre siga siendo el Grial que vuelve a los cineastas locos de deseo. Que continúe consagrando el talento, recompensando a los grandes artistas o descubriendo a las promesas del cine del día de mañana».