
Este país escandinavo, el más montañoso y con mayor número de fiordos, se extiende desde el mar del Norte al océano Ártico, sobre un territorio lleno de contrastes. Desde las costas del sur hasta las islas heladas de Svalbard, la luz, el paisaje y el clima cambian a cada paso. Mientras en el sur, los días aún ofrecen horas doradas durante el invierno, al norte el sol desaparece por completo y la noche polar cubre el cielo con destellos verdes y violetas.
Viajar por Noruega en esta época es como entrar en un relato fantástico. Los pueblos pesqueros, con casas de madera roja y tejados nevados, se asoman al agua helada de los fiordos; las ciudades conservan su calidez bajo la nieve y las montañas trazan la costa. Todo refleja una identidad forjada entre la herencia vikinga y la cercanía al mar. La luz fría y azul transforma el paisaje y crea una atmósfera difícil de comparar con cualquier otra. En medio de esa quietud, la vida sigue su ritmo: la gente celebra la calma del invierno y vive en armonía con la estación.

Más allá de sus paisajes, las ciudades combinan cultura, diseño y gastronomía, donde los sabores del mar y la montaña se reflejan en platillos como el salmón ahumado, el bacalao del Ártico, el cordero de pastos nórdicos o los panes integrales con mantequilla y queso brunost. Todo ello expresa una forma de vida sencilla y profundamente conectada con la naturaleza. En Noruega, esa relación se guía por el friluftsliv —la filosofía de encontrar bienestar al aire libre—, un recordatorio de que vivir bien significa convivir con el entorno. En invierno, todo se vuelve más íntimo y cada instante se siente como un pequeño descubrimiento.
El recorrido invernal revela distintas facetas del país: Oslo, la capital moderna que combina arte y naturaleza; Bergen, la ciudad costera marcada por la historia hanseática; Tromsø, la puerta al Ártico donde la cultura sami y las auroras conviven; y Svalbard, el punto más septentrional, donde la oscuridad se transforma en espectáculo.
Oslo
La capital, que camina entre árboles y rascacielos, se recorre a pie, entre museos, cafeterías y calles donde el diseño escandinavo se percibe en cada detalle. Moderna y serena, la ciudad mira al mar sin perder conexión a la naturaleza.
La ciudad ha crecido integrando la arquitectura al paisaje. Frente al mar, la Ópera de Oslo se eleva como un bloque de mármol que parece emerger del agua. Desde su techo inclinado, los visitantes contemplan el fiordo y la silueta de los barcos que parten hacia el norte. A pocos pasos, el Museo Munch y el Museo Nacional reúnen arte y diseño.



En barrios como Aker Brygge o Grünerløkka, el invierno tiene su propio ritmo. Las cafeterías huelen a kanelboller, el pan dulce tradicional, emblemático de la temporada. Afuera, la nieve cubre las calles en silencio; adentro, el frío da paso al koselig, una palabra noruega que describe esa sensación de abrigo, calma y bienestar que se experimenta cuando estás tranquilo y en buena compañía.
En los bosques cercanos de Nordmarka, los locales esquían o hacen senderismo. En invierno, las pistas del Oslo Vinterpark se iluminan al caer la tarde, mientras en el centro de la ciudad, familias y amigos patinan sobre hielo frente a la Ópera.
Bergen
Entre montaña y mar, la ciudad parece pintada a mano. Fundada en el siglo XI y marcada por su historia marítima, fue durante siglos un puerto vital de la Liga Hanseática, la red comercial que unió el norte de Europa. Esa herencia aún se percibe en el muelle de Bryggen, donde las casas de madera, alineadas frente al puerto, conservan los colores de los almacenes medievales.
El centro se recorre despacio, entre calles empedradas y angostas donde se esconden talleres de artesanos, galerías, tiendas de diseño local y cafeterías. Caminar por sus calles es como entrar en otro tiempo: el aire huele a pan recién horneado y a pescado fresco, las fachadas se reflejan en el agua y las gaviotas acompañan el ir y venir de los barcos. En el centro, se esconden talleres de artesanos, galerías y cafeterías donde el arte y la vida cotidiana se entrelazan.



En los días despejados, subir en el funicular Fløibanen permite observar cómo los techos de la ciudad se funden con las montañas y el mar dibuja una línea plateada en el horizonte. Desde lo alto, Bergen revela su equilibrio entre historia y modernidad.
El Museo KODE reúne arte clásico y contemporáneo en uno de los complejos culturales más importantes de Escandinavia. Muy cerca, el Museo Hanseático conserva antiguos edificios donde los comerciantes alemanes vivían y almacenaban su mercancía.
Tromsø
Conocida como la puerta al Ártico, esta ciudad combina espíritu urbano y naturaleza. Rodeada de montañas heladas y fiordos que parecen no tener fin, Tromsø ofrece una experiencia invernal donde calma y aventura convergen.
Históricamente, Tromsø fue punto de partida de exploradores polares y centro de intercambio entre el mundo nórdico y el pueblo sami, comunidad indígena que habita las regiones del norte de Noruega, Suecia, Finlandia y Rusia. Esa mezcla de culturas ha dado forma a su identidad abierta y resiliente.



