Monterrey es conocido en el mundo por sus empresas y empresarios, pero quien lo visita queda atrapado por la inmensidad de sus montes, “La Ciudad de las Montañas”, murallas naturales de formas caprichosas que se guardan en la memoria del que viaja a esta tierra: el poderoso Cerro de la Silla, con su arco inverso marca el oriente, el de Las Mitras al poniente, La Sierra Madre al sur con Chipinque y la Huasteca, ambos parques ideales para escaparse y vivir lo extremo, o las aguas termales nacientes del Cerro de Topo Chico que mira al norponiente.
Estos gigantes silenciosos, llenos de vida natural, son los testigos de un pueblo que se levantó, a base de esfuerzo e inteligencia, trabajo y dedicación: la capital del Estado de Nuevo León, hoy la segunda ciudad más rica del país, y considerada como la que ofrece el mejor nivel de vida, no sólo en México, sino de las diez mejores ciudades de todo Latinoamérica. En su Zona Metropolitana viven más de 4 millones de habitantes y su territorio de 894 km2, no sólo es el segundo más grande del país, sino el tercero más densamente poblado.
Lo que poco se sabe de la Sultana del Norte, es que su crecimiento demográfico y poder económico es reciente; en realidad, de principios del siglo XX, tras la apertura de La Fundidora Monterrey y otras fábricas, la década de 1930 es la que marca este inicio. Y es que Monterrey fue distinto del resto de los estados del país. La conquista prácticamente no se vivió aquí, ni en el Estado, los pueblos indígenas eran de costumbres nómadas y de resistencia bélica, así que se funda hasta 1596, por Diego Montemayor después de dos intentos fallidos.
Era un pueblo de comerciantes, alfareros y mineros, que se convertirían con el paso del tiempo en hombres de negocios, emprendedores de mente ágil y estudiada que han buscado cómo sobresalir, superarse. Nada pareciera demasiado grande para los “regios”, será que están acostumbrados a mirar las enormes montañas, saberse pequeños frente a ellas y seguir adelante, porque han inventado cómo hacer negocios hasta de las piedras, y es literal, de ahí sus cementeras que hoy surten a todo el mundo de materiales para la construcción. Como ésta, muchas otras ideas y propuestas, se han vuelto realidad para el valiente regiomontano que trabaja, se arriesga y emprende.
Así, las empresas que iniciaron familiares, no se quedaron ahí, profesionalizando a los hijos y a los nietos herederos, asesorándose y abriendo fuentes de trabajo para todos los niveles de la población, de tal manera que los negocios se convirtieron en empresas y de empresas a emporios globales que brindan hoy productos y servicios de todos los giros: FEMSA, CEMEX, AXTEL, GRUPO ALFA, y muchas más, la gran mayoría con operaciones a nivel internacional.
Pero cuando parece que Monterrey es sólo negocios y trabajo con horarios empresariales estructurados, la ciudad se alimenta orgullosa de sus montañas, pulmones vitales para los regiomontanos y donde los turistas y locales pueden practicar todo tipo de deportes extremos: rapel, escaladas, bici de montaña, senderismo, así como actividades relacionadas con la observación de la fauna y en las presas, cascadas y pozos de agua, otras tantas acuáticas.
“El trabajo templa el espíritu”, este es el lema que distingue a la llamada “Ciudad de los Negocios”, y es claro que una vez cubiertas sus necesidades y crecidas sus riquezas, los regiomontanos han invertido en desarrollar el arte y la cultura, y sin bien no existen en la ciudad las grandes construcciones coloniales, en sus museos, como el MARCO, las obras contemporáneas nacionales e internacionales se presentan en armonía con la arquitectura propuesta por Ricardo Legorreta, que es arte en sí misma. Igualmente existen los museos de Historia Mexicana y de Historia Natural, el del Vidrio y el Planetario y Museo Alfa, entre otros atractivos culturales. Una buena opción para pasear por el centro es el tranvía que recorre los principales lugares históricos de la ciudad o para quienes gustan de un poco más de actividad se pueden contratar los servicios de ecobikes desde alguna de sus cinco sucursales: Tecnológico, Chipinque, Parque Niños Héroes, SportsWorld y Cd. Victoria, donde se pueden rentar diferentes tipos de bicicletas o bien llevar a cabo tricitours o agradables paseos guiados.
También la música es patrimonio de la región: la norteña y la de las bandas nace aquí para ser idioma común y retorno a las raíces de muchos mexicanos que viven del “otro lado”, su música de celeste y blanco, con botas de punta metálica, sombrero, tejanos y hebillas de plata, son identidad para los de aquí y los de allá; música que se baila y necesita de pareja, en compañía cantan los regiomontanos. Y de lo grupero a lo sutil, la Orquesta Sinfónica de la Universidad Autónoma de Nuevo León avanza en su prestigio internacional, al igual que el Ballet de Monterrey.
Monterrey sorprende a quien pisa su suelo, por sus servicios impecables, sus centros comerciales, su parque La Fundidora, que convirtió una zona industrial abandonada en un agradable centro recreativo natural, que entre jardines y andaderos se conectan con Paseo Santa Lucía y la Macroplaza; Monterrey sorprende por su gastronomía sencilla y exquisita: un cabrito al pastor, tortillas de harina, y frijoles hacen un manjar regio servido a la mesa.
Monterrey sorprende porque sigue innovando y proponiendo, investigando e implementando. Y sí, se conoce en el mundo y en México por sus empresas y empresarios, pero es en realidad mucho más.
Más información: visitmexico.com
Elisa Queijeiro y Consejo de Promoción Turística de México