Lo más reciente

O sole mio, un viaje por Italia

Ni siquiera el sol puede resistir los encantos del sur italiano. Quizás por eso, pese al tumulto aguerrido y el griterío perpetuo, la región de la Campania brilla. Aquí, las carreteras son un enredo y el primer mundo un desorden, pero nada de eso basta para opacar las vistas mitológicas del Vesubio, los placeres comedidos de la isla de Capri o los siglos de historia regados en las colinas de Nápoles. Entre pizza recién horneada, playas de agua turquesa y chorros de limoncello, el caos parece apenas un sinónimo apático para llamar a la dolce vita. Y esto último, en este rincón del mundo, se da todavía más fácil que los limones.

Las provincias de Nápoles y Salerno son las más icónicas de la Campania. Tomates con denominación de origen, islas al último grito de la moda y pueblos custodiados por la brisa tirrena, son los protagonistas de la consumación perfecta del anhelo mediterráneo. O bueno, casi perfecta. Los placeres calóricos y las postales paradisíacas, cuando menos en el tobillo de la bota, son parte de una cotidianidad en la que conviven hordas de turistas, callejones de apariencia dudosa, mafias centenarias e instrucciones que no llevan a ningún lado. La esencia sureña de Italia, dirían los más optimistas. Caos puro, dirían los menos.

O sole mio, un viaje por Italia - Viaje-por-italia-Foto-1
Atrio de la Galería Umberto I.

En cualquiera de los casos, se trata del precio que hay que pagar para acceder a los encantos de la región. Y no parece tan injusto. Si bien las ciudades parecen desarregladas y los caminos faltos de señalización, tras la superficie se esconden cuevas marítimas que brillan en la oscuridad, jardines urbanos embriagados de azahar, pueblitos costeros dignos de postal y senderos volcánicos que llevan al cielo. Si para ser testigo de todo eso hace falta soportar un ferry que sale a destiempo y esquivar un camión de sajones ávidos de sol, pues va bene…

Notte a Napoli

La tercera ciudad más grande del país es también la más desordenada. Y eso, dirían algunos, es juzgar a Nápoles con buenos ojos. La desorganización puede ser un eufemismo para describir la cotidianidad napolitana, enmarcada por callejones sin salida, vecindades condenadas a cientos de escalones y dejos de mafia desvergonzada. En esta urbe, la más numerosa del sur italiano, cohabitan tiendas de alta costura con tendederos improvisados, arquitectura centenaria con rayones afiliados al anarquismo y palacios reales con ambulantes que venden auténticas Luis Vuitroni. Los contrastes surgen de una forma tan natural que los locales pasan de cuestionarlos. Y quizás por eso la vida en la zona metropolitana tiene alma latinoamericana con precios en euros.

O sole mio, un viaje por Italia - Viaje-por-italia-Campania-Highres

Del caos napolitano no escapa nada ni nadie. Y eso contempla también a los castillos que actualmente sirven como museos, a los funiculares que revolucionaron el transporte público y a las galerías arcadas que, con menos porte que las hermanas milanesas, funcionan simultáneamente como centros comerciales y vías públicas. Nápoles no es una ciudad fácil de descifrar. Y a primera vista, extrañamente enamora. Sin embargo, el bullicio interminable y la estética empobrecida esconden algo más que decadencia. En esta ciudad, los palacios reales, las marinas presumidas y los teatros de alcurnia están acostumbrados a la comida callejera y a los mercados inventados. No hace falta ir a un barrio específico para ver lo uno o lo otro. Incluso en el casco histórico de Nápoles, considerado patrimonio de la humanidad por la Unesco, conviven grafitis poco memorables y trifulcas domingueras con museos de orden nacional y castillos con vista al mar.

La lista de atractivos napolitanos incluye palacios faltos de humildad, claustros tapizados de naranjos y un teatro que presume ser el más longevo de su clase aún en operación. Lo que no incluye, sin embargo, es esa espontaneidad que escapa a la lógica de lo predecible. En su conjunto, los conciertos callejeros, los puestos de mercado que paran el tráfico y las señales de tránsito intervenidas, resumen la esencia napolitana mejor que cualquiera de sus iglesias. Y eso no es decir poco, porque lo único que abunda en Nápoles más que los altares, con la gracia del señor, son las pizzerías.

O sole mio, un viaje por Italia - Viaje-por-italia-Campania-HIGHRES-view

Delicia caprese

Cuarenta minutos en ferry son todo lo que se necesita para cambiar el caos napolitano por lujo playero. Y no se trata de cualquier lujo. Pocas islas en el mundo son tan famosas y añoradas como Capri. Un corte de pantalón lleva su nombre, una ensalada presente en los cinco continentes lleva su nombre y cientos de miles de sueños vacacionales llevan su nombre. Desde hace más de medio siglo, este rincón es uno de los lugares favoritos de la alcurnia para ser vista. Quizás por eso, la isla está tapizada de hoteles burdamente caros y convertibles que funcionan como taxis. Y quizás por eso, también, se asocia con una arrogancia que no es especialmente característica de los lugares dedicados a la pesca y la agricultura. Históricamente, este terreno de 10 km2 ha estado vinculado con la vida rural antes que con las pretensiones. Hoy, las dos coexisten. Y si bien en Capri es posible codearse con el abolengo europeo, sus joyas genuinas tienen más que ver con accidentes geográficos que con las vidrieras de la Via Camerelle, esa donde Bottega, Dolce, Gucci y Hermès se venden como pasta e fagioli.