Caminar por su centro, entre casas de madera y calles cubiertas de escarcha, revela una vida cotidiana llena de movimiento. La ciudad se ilumina al anochecer, con su arquitectura triangular inspirada en el hielo. Muy cerca, el Museo de Arte del Norte de Noruega y el Museo Universitario celebran la creatividad local, la ciencia polar y las tradiciones sami, recordando que la cultura también florece en el frío.
En invierno, Tromsø se convierte en escenario de festivales que desafían la oscuridad: el Festival Internacional de Cine proyecta historias del mundo entero bajo la nieve, y el Northern Lights Festival llena las noches de música clásica y contemporánea. Pero el espectáculo más impresionante está en el cielo. Las auroras boreales tiñen la noche de tonos verdes y violetas que se reflejan en los fiordos, dejando la sensación de presenciar algo que pertenece a otro mundo.
Svalbard
A medio camino entre Noruega y el Polo Norte, este archipiélago, formado por islas de hielo, glaciares y montañas, es uno de los lugares habitados más septentrionales del planeta. Aquí, la naturaleza domina cada rincón y la escala humana se vuelve mínima frente a la inmensidad.
Durante el invierno, la noche polar cubre el paisaje durante meses: el sol no sale y el cielo se tiñe de un azul profundo que cambia con las auroras boreales. Esa oscuridad, lejos de ser ausencia, tiene su propio resplandor. Bajo ella, la vida continúa con calma y asombro. Longyearbyen, la principal localidad, alberga una comunidad pequeña, pero diversa, de científicos, exploradores y viajeros.



Svalbard ha sido históricamente un territorio de exploración. Desde el siglo XVII atrajo a balleneros, mineros y expediciones polares, y hoy sigue siendo símbolo de los límites de la resistencia humana. También guarda uno de los proyectos más visionarios del planeta: el Banco Mundial de Semillas, una bóveda subterránea donde se conservan millones de especies vegetales para preservar la biodiversidad global.
Explorar Svalbard en invierno, en trineos tirados por perros o en motos de nieve, es adentrarse en la esencia del Ártico. En el horizonte, los glaciares parecen extenderse sin fin y los osos polares patrullan la costa. Aquí, el tiempo se diluye. Es el punto culminante de un viaje hacia el norte, donde la oscuridad y la luz se confunden, y donde el invierno se revela como una forma fascinante de existencia.
¿Cuándo viajar?
Entre octubre y diciembre inicia el invierno en Noruega y el paisaje empieza a transformarse. Las temperaturas bajan entre -2 °C y 8 °C. Los días se hacen más cortos, especialmente en el norte y aparece la noche polar. El frío aumenta, Noruega se tiñe de colores suaves y la nieve empieza a cubrir todo.
De enero a marzo, el invierno se vive en su máxima expresión. Las temperaturas descienden aún más, entre -6 °C y 2 °C, y el norte entra por completo en la oscuridad invernal. En medio del paisaje, las auroras boreales pintan el cielo y las noches se vuelven espectaculares. Se pueden contemplar de octubre a marzo.
¿Cómo llegar?
No hay vuelos directos desde la Ciudad de México a Noruega. Sin embargo, es posible viajar con una o dos escalas según la aerolínea. Entre las opciones más comunes se encuentran Aeroméxico, con escalas en ciudades como Ámsterdam (AMS) o París (CDG); Lufthansa, con conexiones en Frankfurt (FRA) o Múnich (MUC); Turkish Airlines con escala en Estambul (IST); KLM con parada en Ámsterdam (AMS); e Iberia con escala en Madrid (MAD).
¿Dónde hospedarse?
Oslo
Sommerro
T. +47 2140 4900
D. Sommerrogata 1
Amerikalinjen
T. +47 2140 5900
D. Jernbanetorget 2
Bergen
Hotel Norge by Scandic
T. +47 5555 4000
D. Nedre Ole Bulls plass 4
Charmante Skostredet Hôtel
T. +47 5520 0500
D. Skostrdet 14
Tromsø
Clarion Hotel The Edge
T. +47 7766 8400
D. Kaigata 6
Radisson Blu Hotel Tromsø
T. +47 7760 0000
D. Sjøgata 7
Svalbard
Funken Lodge
T. +47 7902 6200
D. Vei 212-4 Longyearbyen
Radisson Blu Polar Hotel
T. +47 7902 3450
D. Vei 229-3, 9171
¿Dónde comer?
Oslo
Savage
T. +47 9048 8440
D. Nedre Slottsgate 2
Brasserie Hansken
T. +47 2242 6088
D. Christiania Torv 4
Bergen
Gaptrast
T. +47 9078 5022
D. Baneveien 16
Lysverket
T. +47 5560 3100
D. Rasmus Meyers allé 9
Tromsø
Bardus Bistro
T. +47 9267 4888
D. Cora Sandels gate 4
Emmas Drømmekjøkken
T. +47 7763 7730
D. Kirkegata 8
Svalbard
Huset Restaurant
T. +47 48 04 45 45
D. SJ, Vei 300, Longyearbyen
Gruvelagaret
T. +47 7902 2000
D. 6H2G+V6, Longyearbyen









































