De la mano de Lincoln seguimos Tejiendo México, esta vez a través de la mirada de Luvia Lazo, una mujer joven indígena que nos cuestiona la mirada hegemónica tradicional. Como dijo Wynn Bullock, “Cuando estoy haciendo fotos, lo que estoy haciendo en realidad es buscar respuestas a las cosas”. Luvia Lazo logra no solo respuestas sino nuevas preguntas. A través de Tejiendo México, Lincoln reafirma su compromiso con lo local, las raíces y la diversidad de puntos de vista y miradas.
Luvia Lazo es Zapoteca, originaria de Teotitlán del Valle. Fotógrafa por pasión, Licenciada en enseñanza de idiomas y vendedora en el mercado los fines de semana. “Desde pequeña quería estudiar algo relacionado al diseño, ni el diseño, ni la fotografía eran opción, era complejo para mi familia moverme a otra ciudad. Así que ahorré para una cámara y empecé a experimentar con ella.”
Fue en casa de sus bisabuelos, en ese entorno familiar privado, donde Luvia empezó a experimentar con la cámara y a encontrar nuevas formas de ver los objetos, las personas y los sentimientos. “Sentía que podía guardar pedazos de tiempo.” Desde entonces para Luvia la fotografía ha sido el medio que le permite conectar con personas, lugares, contextos y pensamientos distintos al de ella.
De hecho, la fotografía le ha permitido mostrar otras realidades y sobretodo dejar de repetir las mismas historias. “Con la fotografía estoy aprendiendo a crear imágenes que no necesariamente necesiten poner al zapoteca tejiendo, al zapoteca vistiendo su indumentaria tradicional y estas formas tan constantes y repetitivas de representarnos. Somos un todo, y es tan zapoteca la mujer más anciana que aún se trenza el cabello a diario como una mujer de las nuevas generaciones, que desafía y cuestiona los roles de géneros tradicionales que dicta la costumbre…Durante largo tiempo hemos sido retratados por fotógrafos y fotógrafas visitantes…me atrevo a decir que hemos sido retratados no tanto como sujetos, sino como objetos: culturales, o de cualquier tipo,” dice con su voz crítica de mujer fuerte y arraigada de 30 años.
Frente al complejo tema de la tradición, Luvia dice que no le gusta como mujer indígena ser considerada un monolito…estático, no cambiante. “Soy un ser cambiante, como mi madre, mi abuela y las personas antes de mi historia, a mi madre le encantan los vestidos de flores, mi abuela usaba enredos de tela importada que sus nietos le traían de estados unidos, su madre vestidos de manta, los tiempos cambian, defiendo y hablo por la diversidad, por la libre elección, por que se respeten nuestras decisiones, por que nuestras voces tengan el poder de ser libres, no necesitamos que hablen por nosotros, solo necesitamos que a veces guarden silencio, nos escuchen y respeten lo que queremos.”
Luvia recuerda que le tocó crecer en una época en la que si hablabas una lengua indígena sentías vergüenza, ha sido un largo camino abrazar sus raíces y aún más sentirse orgullosa. “Me avergonzaba de no tener los mismos recursos de otras personas, mis padres son carniceros, tampoco era un trabajo “admirable” como ser artesano que venía de tradición. Es curioso cuando digo que soy de Teotitlán, como la pregunta ¿Tus papás hacen tapetes?, viene enseguida.”
Las poéticas imágenes de Luvia invitan a vivir la esencia de espacios que se habitan, casas que se vuelven hogar, refugio, y parte de nosotros; elementos que te regresan a tu origen, que te ubican en el mundo. “Es muy fácil perder el rumbo, hay fotos que yo veo, y puedo olerlas...hay un retrato de mis padres haciendo chicharrón, cuando viví en Suiza por unos meses, la veía casi diario. El tercer mes, nunca lo pensé, pero extrañé ese olor en las mañanas, la grasa en los zapatos, el piso impecable me parecía simplón, eso que me avergonzaba, y eso se repite en muchas fotos, todas surgen de una inquietud personal.” La fotografía le ha permitido llegar a espacios íntimos que nunca habría logrado de no mantenerse firme, coherente y transparente con las personas que convive, “muchas personas se acercan a tomar fotos bellas de los procesos textiles, el color, los detalles, a mi me gusta las fotos orgánicas, me enamoran los lugares que habitan, y la forma en que los habitan, ver lo que visten, como se arreglan, lo que las hace sentirse bellas, así como mi bisabuelo cuando salía a vender a la ciudad perfumado, con sus mejores ropas y su reloj …”
Su madre tiene un puesto en el mercado, en donde vende carne. Luvia creció allí y sabe de memoria la ubicación de cada puesto y la persona que lo atiende. Ha visto al mercado transformarse y muchas de sus fotos son de ese espacio, que es un ente que es parte de su vida. Le gusta documentar la dinámica y todo lo que comunica sin hablar. “Mis fotos son mi diario, de las cosas que me hacen sentirme viva.” Por cierto, hay una serie de imágenes con las que Luvia sueña, se trata de retratar a personas con “puestos flotantes”, personas que no tienen un puesto en los mercados y ellas son su propio espacio de venta, cargan sus productos caminando entre la gente, desde animales, trastes, ropa.