O sole mio, un viaje por Italia - Viaje-por-italia-Campania-HIGHRES-street

Teleféricos que cruzan las nubes, escalinatas con vistas panorámicas y arcos naturales donde las parejas se juran amor eterno con un beso, son algunos de los atractivos de Capri que nada tienen que ver con el despilfarre. Los prejuicios de arrogancia que suelen acompañar a la isla están limitados a cinco calles y a la duración del verano. Por lo demás, este lugar no es más que un pueblo pesquero con playas despreocupadas y caprichos naturales especialmente vistosos.

Recorrer la isla completa, por tierra, puede tomar un par de días y habilidades de motociclismo que no son propias de todos los mortales. En cambio, recorrer la isla por mar toma menos de dos horas y revela algunos de sus secretos mejor guardados. Además de ver las grutas que se esconden de la superficie y los rincones más lejanos del puerto, la vuelta en barco a la isla permite adentrarse en una de sus cuevas. Para lograrlo hace falta cambiar de embarcación, esperar a que baje la marea y pasar por un túnel diminuto, pero a cambio de la paciencia, la Grotta Azzurra sorprende a las visitas con un espectáculo natural en el que el mar refleja luz turquesa. De vuelta en tierra firme, la isla seduce a las visitas con limones de tamaños descomunales, restaurantes caseros que no necesitan manteles largos para impresionar y muelles que anticipan el menú del día.

O sole mio, un viaje por Italia - Viaje-por-italia-Campania-HIGHRES-plate

En la ciudad, propiamente, los encantos naturales sucumben ante la alta costura y las estrellas Michelin. Entre terrazas que sirven café sobrevaluado, funiculares con filas que recuerdan las vacaciones en Disney y comercios que no se toman la molestia de abrir entre noviembre y mayo, se camuflan helados peligrosamente buenos, callejones olvidados y jardines botánicos con vistas de 180 grados. Más lejos, en los barrancos apenas visitados de Capri, los faros viejos y las playas vírgenes mantienen sus caminos despejados y sus perfiles bajos. Y lo hacen, sin querer, con la actitud humilde que recuerda los orígenes de una isla que valora limoneros antes que bolsas y zapatos.

La strada sud

Hacia el sur, la provincia de Nápoles se funde con la de Salerno. El camino, tan enredado como seductor, resguarda parques nacionales, ruinas romanas, oficios artesanales, licores frutales que terminan con cello y aldeas enclavadas en la montaña. Todo, con un encanto provincial que no escapa a las direcciones confusas, al gentío veraniego y al desarreglo incontrolable propios de la región.

O sole mio, un viaje por Italia - Viaje-por-italia-Campania-HIGHRES-picture

Apenas 80 kilómetros separan Nápoles de Amalfi, pero son sufi- cientes para encontrar miradores sinuosos, competencias callejeras de pizza a la leña, playas escondidas y empedrados donde circulan cinquecentos de hace varias décadas. Manejar por los laberintos napolitanos y los barrancos apretados de la carretera amalfitana no es precisamente cosa fácil. Pero a cambio de las vueltas, el tráfico y las estacionadas imposibles, el camino al sur promete postales tan ricas como fotogénicas.

La primera parada, 15 kilómetros al sur de Nápoles, es el Parque Nacional del Vesubio. Este volcán, el villano épico en la historia de la destrucción de Pompeya y Herculano, es uno de los atractivos naturales más visitados de la región. La cercanía con la ciudad ayuda, pero el mérito de la naturaleza vale más que las coincidencias. El ascenso al crá- ter del volcán es la actividad más famosa del parque. Y si bien se necesita algo de condición para conquistar el cielo napolitano, no es un sendero especialmente demandante. La altura ganada no rebasa los 200 metros y el camino, amplio y mantenido, no asusta con piedras sueltas ni lodazales. En la cima, si el clima está de buenas, las historias de grandeza del antiguo imperio romano se acompañan con vistas panorámicas del Golfo de Nápoles. Si las nubes hacen berrinche, toca conformarse con un meloncello para mitigar el frío y con las fumarolas constantes del único volcán europeo que ha mostrado su furia en los últimos cien años. De ahí que lo único que queda del funicular más famoso del mundo es una canción que logró escapar a la erupción de la década de 1940… ‘ncoppa, jammo jà, funiculì, funiculà!

