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NUYORICAN POETS CAFÉ

La expectativa surge en mis entrañas al bajarme del metro 6, la línea verde local, en la estación de Astor Place. La pequeña plaza está rebosante de estudiantes y de fashionistas, el fondo decorado por los edificios de Cooper Union. Me adentro en St. Mark’s Place, atravieso la jungla de tienditas de piratería, las famosas thrift shops de ropa y artefactos típicos de las subculturas, los varios restaurantes coreanos y las pizzas baratas de un dólar la pieza. A continuación están los bares, los restaurantes vegetarianos orgánicos, las queserías de primer nivel, las cafeterías abiertas las 24 horas y grupos nómadas de individuos de pantalones ajustados, lentes y barbas más largas que el pelo.

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El Lower East Side es un paraíso de diseño independiente, de establecimientos vanguardistas de todo tipo y de juventud. Lo atravieso decidida. Quince minutos de caminata y la oscuridad de las calles aumenta junto con el mal olor de la basura que todavía no recogen. Hay tabaquerías y uno que otro negocio. Me adentro en Alphabet City, un barrio que rara vez se menciona como un atractivo de la gran ciudad de Nueva York.

En el número 236 de la calle 3, entre las avenidas B y C, se encuentra mi destino. Sobresale un toldo azul oscuro en medio de las paredes uniformadas de ladrillo, las entradas adornadas con flores y una que otra bicicleta encadenada a una jardinera. Está enmarcado por ambos lados del muro con retratos monocromáticos de grafiti. Arriba de la puerta se lee “Nuyorican Poets Café” y por abajo se cuela una música con un bajo estrepitoso. Al cruzar las puertas, lo que se percibe de manera instantánea es la amabilidad y la tolerancia, valores históricos que palpitan en cada centímetro del recinto.

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Este espacio artístico fue fundado en 1973 por auténticos New Yorkers: firmes creyentes de la igualdad y el poder de cambio intrínseco de la cultura. El nombre del lugar nació́ a partir de la identidad multicultural, la mezcla de todo tipo de minorías unidas por el amor al arte y a la ciudad y por el deseo de iniciar un cambio positivo en la sociedad. El Nuyorican se creó con el fin de establecer una plataforma para artistas escénicos emergentes a los que Broadway y las grandes producciones les habían cerrado las puertas. Así, progresivamente se fue creando una base de artistas en crecimiento y lo que comenzó como un pequeño espacio alternativo para la difusión del arte, se convirtió en un auténtico trampolín de talentos. Desde entonces se han presentado obras de teatro y actos musicales; sin embargo, el Nuyorican es más conocido y admirado a nivel internacional por sus slams de poesía, pues su equipo se ha mantenido dentro de los cinco mejores a nivel nacional por casi 25 años.

Me hago espacio entre la gente hasta encontrar mi asiento de la noche: una bocina. Me acomodo en el espacio reducido y observo a mis alrededores: personas de todas las tallas, colores y estilos. A pesar de la música hip hop, se escuchan murmullos en varios idiomas, incluido un Spanglish pulido. Poco después sube una mujer de grandes proporciones al pequeño escenario hacia el que están orientadas las sillas. Su nombre es Mahogany Browne, presentadora y mediadora oficial del legendario Friday Night Slam. Se apodera del micrófono con chistes de humor negro enunciados en una voz profunda, se presenta y explica las reglas del juego: se eligen cinco jueces entre la gente del público de manera arbitraria, se les otorga un pizarrón pequeño y un plumón. Mahogany continúa con sus anécdotas breves, envolviendo al público en un ambiente de confianza infundido con simple bienestar. Presenta a un primer poeta que no participa en el slam, pues únicamente recita su poema como un punto de referencia para que los jueces tengan un parámetro común a la hora de dar una calificación.

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Es a partir de este momento —cuando el artista que está en el podio libera una palabra y esa palabra viaja por el micrófono, los cables y las bocinas hasta llegar a los oídos receptores del público que comienza la magia. Algunos poemas son más feroces, otros conmovedores, hay de todo y para todo gusto. Lo que sí, es que se revienta una ola de pensamientos y metáforas que empapan las almas. Son juegos de palabras, diptongos, asonancias y aliteraciones junto con la utilización de las palabras exactas para crear una profunda conexión con cada una de las personas del público. A esta poesía se le agrega movimiento, manifestación física en el cuerpo y la cara del artista, la entonación y el ritmo se sienten en la lengua. Esta fuerza humanista proveniente del núcleo de la sensibilidad es, por lo general, utilizada para mucho más que el delirio estético. En el Nuyorican se habla de lo que nadie quiere hablar en la calle. Los poemas están pintados con sangre o experiencias personales de desprecio, de pobreza y de todo tipo de dificultades. Ahí se habla del racismo, de política y de las fallas del Estado, de la guerra y de todo lo que esconde la máscara que visten las personas en la vida cotidiana. El Nuyorican es un lugar de inclusión, aceptación y pensamiento crítico. Es un lugar donde las diferencias se atesoran y se celebra el arte en todas sus formas.

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El slam se acaba en un abrir y cerrar de ojos. Todos los poetas ganaron aplausos y uno que otro suspiro de admiración. Unos obtuvieron mejores calificaciones que otros, algunos llegaron a la ronda final y el último fue reconocido como ganador. Tras el vitoreo eufórico del público, los poetas se abrazan en solidaridad y la música vuelve a subir. El bar permanece abierto para aquellos que deseen un rato más de introspección o comentar algún punto con uno de los intérpretes. La noche se acaba, pero las ganas de volver el tiempo permanecen; al igual que aquellas frases que han quedado permanentemente incrustadas en mi memoria.