Admira a Flor Garduño, Maya Goded, Yael Martinez, Aglae Cortés, Gabriel Figuero y Luis Buñuel. Su mentora a quien admira profundamente es Sara Naomi Leikowicz.
Sobre su identidad Zapoteca, Luvia dice que la fotografía le ha permitido abrazarla, indagar, incomodarse y encontrarse con ella. “Cuando empezaba a tomar fotos, hubo un momento en donde solo hacia fotos de afuera y a mi parecer ahora, muy agresivas, buscaba fotos bonitas, muy folclóricas, no sabía quien era la persona, ni su historia, no había empatía, ni conexión, hubo ocasiones en que no pedía permiso para tomar las fotos. Las forma de verme y asumirme zapoteca cambio cuando trabajaba como fixer para un taller de fotografía de día de muertos, me toco llevar a uno de los participantes del taller a “VIVIR” el día de muertos en Teotitlán con mi familia, día de muertos es un día espiritual para nosotros los teotitecas-zapotecos, existe todo un ritual, cuando mi bisabuelo se disponía a hacer la bienvenida a las animas, que consiste en tomar una copa de mezcal con ellos frente al altar y recibirlos con palabras en zapoteco, en medio de este momento tan íntimo que se me permitía a mi por ser la hija, se escuchó un clic, mi acompañante disparo con la cámara…mi bisabuelo volteó rápidamente, y continuó, yo había permitido eso, no era culpa de mi acompañante, pero fue entonces cuando comprendí que hay intimidades que se te brindan como persona, como zapoteca, como familia, que deben aprender a respetarse; quise llorar de coraje conmigo, fue entonces que empecé esa búsqueda interna de lo que significa ser zapoteca y de la forma en que quiero compartir imágenes como una mujer zapoteca orgullosa de serlo, no contribuyendo a estos momentos que se retrataran como algo exótico; sino viviéndolos de forma natural y personal”
Su detrás de cámaras lo define como un proceso de respeto y confianza. “La foto a la que me menos me cuesta llegar, es el rostro y la sonrisa, pero que alguien te permita ver sus manos, acercarte a sus ojos, labios y cabello, que te invite a su casa, eso ya es un honor. Hay fotos en las que explícitamente les he pedido, por ejemplo, que den la espalda, que nos movamos a otro lugar con más luz, pero eso sucede cuando la confianza ya existe, y no comparto la fotografía hasta que me digan que les gusta y se sienten bien con ella, si no, se queda ahí, guardada, y claro, siempre les doy su copia impresa, cuando alguna foto se ha llegado vender, me siento con la responsabilidad de compartir esa ganancia, la transparencia ha sido lo que ha generado la confianza y la amistad”.
Luvia es una apasionada del poder de la imagen y el lenguaje universal que representa. “Estoy aprendiendo usar los elementos que tengo para transmitir lo que busco, me gusta el surrealismo, en la pintura y en la fotografía, me gusta evocar emociones y sensaciones, que lo visual estimule otros sentidos, me gusta mucho el color, suena romántico, pero Oaxaca tiene unos colores muy vivos que no me gusta omitir.” Su mayor satisfacción es la relación que tiene con todas las personas que ha fotografiado, “las señoras, por ejemplo, me buscan para que las fotografíe cuando tienen un vestido nuevo, o tienen flores bonitas, por que he hecho muchas fotos de mujeres con flores, me las encuentro en el mercado, me piden que les tome una foto y que se las imprima, eso lo haces solo con tus amigas, ellas me dan esa confianza que no es fácil ganarla.”
Luvia genera preguntas. Muchas preguntas. Su mirada va mas allá, es inclusiva, diversa y muy personal. Dice Chimamanda Ngozi: “La historia única crea estereotipos […] mostramos a un pueblo como una cosa, una sola cosa, una y otra vez, hasta que se convierte en eso.” Su trabajo busca expresar y difundir mas una historia única sobre quienes son las mujeres indígenas en toda su diversidad y vulnerabilidad. Y llegará lejos, Luvia sueña con exhibir en el Jeu de Paum en Paris, ser considerada candidata para la agencia de Magnum, y hacer reportajes para Vogue, entre muchas otras publicaciones que están cambiando la imagen patriarcal anticuada. ¡Que siga la búsqueda!
Luvia Lazo comparte con Lincoln en enfoque en los valores locales. Su contexto, Teotitlán del Valle, define su mirada y su polo a tierra. Desde ahí genera preguntas y mira al mundo con los píes en la tierra.
Texto por Marcella Echavarria