O sole mio, un viaje por Italia - Viaje-por-italia-Campania-Highres-2

40 kilómetros al sur, en la península sorrentina, una línea imaginaria marca el comienzo del territorio salernitano. Aunque la capital de la provincia es su centro urbano más grande, la ciudad de Salerno pasa inadvertida ante una colección de pueblos costeros acostumbrados a la buena vida. La Costa Amalfitana, flanqueada por el mar Tirreno y la sierra Lattari, es el destino más entrañable de la Campania y uno de los más populares de Italia. Las razones, justas, incluyen elaboración artesanal de limoncello, playas solo accesibles en bote y túneles rústicos tapizados de wisterias. Entre la colección de pueblos que custodian la strada statale 163, se encuentra uno que si no es tan popular como el propio Amalfi, es solo porque su nombre no figura como apellido de la costa.

Positano, con sus cerca de 4 mil residentes permanentes, es una aldea pintoresca donde la tradición y el lujo conviven todos los días. Eso, siempre que se trate de los días veraniegos, cuando la postal cobra vida y los comercios prueban ser más que fachadas de utilería. Este pueblito, como casi todos en la región, vive del turismo. Los precios son un disparate, las calles están abarrotadas y las sombrillas que visten la playa de colores son más codiciadas que el mejor de los vinos. Eso, sin embargo, no significa que los talleres de cerámica sean menos artesanales ni que los botes pesqueros estén meramente de adorno. Si Positano cuatriplica su población en el verano no es por coincidencia. El pueblo, con sus pintores callejeros, playas cristalinas y talleres artesanales, es un donjuán. Y así como cayeron a sus pies personajes como Paul Klee y John Steinbeck, caen los miles de mortales que entre mayo y septiembre se dejan seducir por el sol amalfitano. Si ya lo dijo un poeta local hace más de un siglo: el día del Juicio Final, para los amalfitanos que vayan al Paraíso, será un día como cualquier otro.

O sole mio, un viaje por Italia - Viaje-por-italia-Campania-HIGHRE-boat

GUÍA NÁPOLES, POSITANO Y CAPRI

CÓMO LLEGAR

Las principales aerolíneas europeas, como Air France, Alitalia, Lufthansa e Iberia, ofrecen vuelos desde la Ciudad de México a Nápoles con conexiones en sus hubs. Desde Nápoles se puede llegar a Capri en ferry y a la Costa Amalftana en ferry y coche.

DÓNDE DORMIR

En Nápoles

Grand Hotel Santa Lucia

Esta propiedad, de Preferred Hotels & Resorts, se encuentra en el corazón de la ciudad. Su ubicación, frente al malecón y el Castel dell’Ovo, ofrece vistas envidiables del Golfo de Nápoles y acceso inmediato a los restaurantes y bares del islote de Megaride. El hotel cuenta con spa, gimnasio, renta de bicicletas y habitaciones con balcón y vista al mar.

D. Via Partenope 46, Nápoles
T. +39 081 764 0666
santalucia.it

En Positano

Covo dei Saraceni

Este hotel, uno de los íconos indiscutibles de Positano, es la única propiedad cinco estrellas que descansa sobre la playa. Operado de forma independiente, esta joya familiar presume un par de albercas que miran a la isla de Li Galli, tres restaurantes y 66 habitaciones, todas con vista al mar. Covo dei Saraceni ofrece clases de cocina, recorridos privados en bote y organiza tours a la medida. También es miembro de Preferred Hotels & Resorts.

D. Via Regina Giovanna 5, Positano
T. +39 089 87 5400
covodeisaraceni.it

DÓNDE COMER

En Nápoles

La Scialuppa

Cocina tradicional, productos frescos y mariscos.

D. Piazzetta Marinari 5, Nápoles
T. +39 081 764 5333
facebook.com/ristorantelascialuppa

En Capri

Ristorante Barbarossa

Pizza tradicional, ensalada caprese y pasta casera.

D. Via Porta 5, Anacapri
T. +39 081 837 1483
ristorantebarbarossa.com

Buoncuore

Gelato artesanal, barquillos horneados en casa y postres.

D. Vittorio Emanuele 35, Capri
T. +39 081 837 7826
facebook.com/capri.gelateriabuonocore

En Positano

Bucca di Bacco

Cien años de historia, cocina local, mariscos, lácteos y pastas frescas.

D. Via Rampa Teglia 4, Positano
T. +39 089 87 5699
bucadibacco.it

Il Ritrovo

Cocina casera tradicional, vistas privilegiadas, clases de cocina y cava extensa.

D. Via Montepertuso 77, Positano
T. +39 089 81 2005
ilritrovo.com

Texto y fotos por: MARCK GUTT

Es vegetariano, procurador apasionado de la buena ortografía y viajero. Aunque sus papás le dijeron de chiquito que no era buena idea, también es conversador con extraños. Cuando sea grande quiere ser políglota y autosustentable, de los que crecen naranjas en su propio huerto, mientras colabora como fotógrafo y articulista en National Geographic Traveler y Esquire, entre otras.

Instagram: @gbmarck