Wyman, principalmente conocido por el diseño de la comunicación visual para los Juegos Olímpicos de México 1968, es el autor de varias identidades gráficas en la Ciudad de México, como la de su emblemático sistema de transporte subterráneo, la Central de Abasto, La Moderna, El Papalote Museo del Niño, y para proyectos internacionales como el Zoológico de Washington, el metro de Washington, entre otros. Originario de Nueva Jersey, Wyman ha logrado comunicar culturas, idiomas y costumbres de una manera impresionante con tan solo un logotipo o una señalización, por lo que hoy en día es considerado como uno de los diseñadores más influyentes e importantes.
¿Cuándo te diste cuenta que querías ser un comunicador visual?
En Estados Unidos no enseñaban diseño gráfico cuando yo era joven, únicamente en lugares como Yale. Yo conocí a un diseñador gráfico en ese tiempo y vi por primera vez lo que era la disciplina, y fue en ese momento que me di cuenta de que eso iba a hacer de mi vida. El resto fue abrir mi mente y mi curiosidad a aprender cada vez más.
¿Tenías alguna otra profesión en mente?
Estoy bastante feliz con mi elección, pero habiendo crecido donde los Jersey Boys lo hicieron, en Nueva Jersey, todos quisimos ser estrellas de rock en algún momento. Qué bueno que no fue así porque, definitivamente, la música no es mi fuerte.
¿Cómo es que has trabajado tanto en proyectos con México? ¿Lo escogiste así o simplemente sucedió con el tiempo?
Todo comenzó con las Olimpiadas de 1968. En esa época yo no sabía nada del país, ni de la gente, pero cuando fui al Museo de Antropología algo se desencadenó en mí, al ver tanta fuerza en la cultura mexicana desde muchos años atrás. Después pude visitar más lugares e ir aprendiendo conforme avanzaba el tiempo, para después tener más posibilidades de qué poder hacer con la disciplina gráfica. El programa de las Olimpiadas fue un éxito internacional y eso abrió más puertas a distintos proyectos en el futuro.
¿Cuál ha sido el proyecto más complicado que has tenido que completar?
Las Olimpiadas del 68, ya que tuvimos muy poco tiempo para hacerlo. Me acuerdo de que, en ese entonces, yo tenía 29 años, y trabajaba con Peter Murdoch bajo el mando de Pedro Ramírez Vázquez, en una oficina en el Pedregal. Un día, Otl Aicher, diseñador de las Olimpiadas de Múnich, entró a nuestra oficina, vio todas las paredes llenas de borradores y dibujos, y nos dejó claro que él iba mucho más avanzado, aunque los Juegos de Múnich eran después que los mexicanos, y eso que estábamos trabajando con tres idiomas diferentes, español, inglés y francés, ejerciendo gran presión.
Por último, los Juegos Olímpicos apenas se inauguraban en Latinoamérica con la edición del 68, por lo que era un proyecto más grande aún. Logramos capturar la esencia de México en nuestro diseño junto con la imagen contemporánea de ese tiempo, por lo que siempre estaré satisfecho.
¿Cómo mantiene su relevancia un diseñador ante tanto cambio mundial en los últimos años?
Pienso que todos estamos en el mismo bote, por lo que no creo que los diseñadores seamos los únicos en ese sentido. Lo que sí creo que pasa es que hoy en día se puede estar haciendo un proyecto para alguien en Beijing, y por más que el cambio de horario y lenguaje sea tedioso, puedo definir un problema, comunicarlo y seguir trabajando para solucionarlo, cosa que no era posible hacer años atrás, aunque sé que mucha gente da eso por hecho en estos tiempos.