Siempre he sido amante de la música –de muchos de sus géneros- pero en específico, de la clásica. Desde que tengo uso de memoria he asistido a conciertos en todo tipo de sedes, desde auditorios y estadios deportivos hasta foros y pequeñas salas. Pero ninguno, y quiero recalcar NINGUNO jamás se comparará con el que acudí hace un par de días, un auténtico gozo sensorial.
Te daré algunas pistas para ver si logras adivinar el venue de este espectacular concierto. Se construyó alrededor de 1790, su nombre alude a un mexicanísimo chapulín, la primer persona que lo disfrutó fue un Virrey llamado Bernardo, ha tenido distintos usos -desde un observatorio hasta una academia militar- es único en su especie y no hay ningún recinto en el mundo que se le asemeje. ¿Adivinaste? Por supuesto que me refiero al monumental Castillo de Chapultepec.
Entro directamente a uno de sus salones, adaptado a la perfección para funcionar como una excepcional sala de conciertos. Su piso en mosaicos negro y blanco contrastan a la perfección con los tonos arena de sus columnas y arcos, sin duda un deleite para los sentidos. Inicia el show, se trataba de la Orquesta Sinfónica Nacional ofreciendo una función que –a mi parecer- quedará por siempre escrita en los libros de la historia. Cerré los ojos mientras saboreaba el momento, cada nota, cada vibra y cada compás que presenciaba, entraba a mis oídos para nunca más salir de ahí. Los instrumentos brillaban, los músicos estaban rodeados de auras luminosas que los enaltecían y qué decir del lugar, de aquél gran salón, el sitio perfecto para ser el anfitrión de tan lucidor espectáculo musical. Disfruté de un viaje en silencio absoluto, como si desintoxicara mis oídos para disfrutar del concierto con pureza absoluta.
Impulsado aún por toda la fuerza y vibra que aquella música me imprimió, regresé a casa a bordo de una Buick Encore, mientras escuchaba el concierto. Gracias al Phone Projection feature de la camioneta, pude proyectar la playlist del concierto en la pantalla y elegir mis canciones favoritas con facilidad, así recordé cada segundo de tan mágica función instrumental. La mezcla perfecta entre historia, arquitectura, diseño y música –la invitada de honor-. Así son mis tardes, así es nuestro lujo, nuestros momentos.